Sobre una figura histórica tan determinante en la democracia venezolana y tan controvertida entre sus contemporáneos no se puede hacer una película tradicional y complaciente. Eso lo entendió Alfredo Sánchez hace algunos años cuando comenzó a planear Rómulo Betancourt y la revolución del siglo XX como un documental de indagación y debate. No es una biografía, tampoco un homenaje. Es, más bien, una recreación documental de la evolución del pensamiento político y, en consecuencia, de las conductas públicas de un hombre que dejó huellas en nuestra historia y que aún genera polémica, como se aprecia en el film que llega a la cartelera del Trasnocho Cultural desde el miércoles 1 de octubre.

En el marco del centenario de su nacimiento y a 50 años de la firma del Pacto de Punto Fijo, el nuevo documental de Sánchez reúne las opiniones heterogéneas de Ramón J. Velásquez, Arturo Sosa, Claudio Fermín, Jesús Sanoja Hernández, Douglas Bravo y el propio Hugo Chávez sobre la obra y el aporte de uno de los fundadores de la política en Venezuela. Otros que intervienen de forma significativa son Teodoro Petkoff, Rafael Poleo, Manuel Caballero, Guillermo García Ponce y Jorge Olavarría, quienes debaten sobre el legado del fundador de Acción Democrática. Lo importante es que participan partidarios y adversarios, tanto del pasado como del presente, en una rara avis cinematográfica que evade la apología y cede la palabra a voces autorizadas.

La intensa personalidad del hombre de la pipa queda atrapada en las imágenes de archivo que expresan la evolución de su pensamiento teórico, desde las raíces del marxismo hasta su opción conceptual por la socialdemocracia. Las acciones juveniles de la Generación del 28 contra el régimen de Juan Vicente Gómez, los años del exilio, la ruptura con el movimiento comunista latinoamericano, la fundación de AD, la «revolución de octubre» de 1945, la caída de Rómulo Gallegos, la lucha en la clandestinidad contra Marco Pérez Jiménez y el retorno a Venezuela para fundar el modelo democrático que hasta hace diez años nos albergó, constituyen los capítulos históricos de una vida consagrada a una obsesión.

Los críticos puntos de vista de García Ponce y Bravo —enemigos históricos de Betancourt y dirigentes del Partido Comunista de Venezuela durante los tempranos sesenta, en la época de las guerrillas— contrastan con la mirada de mayor comprensión analítica que ostentan Caballero, Petkoff y el ya fallecido Sanoja Hernández —igualmente militantes del PCV en la misma época y adversarios del mismo personaje— hasta conformar un panorama diverso desde la izquierda sobre  Betancourt. No hay una mirada única ni una postura ideológica rasa.

En el campo de la socialdemocracia, las apreciaciones de Velásquez y José Agustín Catalá contrastan notablemente con las de Olavarría, mientras periodistas como Pedro Berroeta, Manuel Felipe Sierra y Poleo intentan establecer un retrato equilibrado del personaje, tarea compleja pero posible. Claudio Fermín y Diego Arria ofrecen sus visiones positivas sobre el líder y analistas como Arturo Sosa, José González y José Renique observan con rigor académico sus actuaciones. Hasta Hugo Chávez opina sobre Betancourt, aunque en rigor no se trata de una entrevista para el film sino una de sus declaraciones antiadecas que —la verdad— poco aportan a la comprensión de la trayectoria política del impulsor del Pacto de Punto Fijo al lado de Rafael Caldera y Jóvito Villaba.

La diversidad es el signo de Rómulo Betanourt y la revolución del siglo XX, un documental que busca su propia ruta en medio de la avalancha de opiniones y que logra el objetivo de poner a discutir a los espectadores en torno de su  pensamiento y obra. Estamos de acuerdo en que no fue la única figura que participó de forma signficativa en el diseño y desarrollo del modelo de democracia liberal que nos ha regido desde 1958, pero es indudable que la férrea personalidad del hombre de Guatire marcó como hierro candente los años previos y los primeros de la democracia venezolana.

Desde esa perspectiva el film no se limita a observar una época sino que la relaciona con el presente político en Venezuela. No sólo a través de las declaraciones elementales —más bien primarias— de Chávez sino de la ubicación contemporánea que realizan analistas como Sosa, Fermín, González y Renique. El líder adeco no es un objeto de culto sino de análisis. Allí reside lo mejor del film. Es una obra que habla sobre el pasado y lo redimensiona en el presente. Habría que criticarle, en cambio, que el realizador da por sentado que el público maneja los detalles del proceso histórico del siglo XX y puede estructurar su propia percepción con las distintas opiniones. En realidad no es así, especialmente entre los sectores jóvenes.

Debo recordarles que Alfredo Sánchez dirigió el documental sobre su padre Alfredo Sadel: Aquel Cantor, galardonado con el Premio a la Calidad del Centro Nacional de Cinematografía y cuya exitosa pernmanencia en la cartelera nacional aún es recordada.

RÓMULO BETANCOURT Y LA REVOLUCIÓN DEL SIGLO XX, Venezuela, 2008. Direccioón, guión, edición y producción: Alfredo Sánchez. Dirección de fotografía y cámara: José Antonio Pantin (Caracas) y Hernán Toro (Nueva York), Sonido: Marco Pérez. Asesor Técnico: Fermín Branger. Con la participacion de Jorge Olavarría, Manuel Caballero, Ramón J. Velásquez, Rafael Poleo, Claudio Fermín, Arturo Sosa, Teodoro Petkoff, Douglas Bravo, Manuel Felipe Sierra, Guillermo García Ponce, Jesús Sanoja Hernández, Jose Agustín Catalá, Diego Arria, José González, José Renique, Hugo Chavez Frias, Simón Alberto Consalvi, Pedro Berroeta, Alicia Freilich, Miguel Otero Silva y Gonzalo Barrios.

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