En Parábola del palacio describe al Emperador Amarillo y su séquito imperial ante los cuales toda, toda la gente se posternaba, menos un Poeta quien logró con sus versos destruir todo aquel esplendor. Aquella composición poética “cayó en el olvido, porque merecía el olvido y sus descendientes buscan aún, y no encontrarán, la palabra del universo”.

En Martín Fierro describe la historia de su país, ”cosas ,ahora ,que son como si no hubieran sido… pero en una pieza de hotel, hacia mil ochocientos sesenta y tantos, un hombre soñó una pelea. Esto que fue una vez vuelve a ser infinitamente, los visibles ejércitos se fueron y queda un pobre duelo a cuchillo. El sueño de uno es parte de la memoria de todos».

En El simulacro narra una leyenda popular en la que el protagonista 2no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva, sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rastro verdadero ignoramos) que figuraron para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología”.

Muchas líneas de Jorge Luis Borges son la luz del ciego que vio el futuro. Ahora, su luminosa sombra (entre los libros de esa Biblioteca Nacional, donde renunció a su modesto empleo cuando el militar populista J.D.Perón asumió y a la que regresó como Director cuando el general y su logia perdieron el poder) al escuchar en estos días los gritos y consignas de la masa enorme, histéricamente adolorida desde lamentos y manos alzadas, reconozca(n) que muy poco de ficción hay en sus herméticas ficciones, porque ese intenso dolor patrio tácito en sus textos repite los símbolos que él inventó. Un palacio y su corte, laberintos, puñales, fantasmas vivos,e spejos cóncavos y en el centro el Poeta solito, pidiendo que Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de maestría/ /De Dios, que con magnífica ironía/Me dio a la vez los librosy la noche.

Un país de aspecto moderno que luce cada vez más de regreso a la patria primitiva de esa noche iluminada por el J.L Borges, profeta físicamente ciego que la vislumbró como sociedad invidente, aferrada a una ideología demagógica, militarista y anacrónica, que personaliza en un incompetente caudillo castrense reinstalado con ropaje civil. Sumergido en sus brillantes tinieblas, Borges le llegó a su raíz con clara lucidez desde mucho antes en lo que es estructural realidad política, allá, muy cerca, hoy, aquí.

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