Javier Vidal entra en la mente y el cuerpo de Oscar Wilde

La primera función de la obra de Moisés Kaufman Actos indecentes fue en febrero de 1997, en un pequeño teatro de Nueva York. El siglo XX se despedía dejando tras de sí varias de las guerras más cruentas de la historia y algunos de los momentos más altos en la transformación de la humanidad. Un siglo antes, en 1897, Oscar Wilde salía de prisión tras pagar dos años de trabajos forzados por mantener “conductas impropias” con lord Alfred Douglas y abandonaba Gran Bretaña para trasladarse a París, donde murió a finales de 1900, con apenas 46 años. El escritor irlandés también tuvo un final de siglo trágico. Pasó de la celebridad y el éxito a la soledad y la tristeza. Desde la distancia que brindan 100 años de arrepentimiento y culpa de la sociedad británica, Kaufman abordó en su pieza teatral los tres juicios que en 1895 arruinaron la vida afectiva y creadora de un ser humano brillante y trasgresor. Un drama estructurado en dos actos —primero la demanda del brioso Wilde contra el padre de su amante y luego los juicios que lo condenaron en nombre del puritanismo— que ponen de relieve la hipocresía de una moral atrapada en las leyes. Por primera vez, después de 13 años, se monta en Caracas Actos indecentes, con una puesta en escena que impresiona por la calidad de producción y por la comprensión del conflicto vivido por ese dublinés universal.

Bajo la codirección de Michel Hausmann y del propio Kaufman se despliega un texto inteligente y acucioso que no pierde detalle en la comprensión de esos dos momentos de la vida de Wilde. El contraste entre el tono agudo y humorístico del primer acto y el sello indeleble de la derrota del segundo marca el viraje legal que transformó la vida del autor de Un marido ideal y La importancia de llamarse Ernesto, las dos obras que en enero y febrero de 1895 se montaban en Londres con mucho éxito, poco antes del comienzo del declive. De cierta manera, la pieza da por sentado el prestigio que rodeaba al escritor a principios de ese año y entra de lleno en la querella  de Wilde contra el marqués de Queensbarry, padre de lord Alfred Douglas, a través de la recreación de un juicio que terminará revirtiéndose contra el hombre enamorado del caprichoso  muchacho. Kaufman concentra su visión en el proceso que culmina el 27 de mayo con su condena. Le interesa el uso de la ley al servicio del moralismo de la época victoriana tardía.

Javier Vidal se convierte en la genuina expresión de Oscar Wilde, gracias a una actuación muy bien administrada, que va de la agudeza humorística al lamento trágico de la derrota. Se adueña de su personaje y le extrae toda su expresión vital, poco a poco, con paso seguro El actor y dramaturgo lidera de manera brillante un reparto que funciona homogéneamente gracias a las actuaciones de veteranos como Fernando Yvosky como Clarke y Karl Hoffman como el marqués de Queensberry, junto a los nuevos rostros de Juan Carlos Alarcón, como lord Alfred Douglas, y de Rolando Padilla, Delbis Cardona, Christian McGaffney, Elvis Chaveinte y Eben Renán, en múltiples roles que se alternan. Esta condición de tiempos y personajes se acentúa con la adecuada iluminación de Elizabeth Adams, la muy precisa escenografía de Edwin Erminy y la adaptación del vestuario que hizo Eva Ivanyi.

No he podido ver el montaje que Kaufman ha dirigido en Nueva York y otras ciudades de EE.UU. pero entiendo que la versión caraqueña no ha tenido grandes alteraciones. El dramaturgo de 33 variations y de The Laramie Project, también llevado al cine por él mismo, se concentra en los grandes dramas individuales y ha perfilado en Actos indecentes un estilo muy propio que combina la tradición teatral y cinematográfica del juicio con un minimalismo extremo que se vale de ciertos recursos para componer el entramado moral y jurídico de la homofobia de la época. Pero no lo hace con nostalgia sino con un gran sentido de la denuncia oportuna. La intolerancia sigue vigente en muchos de los órdenes de la vida contemporánea.

Al salir del teatro el espectador se lleva la presencia de un drama que trasciende su época y se convierte en la representación de la libertad como derecho humano en cualquiera de sus manifestaciones. Habría que recordar cierto pensamiento anarquista del propio Wilde que no aceptaba reglas impuestas por la moral.  “El mejor gobierno para un artista es el que no existe” profiere Vidal devenido en Wilde. En el terreno afectivo y sexual del escritor irlandés y en las limitaciones que impone la intolerancia actual en lo político, lo religioso y lo ideológico, la defensa de la libertad se convierte en una necesidad ineludible. Kaufman y Hausmann y Vidal y  todo el equipo han logrado elaborar un discurso humanista que primero conmueve y luego motiva la reflexión. Muy buen teatro que habla de la calidad de nuestros creadores. Además, el teatro Escena 8 brinda buenas instalaciones y comodidad para el público.

ACTOS INDECENTES, de Moisés Kaufman. Una producción de Palo de Agua. Dirección: Moisés Kaufman y Michel Hausmann. Producción general: Yair Rosenberg. Producción ejecutiva: Michel Hausmann y Yair Rosneberg. Iluminación: Elizabeth Adams. Escenografía: Edwin Erminy. Vestuario: Eva Ivanyi, sobre el diseño original de Kitty Leech. Elenco: Javier Vidal, Juan Carlos Alarcón, Karl Hoffmann, Rolando Padilla, Fernando Yvosky, Delbis Cardona, Christian McGaffney, Elvis Chaveinte y Eben Renán. En el teatro Escena 8, en la calle La Guairita con calle Hípica, en Las Mercedes. Los jueves y viernes las funciones son a las 8 de la noche, los sábados a las 6 de la tarde y las 9 de la noche y los domingos sólo a las 6 de la tarde. Los boletos cuestan 125 bolívares.

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