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Ben Affleck y Michelle Obama

El ministro de cultura persa ha acusado a la película Argo de ser anti-iraní, cuestión que hubiesen expresado portavoces de Al Qaeda si hubiese ganado Zero Dark Thirty (La noche más oscura), la odisea de más de una década para encontrar y liquidar a Bin Laden, o incluso, los republicanos de Estados Unidos hubiesen podido aducir que Spielberg presentó su film basado en el mismo fundador de su partido, Abraham Lincoln, como lo hizo, para hacer un sutil y exagerado paralelismo del presidente que abolió la esclavitud, con el primer negro en la Casa Blanca, quien también busca convencer al país de que sus propuestas políticas son históricas.

Desde hace muchos años Hollywood es lo contrario a Washington, y apuesta a los “no políticamente correcto” en la mayoría de sus filmes. Lo extraño del reciente Oscar fue que la agenda del gremio del cine de EEUU coincidió con la de la administración de Obama al presentar como favoritas a tres películas que exaltan lo mejor de espíritu de su país no sin importantes cuotas de autocrítica: la tenacidad; la eficiencia y la lucha por los ideales (enArgo, el rescate de compatriotas amenazados de muerte; en Zero Dark… la larga caza del terrorista más sangriento de ciudadanos norteamericanos, y en Lincoln, la lucha por concretar un ideal humanista en tiempos cruentos de guerra civil), pero a su vez, en Argo, su prólogo asumiendo la responsabilidad de EEUU en la cruenta tiranía del Sha Reza Palevi que condujo a la revolución islamista de Khomeini; el uso de la tortura en el film sobre Bin Laden, y la compra de votos para lograr objetivos políticos, un mal que viene de siglo 19, como muestra el film Lincoln. Trabajo en equipo y liderazgo individual es el leitmotiv de estas películas.

Esta coincidencia entre Washington y Hollywood fue tan notoria que la primera dama, Michelle Obama, leyó el nombre de la película ganadora, Argo, que al contar la historia del rescate, en 1979, de seis diplomáticos estadounidenses que escaparon de la embajada tomada por revolucionarios del Ayatolá Khomeini y se escondieron en la residencia del embajador de Canadá, resalta la decisión del agente Tony Méndez de no aceptar, a última hora, la cancelación de la operación de rescate por parte de una enmarañada y laberíntica CIA. El rol de Méndez y de la vecina Canadá permitió que esta historia tuviese un final feliz.

Ariel Segal 3Lo anterior, más un suspenso exagerado de última hora, el carisma de Ben Affleck y la actual tensión con Irán son las razones para un Oscar. Ergo, Argo.

Ariel Segal

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