En los últimos diez años, Latinoamérica ha experimentado una de las mejores décadas de por lo menos sus últimos cien años. Prácticamente por cualquiera métrica que se elija, la región ha experimentado progresos muy notables.

Si hablamos de la pobreza —variable con la cual suele medirse en última instancia el desempeño económico y social de los países en desarrollo— resulta que ésta se ha reducido de alrededor de 42% de la población, en el año 2000, a 30,4% que proyecta la CEPAL para finales de este año. No solamente ha disminuido la pobreza. También se ha reducido la desigualdad gracias al aumento del empleo, de los salarios reales y a los mejores programas sociales.

Fenómenos como el del desempleo masivo, la alta inflación, los fuertes déficits fiscales, las recurrentes devaluaciones y el alto endeudamiento, han desaparecido o se han reducido notablemente en la región. La tasa de desempleo cerrará por debajo del 7% en 2011 y la de inflación estará en el orden del 6%. Las cuentas públicas se han equilibrado considerablemente y la deuda externa de la región se ha reducido desde un 40% del Producto que representaba en 2002 a alrededor de 19% que alcanzó en 2010. Las cuentas externas también exhiben una posición sólida. Las reservas internacionales pasaron de 164 millardos de dólares en 2002 a 655 millardos al cierre de 2010.

Estos logros han contribuido y se han visto reforzados a su vez, con una inversión extranjera creciente, que alcanzará cifras records para finales de este año. Baste aquí con citar el caso de Colombia, en donde para el primer semestre de este año, la inversión extranjera de más de 7 millardos de dólares, superaba ya la de todo 2010.

Hoy, los más exitosos gobiernos de la región buscan afianzar esos logros con reformas e iniciativas de todo tipo: acuerdos de integración económica cada vez más ambiciosos al interior de la región y con el resto del mundo; estímulos al sector privado para que invierta en infraestructura; políticas e inversión para mejorar la calidad de la educación, entre otros.

Estas reformas y el progreso que va resultando de ellas se han estado dando en Latinoamérica de forma más bien silenciosa, sin mucho aspaviento. Contrasta con lo que ha ocurrido en Venezuela, donde el régimen de gobierno lleva ya más de una década vociferando una revolución y un modelo económico que en general ha disminuido los promedios de la región antes mencionados y empobrecido notablemente al país. Es una paradoja que el que peor lo está haciendo en el vecindario sea el más escandaloso de todos. Tal vez sea para no tener que contrastar sus resultados con los que están obteniendo los vecinos. Tendrían entonces que concluir que el Socialismo del Siglo XXI es el peor de los modelos que conoce la región.

gerver@liderazgoyvision.org

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