Caracas (Venezuela), 30/03/2020.- A handout photo made available by Miraflores Presidential Palace shows Venezuelan President Nicolas Maduro (C, bottom) wearing a mask while he makes a statement accompanied by Venezuelan Vice President Delcy Rodriguez (L) and Venezuelan Minister of Foreign Affairs Jorge Arreaza (2-R) at Miraflores Palace in Caracas, Venezuela, 30 March 2020. EFE/EPA/MIRAFLORES PRESIDENTIAL PALACE HANDOUT HANDOUT EDITORIAL USE ONLY/NO SALES
La autocomplacencia de Maduro para tratar de ocultar las dificultades económicas ha generado apatía, incertidumbre, escepticismo y angustia entre los que esperan del gobierno algo diferente.

Maduro cree saber mejor que nadie lo que más conviene a Venezuela y a los venezolanos en la actualidad. Escucha lo que quiere oír, y cierra oídos y mente a todo lo demás.

En el régimen, particularmente en el dictador, existe muy poca disposición por reconocer las verdades auténticas, dolorosas y profundas que dimanan de su pésima ejecutoria en la gestión de gobierno. En reiteradas oportunidades el dictador Maduro le ha dado al país su propia respuesta: un contundente, malhumorado y grosero NO a propuestas que se le han hecho para reorientar la marcha de su régimen.

En su supuesto resquemor por la situación económica del país olvida que han sido él y su anacrónica visión de una política autárquica en lo económico, los únicos responsables de la hecatombe que hemos sufrido. Por el contrario, se regodea con una antología de auto felicitaciones y alabanzas a sí mismo y hace una descripción totalmente surrealista de los grandes progresos económicos alcanzados y por alcanzar en Venezuela bajo su guía. Es revelador lo poco que Maduro comprende lo que está sucediendo en la economía. No escapa a nadie que no entiende ni está especialmente interesado y, además, carece de la capacidad y de la voluntad necesarias para enfrentar adecuadamente y con flexibilidad los complejos y difíciles problemas que confronta la exhausta economía nacional.

La autocomplacencia de Maduro para tratar de ocultar las dificultades económicas ha generado apatía, incertidumbre, escepticismo y angustia entre los que esperan del gobierno algo diferente. Es aberrante ver como las espantosas condiciones de vida de la gente en Venezuela coexistan con la buena vida y la corrupción reinante entre la élite gubernamental. La apatía, pasividad e indiferencia del gobierno ante tal situación, hace que la atmósfera política sea realmente asfixiante. En la administración de Maduro la negligencia, confusión, frivolidad, imprevisión, abandono, torpeza, imprudencia y ceguera están a la orden del día.

La publicidad dada por el régimen a las incidencias ocurridas en las conversaciones en México ha sido manejada de tal manera que de la impresión que la oposición está subordinada a la dictadura y que el mundo perciba que en Venezuela hay un gobierno cuya autoridad deriva del consentimiento de los gobernados. Los argumentos expuestos por el aparato publicitario del régimen han sido grotescos y débiles, y pese a ello, paradójicamente eficientes.

Igualmente, la maquinaria propagandística del régimen trata de convencer a los venezolanos que el país es víctima de un bloqueo internacional, por tanto, las desastrosas consecuencias económicas de la ineficiente y corrupta administración madurista se achacan a dichas sanciones. Con ello trata de capitalizar una suerte de sentimiento de ofensa, de resentimiento de la ciudadanía por la injerencia extranjera. La realidad es que para sacar a Venezuela del desastre en que la ha sumido esta administración, Maduro tendría que pagar el precio de las reformas políticas e institucionales necesarias y sabemos que no está dispuesto a hacer nada semejante.

Sus seguidores, adulantes y oportunistas, ligados al régimen por el usufructo incontrolado de la burocracia del Estado y sus redes de corrupción y por su  complicidad con la maquinaria represora, deben sentir una gran inquietud ante un futuro sin Maduro y, por tal razón, están cada vez más convencidos que solo  estarán a salvo si se mantienen a la vera del dictador; éste,  sabe aglutinar el apoyo de aquellos mediante insinuaciones que si el sale del gobierno se acabarán los días de las ‘vacas gordas’. Sin duda hay mucho de desesperación en la aparente lealtad incondicional que le prodigan al dictador sus conmilitones.

El encarcelamiento, la tortura y el exilio han cobrado un monstruoso número de víctimas y han hecho del miedo la forma de vida para quienes nos oponemos al dictador.

 

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