Se ha coartado la vida y los derechos humanos, puesto que nunca antes ningún pueblo americano había sido sometido a tanta opresión y miseria.

El título alude a varios hechos tales como buscar comida entre la ba­sura; comer algo hallado en la basura; saciar el hambre con desechos; rebuscar en bolsas plásticas de basura; hurgar en el camión relector del aseo urbano. Esos actos tienen en común que se realizan en la calle o fuera del hogar, que en el hogar la familia padece hambre, se acometen en grupos y predominan en Venezuela en la última década.

En estas páginas ordenamos pormenores del binomio hambre−basura. Es una realidad alarmante y pavorosa cuya dinámica agiliza el descenso hacia la degradación humana y la miseria social. En Venezuela lo particular alcanza insospechadas proporciones cuando el hambre es una estrategia calculada desde el régimen contra la sociedad civil progresivamente sometida.

Cientos de miles de venezolanos de cualquier edad han sido domesticados estos años para comer basura o buscar alimentos en la basura. En las urbes mucha se amontona en las calles pues no hay servicio de aseo urbano municipal ni recolección de desechos. Los edificios que afuera aún exhiben rasgos de la otrora vida sana y normal que ayer tuvieron, hoy se encuentran habitados por gente famélica, y barrios antes con radio y televisión, alegría y música con volumen a todo dar, hoy están apagados y hambrientos.

El caso de Venezuela es excepcional bajo cualquier criterio de observación y raciocinio que se intente seguir desde alguna disciplina. Es un caso inédito porque sobre el hambre padecida no hay estadísticas. Además la cadena de razonamiento causa−efecto tampoco ofrece asideros en razón a las anomalías en la secuencia de los hechos. En suma, no se cuenta con registros con apego a la racionalidad científica. Caben pues otras sistematizaciones mediante las categorías cualitativas de relación, modalidad y circunstancia.

Comer desechos es una coerción diaria ejercida sobre miles de venezolanos en las principales ciudades del país pues antes de salir a la calle a buscar algo en la basura ya muchos han soportado severas carencias en cuanto a la alimentación, nutrición y salud. También por la ausencia y deficiencias de los servicios públicos básicos. Antes de echarse a la calle a esperar el camión recolector de basuras miles de ciudadanos en sus hogares pasan semanas con la nevera completamente desprovista y la mesa de comer vacía. Si en cada hogar no hay nada qué comer, tal vez en la calle algo se consiga. Y si en las bolsas plásticas de basura muchos desempleados, madres, jóvenes y ancianos desamparados encuentran a diario algún pan sucio ello muestra al mundo que comer desechos es una sobrevivencia para aguantar el día con la muerte a cuestas.

Son los significantes relacionales entre hambre y basura. En el descenso hacia la pobreza extrema, simultáneamente, la gente ha sido forzada a saciar el hambre con desechos que es la vía directa al exterminio pues conlleva gravísimos riesgos y daños a la salud en cualquier edad. La feroz necesidad y urgencia inherente al hambre se impone, nada que mirar ni pensar acerca de los daños al cuerpo. Respecto al descenso, primero se padece hambre al reducir sostenida y progresivamente la cantidad y calidad de comida; segundo, se llega a la basura al abandonar las prácticas conexas al aseo e higiene, prevención y salubridad.

«Morir de hambre», decía Miguel de Cervantes, «es la muerte más atroz». Es una estimación enraizada a la dignidad e integridad según el insigne escritor y humanista hispano. Hoy, muchas madres venezolanas, dicen: ¿Cómo dormir con hambre? ¿Cómo hago para dormir a los niños si ellos sienten hambre? En los últimos años muchas madres han visto a sus niños morir de hambre. Tanto y más atroz es el hambre como mecanismo gradual de control político-social desde el Estado. Para los tiranos morir de hambre es una estrategia al logro de la degradación humana. «Atroz sería perder el poder que tanto nos ha costado mantener desde La Habana por 60 años y desde Caracas no vamos a permitir el quiebre de la autoridad revolucionaria».

Desde 2005, en los mapas mundiales Venezuela aparece como el único país de América Latina con 20% de su población infantil con desnutrición y hacia 2020 ese porcentaje se ha cuadruplicado. Cuba no aparece con tal registro negativo en razón al dominio político y militar que la isla ejerce sobre Venezuela, aunque ambos países comparten los fracasos mayores en cuanto a libertad y derechos humanos además de la cantidad de presos y torturados con fines políticos. Desde Cuba se decidió y propició la hambruna hacia Venezuela. Según la nomenclatura internacional (FAO), la hambruna se manifiesta en la escasez generalizada de comida para los seres humanos que rápidamente causa malnutrición, desnutrición severa, epidemias y aumento creciente de la mortalidad en el país afectado. En estos días con un apagón a escala nacional, los satélites sobre el Caribe mostraban una Cuba iluminada y una Venezuela apagada, sin señal alguna de luz ni energía eléctrica.

Comer basura evidencia los daños y desgastes sociales padecidos desde años atrás: deterioro de los salarios, atropellos, desempleo, represión, pobreza, hiperinflación, escasez, insalubridad pública, racionamiento de agua, medicinas y alimentos. Estos durante décadas han sido dosificados para ejercer controles electorales. Quid pro quo. Votar es un acto en minutos, hambrear es un plan largo, sostenido. Con el exterminio no hay un antes ni después pues el nexo entre causa−efecto va quedando alterado. Con hambre la lucha ciudadana flaquea y pasa a un plano secundario.

El mal sabor y mal olor de la comida extraída de la basura no es del todo percibido por los sentidos e igualmente si está contaminada con gusanos y moscas. «Hay gente que nos mira con lástima cuando esperamos el camión de la basura; semanas atrás otros nos miraban mal pero día a día van llegando más vecinos a esperar el camión…» Para muchos no es un camión recolector de basuras sino un camión que trae alimentos. Desde la avenida hay gente que avisa si el camión se viene acer­cando por estas calles para correr la voz entre el vecindario, incluso con la escasez de agua también se padecen penurias y llegan camiones mescladores de cemento transportando agua a los ba­rrios. Los jóvenes son los más solidarios y mantienen pro­testas contra los hambreadores. The cuban puppet es la expresión que la prensa mundial difundió luego que meses atrás la portada de una revista alemana lo llamara El Carnicero.

El camión de aseo urbano ha pasado a ser un voluminoso depósito de alimentos para muchos venezolanos hambrientos. Incluso hay fotografías en tabloides y redes sociales de guardias nacionales jóvenes (no oficiales de rangos medios ni de generales gordos) quienes también se detienen en calles de Caracas, Maracay y Valencia a hurgar en la basura. El camión una vez estacionado es un punto de encuentro para escarbar y compartir cuanto de él se saque. «Primero comida y después buscamos lo demás…» Hay rutas de esos camiones que pa­sando por el este de Caracas, por el norte de Maracaibo, Las Delicias de Maracay o La Isabelica en Valencia recogen lo me­jor de la ciudad pues en tales zonas se concentran los restaurantes opulentos. Terminando ruta y jornada, los choferes saben con certeza hacia dónde dirigirlos en provecho de las barriadas populares. Así se hacía hasta hace pocos meses, pero luego los camiones de volteo se daña­ron, no tienen cauchos y no hay repuestos. Ahora hay menos bolsas de basura amontonadas y menos comida que sacar de ellas. Además, «los perros están tan hambrientos como nosotros, como lo está tanta gente; aquí se ha visto gente descuartizando animales para comerlos».

Un funcionario revolucionario decía por la televisión: «Si hay gente, si hay pueblo que come de la basura amontonada afuera de los restaurantes donde va la gente burguesa pues entonces vamos a cerrar esos restaurantes». Ciertamente la ceguera ideológica de voceros como ese va acorde con su soberbio pavoneo ante las cámaras pues esos restauran­tes prosperan porque son frecuentados por militares de alto rango que junto con sus familias beben a placer y comen hasta el hartazgo. También ese funcionario ha aprendido que para escalar posiciones resulta provechoso vociferar sin sentido ni medida.

Desde el teatro y la literatura perviven los retratos de políticos que ascendieron a la cima del poder gracias a la pompa y la retórica en torno al Yo. «El pueblo soy Yo, Yo soy el pueblo». Es la volun­tad de poder que se pavonea ante el pueblo: «La historia me absolverá», decía en La Habana (le faltó añadir, el universo). La viscosa conjunción entre sober­bia y vanidad —William Shakespeare dixit— alcanza en el ejercicio del poder político la más acabada y per­versa expresión. Desde la TV en Venezuela se perciben los mensajes de confrontación ante el micrófono de quien cada semana repetía que permanecería por décadas en el poder. Una tragedia de Shakespeare nos recuerda a aquel monólogo de un rey enfermo de poder que frente al espejo se alababa a sí mismo: «(Soy)… un hombre maravillosamente propio. Voy a comprarme un espejo. ¡Loco habla bien de ti mismo! Loco, no adules. Mi conciencia tiene miles de lenguas y cada lengua trae un cuento diferente».

No sorprende que frente a esta Venezuela hambrienta surjan las miradas religiosas compasivas y la altiva vista gorda entre comisionados de organismos internacionales. Tales representantes han mirado fotografías y videos recientes de ni­ños, madres y ancianos hurgando en la basura hasta encontrar bocados para aguantar el día. Fotos y videos de hospitales hediondos e inmundos, sin luz ni agua, sin medicamentos ni equipos y más recién con médicos, enfermeras y personal sanitario atacado y muriendo por la pandemia. Un lastimoso video muestra las circunstancias de una madre cargando en brazos el cuerpo moribundo de su hija, 19 años, 30 kilos de peso y desnutrición crónica; léase, hambre por varios años. Debido a una falla eléctrica que afectó a todo el país no pudieron atenderla en el hospital y la joven murió. Luego, esa madre durante casi una hora cargó el cadáver caminando sola a pie hasta la morgue. Al final decía la reportera: «Que Dios tenga piedad de esta Venezuela y de los desamparados porque todos de una u otra manera en cualquier ciudad padecemos esta crisis». A nivel nacional sigue causando estupor la posición política del Vaticano y el silencio del Papa frente a la tragedia y hambruna persistente en Venezuela.

En los días de marzo (los idus de marzo) además de la hambruna avanzan otros azotes: el virus covid-19 y la carencia de agua potable para las necesidades vitales de cualquier hogar en Venezuela. ¿Cómo se cocina y se vive sin agua? Los apagones en todo el país arrastraron el cierre y vacío en los sistemas de agua por tuberías y tales carencias conforman un panorama muy grave, pues valga recordar que desde 2014 el servicio de agua por tuberías por orden del gobierno comenzó a restringirse. Desde entonces la expre­sión vivir sin agua se difundió a raíz de una investigación realizada por calificados profesionales y tales términos se han extendido al focalizar alarmas sobre las inhumanas condiciones de vida aquí en Venezuela.

Hacia San Agustín del Sur, los caraqueños desesperados se exponen a buscar agua a orillas del Guaire, que no es un río sino una corriente turbia extremadamente contaminada que a cielo abierto arrastra heces fecales y aguas residuales de la Gran Caracas. Ahora el azote es la sed y la falta de agua para la mínima higiene doméstica. Comer de la basura y usar aguas residuales son hechos fehacientes y diarios en Venezuela y son pasadizos a la muerte para muchos seres inocentes de distintas edades porque la pobreza manejada como sometimiento político y control social conlleva enfermedad y muerte en un contexto donde el salario mínimo mensual se mantiene por debajo de dos dólares, de manera tal que la pobreza y el hambre han alcanzado proporciones incalculables. Además desde el régimen no se niegan ni se esconden tales condiciones. Antes al contrario, que el hambre arrecie y la muerte arrase son logros en la extensión del comunismo.

Porque hay dos campos de acción entre quienes manejan el hambre como mecanismo de control: de un lado, el poder estatal absoluto por encima de individuos, ciudadanos, instituciones y empresas y no se gobierna en pro de la sociedad civil, más bien se somete a los ciudadanos de manera tal que la comida es una dádiva a obtener mediante bolsas con unas harinas por alimento. Y ese control político sigue generando ventajas y ganancias en razón a la manipulación del hambre; por el otro lado, hay un control estatal a fin de mantener salarios paupérrimos entre trabajadores y empleados, mientras que la riqueza petrolera y minera se acumula y multiplica entre quienes detentan el poder.

Faltando horas para el domingo 21 de noviembre en Caracas y otras ciudades se detecta la movilización de camiones cargados de alimentos para repartir a funcionarios y conminarlos a votar en el evento de ese día. Votos por bocados de comida. Manipulación del hambre como intento de frenar la ira de las tripas. Hoy el hambre en Venezuela es una gravísima injusticia que clama al Cielo y una perversión política denunciada y recién evaluada por la justicia internacional. Se ha coartado la vida y los derechos humanos, puesto que nunca antes ningún pueblo americano había sido sometido a tanta opresión y miseria.

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