A mis lectores que no están en Venezuela debo informarles que hace unos días comenzó una etapa en la campaña por la reelección de Hugo Chávez que marcó un viraje importante en el desarrollo de su discurso. Después de ocho años desarrollando un tono agresivo, militarista y excluyente en su comunicación como presidente, el candidato a la reelección se presenta en spots de televisión y radio y en avisos de prensa hablando de amor. Como si fuese un hippie de los sesenta. Repite exactamente esto:

MENSAJE DE AMOR PARA EL PUEBLO DE VENEZUELA.

Siempre lo he hecho todo por amor. Por amor al árbol, al río, me hice pintor. Por amor al saber, al estudio, me fui de mi pueblo querido, a estudiar.

Por amor al deporte me hice pelotero. Por amor a la patria me hice soldado. Por amor al pueblo me hice Presidente, ustedes me hicieron Presidente.

He gobernado estos años por amor. Por amor hicimos Barrio Adentro.

Por amor hicimos Misión Robinson. Por amor hicimos Mercal. Todo lo hemos hecho por amor. Aún hay mucho por hacer. Necesito más tiempo.

Necesito tu voto. Tu voto por amor.

Desde luego, el país se muere de la risa. Hasta los chavistas. Nadie se cree las palabras de esta nueva estrategia. Para comenzar el Presidente Chávez ni fue pintor, ni se fue de su pueblo a estudiar, ni fue pelotero y como soldado y Presidente no ha dudado en vestirse y vestir a Venezuela de rojo “hemoglobina”. Chávez comienza a usar el color azul —propio del candidato opositor Manuel Rosales— y a reducir el rojo. Su canciller, Nicolás Maduro, anuncia que Venezuela rechaza los experimentos nucleares de Corea del Norte —país que acaba de visitar el presidente y con el que declaró su solidaridad— mientras reaparece en la escena pública María Isabel Rodríguez ­—¿sigue siendo la esposa de Chávez?— para hablar de la familia venezolana como contrapartida de Evelyn de Rosales, la esposa del candidato opositor, que ha generado mucha aceptación en el electorado. Lo que subyace en todo esto es que la candidatura de Chávez decae y la de Rosales crece. Según las propias encuestas ordenadas por la sala situacional del palacio de Miraflores —y no por la oposición— la diferencia entre el presidente y su rival es de apenas ocho puntos porcentuales: Chávez 50% y Rosales 42%. ¿Puede el presidente aceptar esta realidad? ¿Puede entender que quien lo derrote sea un venezolano y no George W. Busch? ¿Quién se lo va a explicar? ¿Cuál estratega de campaña?

Todos los que hemos trabajado en la industria publicitaria y, específicamente, en el campo creativo, sabemos que no se puede construir una estrategia de persuasión sobre la base de mentiras claramente demostrables. Es estúpido, además de poco ético. A ningún creativo publicitario —por más oportunista que sea— se le ocurriría diseñar un aviso para una marca de cigarrillos afirmando que es la única marca de cigarrillos que no produce cáncer. Puede hablar de sabor, de suavidad, de menor precio, pero no puede decir que esa marca de cigarrillos no produce cáncer. Algo similar sucede con esta campaña de Chávez. Nadie puede hablar de amor cuando ha demostrado odio. Ese amor de Chávez es como el cigarrillo: mata. Poco a poco pero mata. Es letal.

Mi amiga Madame Estilete se niega a pensar que ésta es una estrategia electoral normal. No se imagina a publicistas políticos profesionales recomendando esta vía creativa. Ella piensa que lo que hay detrás es mucho peor. Me recuerda las características de la matriz básica de la comunicación fascista: la mentira y la fuerza versus la verdad y la inteligencia.

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