El mundo progresa políticamente. Cada vez son más los pueblos que eligen sus gobiernos de forma democrática. De acuerdo a Freedom House, para el 2007 se habían incrementado a 127 las democracias electorales en el planeta, de sólo 40 que había en 1972. Pero no sólo aumentan en número las democracias. Además avanzan en calidad. Así, por ejemplo, la autonomía y separación de los poderes públicos se hace más nítida y los mecanismos para obligar a los gobiernos a ser más transparentes se hacen más eficaces. Hay también otro rasero por el cual se puede medir la calidad de la democracia y en el cual otros países, incluyendo vecinos nuestros, hacen progreso. Se trata de los derechos de los que goza la oposición. Es así, por ejemplo, que el nuevo gobierno colombiano ofreció impulsar en el Congreso de ese país la aprobación de un proyecto de ley conocido como “El Estatuto de la Oposición”, por medio del cual se le dan todo tipo de garantías jurídicas a quienes adversan el gobierno. El proyecto de Ley contempla entre otros derechos para la oposición, el acceso a todos los documentos oficiales, tiempo en los canales del Estado en proporción al porcentaje de votación obtenida para el Congreso en las últimas elecciones; derecho a réplica en los medios de comunicación del Estado frente a ataques públicos expresados por altos funcionarios oficiales. Otras reformas bastante radicales se discuten también como, por ejemplo, si debe establecerse que el Contralor General de la República sea obligatoriamente un miembro de la oposición.

¿Cuál es el estatuto hoy de la oposición en Venezuela? Para empezar, se trata de una inmensa parte de la población a la cual el presidente de la Republica con demasiada frecuencia insulta, hostiga y persigue. A sus parlamentarios se les anula el derecho a legislar a través de maniobras legales como la ley habilitante. Ni pensar que puedan tener la debida representación en organismos, comisiones, o en cualquiera otra instancia de decisión. Lo que debería ser la norma es entre nosotros una imposibilidad. De nuevo, ese es un rasero fundamental para medir la calidad de una democracia: el espacio con el que cuenta, las garantías que posee, la forma como el gobierno ve y trata a la oposición. Un gobierno que no respeta a la oposición, no respeta la democracia. Uno que quiera acabar con la oposición es uno que quiere acabar con la democracia. En Colombia el Estatuto de la Oposición es posible que lo plantee el propio gobierno. En Venezuela, tendrá que ser la oposición, mediante sus luchas, quien lo logre. A propósito del 23 de Enero, cuando celebramos nuestra vocación democrática, debemos reiterar que no aceptamos dictaduras ni tampoco una democracia cualquiera. Queremos una democracia de calidad.

gerver@liderazgoyvision.org

About The Author

Deja una respuesta