En Túnez el régimen de Ben AlÃÂ, con 23 años en el poder, se derrumbó. Bastó la inmolación de un joven desempleado para que la tormenta se desatara. Los vientos huracanados se extendieron hasta Egipto. Mubarak, 30 años en el poder, se derrumbó. La ola subversiva se extendió a Libia, Yemen, Bahrein, Jordania, Marruecos, Siria, Irán. Hasta en Arabia Saudita se han registrado manifestaciones de protesta contra la monarquÃÂa conservadora y ultrarreaccionaria que gobierna esa nación.
Muamar Gadafi, según cuenta la secretaria de Estado, Hilary Clinton, tras la rebelión popular que no cede y los implacables ataques de las fuerzas aliadas,  busca a través de sus más cercanos allegados una salida honorable a su cada vez más comprometida situación. El presidente yemenÃÂ, AlàAbadalá Saleh, luego de décadas en el poder, promete renunciar a finales de este año, una vez se hayan realizado las elecciones parlamentarias que garanticen un traspaso institucional del poder. Los reyes de de Bahrein, Jordania y Marruecos anuncian cambios polÃÂticos para aplacar los reclamos populares e impedir que adquieran la fuerza de un torbellino. En Siria, cientos de manifestantes protestan contra el gobierno de Bashar al Assad pidiendo libertades polÃÂticas y el fin de la corrupción. En Irán, a pesar del férreo control de la teocracia, se han visto movilizaciones importantes. La región del Magreb, el Medio y el Cercano Oriente -dominados hasta ahora por autocracias que parecÃÂan inconmovibles y por dictadores desquiciados como Gadafi- han sido estremecidas por movimientos populares que presionan por cambios importantes.
Después de la caÃÂda del Muro de BerlÃÂn y la implosión de la Unión Soviética, no se habÃÂa registrado en el planeta una insurgencia tan amplia y profunda de las masas pidiendo reformas polÃÂticas y sociales, como la que presenciamos en la actualidad, cuyo epicentro se encuentra en una zona donde las relaciones de poder parecÃÂan petrificadas.
Cuba, sin embargo, permanece ajena a las transformaciones y a las protestas masivas, a pesar de que el modelo implantado hace 52 años es tan autoritario, represivo, inepto y corrupto como la satrapÃÂa de Gadafi o cualquiera otra de sus colegas de la región. Salvo por las valientes marchas de la Damas de Blanco, las heroicas huelgas de hambre de algunos disidentes -que a Orlando Zapata Tamayo le costó la vida y a Guillermo Fariñas lo dejó en el esqueleto-, las denuncias de la bloguera Yoani Sánchez y las esporádicas crÃÂticas de periodistas y otros grupos aislados, la tiranÃÂa de los hermanos Castro parece tan compacta como los minerales.
Más rápido se inmuta una roca que el régimen castrista. El pueblo cubano parece anestesiado, después de medio siglo sometido a un sistema basado en la delación mutua y el terror, tal como fue construido por la temible policÃÂa secreta de Alemania Oriental, la Stasi, la KGB soviética y la policÃÂa checa. Cuba es una inmensa cárcel flotante en el mar de las Antillas. El miedo y la parálisis se incrustaron en los cromosomas de su gente. La masa crÃÂtica que emigró hace cinco décadas y los miles de balseros que abandonaron la isla, no han sido sustituidos. No ha surgido una generación de relevo ni una masa crÃÂtica que reedite aquellos grupos que arriesgaron sus vidas enfrentando al pintoresco Fulgencio Batista. No se percibe que del seno de ese pueblo tan maltratado y oprimido pueda surgir una fuerza capaz de torcerle el brazo a ese par tiranos.
Las frágiles esperanzas de cambio se encuentran cifradas en las reformas esbozadas por Raúl Castro en su discurso del 18 de diciembre del año pasado, cuando sugirió la posibilidad de la apertura económica. Pero ocurre que Raúl carece del liderazgo necesario para encarar a su hermano Fidel, quien con los años se ha vuelto más conservador, reaccionario y troglodita. Para ese anciano déspota la realidad mundial se congeló hace un siglo, cuando Lenin escribió El imperialismo, fase superior del capitalismo. Desde que leyó esas páginas no volvió a tener contacto con nada relacionado con las transformaciones del mundo contemporáneo. No se ha enterado de que el capitalismo de comienzos del siglo XX se transformó radicalmente con la consolidación de los partidos polÃÂticos, los Parlamentos, los sindicatos independientes, los medios de comunicación y la progresiva complejidad de la sociedad civil. Una momia está más actualizada que el doctor Castro Ruz.
La indiferencia que el planeta ha tenido frente al drama cubano es la misma que hoy los Castro desean que se tenga con el genocida Gadafi. Se equivocaron. Los lÃÂderes democráticos en esta oportunidad actuaron con convicción y determinación. No permitieron que se consumara la masacre contra un pueblo que reclama cambios justos.
Los acontecimientos en el Medio Oriente y en la zona del Magreb demuestran que si en algún paÃÂs hace falta una revolución es en Cuba. Para que esto ocurra hay que añadir a los actos épicos de algunos la presencia de las masas.
@tmarquezc