Es un filme de una imaginería grandiosa y ese tal vez sea su principal mérito.

En 1965 Frank Herbert, un exfotógrafo de la Armada Americana, experiodista y escritor de algunas historias, ganó el premio Nébula a la mejor novela y al año siguiente el premio Hugo a la ídem. Nebula y Hugo son algo así como los Oscars de la ciencia ficción literaria. La novela se llamaba Dune y Herbert aludió vagamente a un trabajo de encargo sobre las dunas que le había hecho imaginar el futuro lejano de un imperio, en el cual los humanos (o sus sucesores) combaten por una sustancia llamada la Especie, combustible que mueve al Imperio.

La cosa no es sencilla porque la sustancia se encuentra en el desértico planeta Arrakis, habitado por los Fremen. El emperador ha dictaminado que la casa mandante en Arrakis, los Harkonnen, deben dejar el reino a los Atreides, que llegan en la persona del duque Leto y su hijo Paul. Ahora bien, los Fremen esperan un mesías. Y Arrakis es un planeta en el cual existen solo dunas de arena y monstruosos gusanos gigantes que las navegan, saliendo a veces a la superficie. Si el resumen parece confuso, imaginen lo que sentimos los espectadores de la primera versión fílmica de 1984 que intentaba una introducción a las 685 páginas de la versión en español de la novela.

Conviene detenerse aquí. En 1984, David Lynch era una estrella en el mundo del cine independiente. Había llamado la atención con un hermético filme amateur llamado Eraserhead en 1977 y el gran Mel Brooks (sí, ese mismo, el de El joven Frankenstein) lo había llamado para dirigir para Brooksfilm, una película de gran éxito llamada El hombre elefante en 1980. Entró en escena Dino de Laurentis, un productor excéntrico, de simpatía arrolladora y ambición desbordante que, entre otras cosas, no temía al fracaso. Y decidió hacer una versión de Dune, dirigida por Lynch. La película pistoneaba desde la incomprensible introducción. Una lástima porque la novela que ha envejecido con dignidad, y todavía vale la pena leerse o releerse, sabia envolver en los ropajes de la ciencia ficción y en la imaginería geológica de Herbert, lo que en el fondo era un drama de ribetes Shakespereanos por el poder. El que podía dar la Esencia, pero además el que se rumiaba en los pasillos del castillo de los Harkonnen ahora habitado por los Atreides, los poderes extrasensoriales o proféticos de las siempre elusivas Bene Geserit o las sinuosas idas y venidas de los Fremen. Herbert tenía talento para crear mundos alternos y seres temibles o tiernos. Pero la imaginación de Lynch tal vez era demasiado desmelenada para una novela extensa y de por sí muy compleja.

Flash forward al 2000. Una miniserie de 265 minutos distribuidos en tres capítulos intentó de nuevo adaptar Dune, dirigidos por el desconocido John Harrison y protagonizadas por William Hurt. Este cronista admite haberla visto y no recordarla, así como nadie la recuerda probablemente porque, una vez más, la novela derrotó a su criatura.

Y entonces llega Dennis Villeneuve, un canadiense que tiene en su haber, entre otros, un devastador drama policial llamado Prisoners (2013), la electrizante Sicario en 2015. Y un inquietante filme de extraterrestres llamado La llegada al año siguiente, que lo lanza por el camino de la ciencia ficción y la pifia de Blade Runner 2049. Dune probablemente era más que un desafío, era una tentación. Es difícil evaluarla. Por un lado logra en buena medida ordenar la intriga esencial de la novela inicial y ese tal vez sea su principal mérito. El segundo es su fotografía y la forma en que la magia y el miedo que las dunas de Arrakis transmiten, son reflejadas en la pantalla. Es un filme de una imaginería grandiosa y ese tal vez sea su principal mérito.

Pero la esencia de la novela, esa descarnada lucha por el poder, drama humano último así hubieran pasado miles de años, parece ser demasiado lejana, o al menos, no tan cercana y cruda como en la obra literaria original, que confesadamente parece perseguir. Habrá que esperar la ya anunciada secuela pero por el momento hay que anotar que la novela de Herbert sigue siendo refractaria a su transposición al cine.

Dune. Estados Unidos. 2021. Director: Dennis Villeneuve. Con Thimothee Chalamet, Rebecca  Ferguson, Oscar Isaac, Josh Brolin.

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