Como película de desastre “Lo imposible” se destaca por su sobriedad y acento en lo dramático.

Lo imposible, estrenada el 11 de octubre en España, es la película nacional de mayor recaudación en la historia de ese país con 40 millones de euros hasta el 9 de diciembre. El monto correspondiente al territorio español supera lo invertido en la realización, que fueron 30 millones de euros, y entre el jueves 20 y el viernes 21 de diciembre comenzaba su corrida en el exterior, con estrenos en Brasil, Canadá, Estados Unidos, México, Venezuela y otros países. Está dirigida principalmente al mercado internacional: su idioma es el inglés; tiene a Naomi Watts y Ewan McGregor como integrantes del elenco, y en Estados Unidos la distribuye Summit, la compañía productora de la saga Crepúsculo (Twilight, 2008-2012).

El filme dirigido por Juan Antonio Bayona y escrito por Sergio G. Sánchez superó la marca de taquilla de 27 millones de euros establecida en España por Los otros (2002), aunque aún seguía detrás de la cinta de Alejandro Amenábar en número de entradas vendidas con 5,6 millones contra 6,4 millones. Ocupa además el puesto número 2 en la historia entre todas las películas exhibidas en ese país, por encima de los 38 millones de euros de Titanic (1997) y detrás de los 71 millones de Avatar (2009). Son cifras que dan una idea de la trascendencia comercial que ha alcanzado el cine de realizadores españoles que se han destacado con películas de género, y de terror en particular, como Bayona con El orfanato (2007), Amenábar con Los otros, y Jaume Balagueró y Paco Plaza con Rec (2007) y Rec 2 (2009).

Lo imposible es un filme de un género diferente de El orfanato. Es una disaster movie basada en la historia real de la familia española de los Álvarez-Belón en los tsunamis del océano Índico, que arrasaron las costas de varios países el 26 de diciembre de 2004. Pero en el fondo trata de lo mismo que la ópera prima de Bayona en el largometraje: los misterios que puede haber en la manera como se mantienen los vínculos familiares a pesar de una catástrofe e incluso más allá de la muerte. Si en la película de terror hay un nexo sobrenatural entre una mujer y su hijo adoptivo, que ha desaparecido, en Lo imposible un azar casi increíble está presente en lo que les ocurre a los miembros de una familia de turistas, quienes sobreviven a un desastre que causó alrededor de 187.000 muertos y 43.000 desaparecidos, según la ONU.

Como película de desastre Lo imposible se destaca por su sobriedad y acento en lo dramático. En vez de regodearse en la formación de la gigantesca ola, muestra el tsunami desde la perspectiva de los huéspedes del hotel en el que se hospedaba la familia, y de la madre y el hijo mayor, cuando intentan permanecer unidos en medio de una corriente que los arrastra junto con automóviles y escombros, por entre árboles y torres de tendido eléctrico. Lo más inteligente del filme son las secuencias submarinas, en las que son los efectos de sonido los que crean la sensación de estar en medio de objetos que pasan a toda velocidad y que golpean a los personajes, o son ellos los que chocan contra árboles y otras cosas sumergidas que les causan heridas. Los fugaces grandes planos generales aéreos se limitan a lo indispensable para que el espectador se haga idea de la destrucción causada por la ola en el hotel.

También fueron evitados en el filme los lugares comunes de la supervivencia en el cine de Hollywood, especialmente el heroísmo. María Bennett, la madre, tiene unas feas heridas por las que termina postrada, trasladada de una parte a otra, con la principal angustia de que una pierna no se le ponga negra. Es médico, y sabe que eso significaría que hay que amputarla. Naomi Watts está entre las favoritas para la nominación al Oscar a la mejor actriz principal por una interpretación que principalmente se basa en la expresión del miedo, el dolor físico y el deterioro progresivo, así como de la relación con Lucas (Tom Holland), el hijo mayor.

Hay un momento en Lo imposible en el que Lucas parece que va a convertirse en personaje de un filme de Steven Spielberg, con la consecuente adopción de la perspectiva infantil en la narración. Su madre le pide que ayude en el hospital, en vez de estar sin hacer nada a su lado, pero cuando comienza a tener éxito en la tarea de buscar a los familiares de los extranjeros que están en el mismo lugar sin saberlo, el azar vuelve a subrayar, por contraste, el tipo diferente de realismo que se busca en el filme de Juan Antonio Bayona. La ironía apunta hacia la falsedad que puede percibirse en las historias característicamente spielbergianas.

Pero también hay un problema de El orfanato que se repite en Lo imposible. Se trata de la tendencia a seguir tan al pie de la letra en algunos casos las fórmulas canónicas que no se logra otra cosa que repetirlas, sin infundirles vida. Ocurre cuando se intenta crear suspenso haciendo que el espectador sepa que los personajes que se buscan tendrían que hacer ciertas cosas para encontrarse, pero no lo hacen porque actúan mal o porque la trama no los ha provisto a ellos de la información necesaria. Es evidente que hay un guionista y un director que juegan con los personajes en ese caso, y que el juego ha sido creado para que el espectador tenga la posibilidad de participar con la inteligencia, además de las emociones. Sin embargo, la consecuencia de ello es que lo increíble del azar, que es verosímil por el referente de la historia real, resulta desplazado por una verosimilitud característicamente cinematográfica. De esa manera se diluye lo que Lo imposible tiene de original.

LO IMPOSIBLE. España, 2012. Dirección: Juan Antonio Bayona. Guión: Sergio G. Sánchez. Producción: Belén Atienza, Álvaro Agustín, Ghislain Barrois, Enrique López Lavigne. Diseño de producción: Eugenio Caballero. Dirección de arte: Didac Bono, María Pozanco. Supervisión de efectos especiales: Pau Costa. Supervisión de efectos visuales: Félix Bergés. Fotografía: Óscar Faura. Montaje: Elena Ruiz, Bernat Vilaplana. Sonido: Oriol Tarragó. Música: Fernando Velázquez. Elenco: Naomi Watts (María), Tom Holland (Lucas), Ewan McGregor (Henry), Samuel Joslin (Thomas), Oaklee Pendergast (Simon). Duración: 114 minutos. Formato: filmado en Super 35 mm con intermedio digital; exhibido en 35 mm anamórfico o cine digital; 2,35:1, color, sonido Dolby Digital o Datasat.

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