Robin Wright interpreta a Mary Surret, en «El conspirador», de robert Redford.

La noche del 14 de abril de 1865 el presidente Abraham Lincoln fue asesinado en el teatro Ford de Washington DC, mientras veía la representación del musical Nuestro primo americano, de Tom Taylor. Las heridas de la guerra de secesión eran muy recientes. Más allá del triunfo de la Unión sobre la Confederación, sobrevivían viejos y arraigados odios en ambos bandos. El asesino se llamaba John Wilkes Booth, un actor que simpatizaba con la causa confederada y que formaba parte de una conspiración más amplia que pretendía restablecer la guerra. Después de aquel histórico y único balazo, Booths intentó escapar y tras una feroz persecución finalmente fue abatido en un enfrentamiento con la policía el 26 de abril del mismo año. Las pistas condujeron a la casa de huéspedes de Mary Surrat, donde su hijo John se reuní­a con Booth y otros conspiradores para fraguar el atentando. Un tribunal militar condenó el 30 de junio a cuatro hombres y una mujer, Mary Surret, quienes fueron ejecutados el 7 de julio. Esto forma parte de la historia oficial. Pero a Robert Redford le interesó más ese personaje femenino cuya culpabilidad siempre estuvo en discusión. De esa duda parte El conspirador, novena pelí­cula dirigida por el actor y fundador del Festival Sundance, que explora las manipulaciones de la justicia al servicio de un objetivo polí­tico.

Aunque las pruebas no fueron contundentes, Mary Surret fue condenada y ejecutada porque la opinión pública así­ lo exigí­a. La guerra habí­a dejado demasiadas heridas y el asesinato del decimosexto presidente norteamericano provocó una reacción ciudadana que reclamaba culpables. La pelí­cula posa su mirada sobre la figura de Frederick Aiken, abogado y héroe de la guerra, cuya fe en la justicia lo coloca en la posición de defender a una mujer del bando contrario a sus ideas y, sobre todo, de tener que vencer sus propios prejuicios. Entre Aiken y Surret se teje una relación de ideas y comprensión que traspasa las fronteras de lo convencional. Lo importante reside en las motivaciones polí­ticas para determinar un acto de justicia.

Redford construyó una pelí­cula muy sólida, bien estructurada, en la que destaca una ambientación muy cuidada y una trama que sabe mantener el interés del espectador sobre un intento de manipulación emocional. A Mary Surret, magníficamente interpretada por Robin Wright, no la juzga un tribunal civil sino uno militar. A medida que avanza el juicio la verdad pierde vigencia y se impone el interés de la nueva situación que vive Estados Unidos de América. Lo cual contribuye a generar cuestionamientos sobre el patriotismo de un héroe de la guerra y a estimular conflictos dentro de su propia familia. Aiken, protagonizado por un eficiente James McAvoy, se encuentra atrapado entre la ética y la conveniencia social y económica. Como en las otras películas de Redford, el dilema entre lo correcto y lo oportunista deviene en el centro de la trama.

El conspirador se presenta como un film incómodo que indaga en un capítulo de la historia que muchos han querido olvidar. El tí­tulo original The conspirator puede traducirse como El conspirador, referido a John Surret, hijo de Mary, pero también La conspiradora, es decir, la propia Mary Surret, que me parece más adecuado, pues la trama se centra en la relación de una mujer acusada de conspiradora y su abogado que poco a poco va descubriendo la verdad. Lo medular, más allá de la excelente producción y recreación de una época, se ubica en los valores universales y atemporales de su planteamiento.

EL CONSPIRADOR (The conspirator) EEUU, 2011. Dirección: Robert Redford. Guion: James D. Solomon. Fotografí­a: Newton Thomas Sigel. Montaje: Craig McKay. Música: Mark Isham. Elenco: James McAvoy, Robin Wright, Kevin Kline, Evan Rachel Wood, Danny Huston, Justin Long, Tom Wilkinson, Alexis Bledel, Toby Kebbell, Colm Meaney. Distribución: Cines Unidos.

About The Author

Deja una respuesta