Una soleada mañana, caminando por las calles de Florencia, en Italia, los integrantes de una delegación de opositores venezolanos se toparon repentinamente con el politólogo, filósofo, escritor y diplomático italiano Nicolás Maquiavelo, considerado como el Padre de la Ciencia Política Moderna. Impresionados por las credenciales del personaje, rápidamente le propusieron contratarlo como asesor político del movimiento opositor de nuestro país.
Sobre el particular, Maquiavelo les dijo que en sus análisis utiliza un método que se fundamenta en una base realista que toma en consideración el comportamiento humano y la situación política tal como son y no como deberían ser. En tal sentido, bajo tales premisas examinaría la situación de Venezuela.
Inmediatamente, refiriéndose a las negociaciones entre el régimen y la oposición, señaló lo siguiente: «en las deliberaciones en que está en juego la salvación de la Patria, no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que salve la vida de la patria y su libertad». Más adelante agregó «yo creo que lo principal en esta conversación entre nosotros es que ustedes conozcan mi pensamiento sobre cuáles deberían ser las cualidades de un buen líder y cómo debe comportarse para aspirar a ser el mejor. A mi juicio, esto se consigue mediante la astucia, la inteligencia y/o el pragmatismo».
»Por todo ello, antes de considerar la interesante oferta que me proponen, permítanme formularles algunas reflexiones y ciertas preguntas cuyas respuestas u omisiones determinarán mi decisión:
»¿Cuál creen ustedes que es su responsabilidad principal en estos tiempos de pandemia, colapso de la economía, el desplome de los servicios básicos, el desempleo, el futuro de los jóvenes, la inseguridad, la destrucción del sistema de salud, la indetenible corrupción, etcétera, que asolan y han asolado a su país?»
Por otra parte, les remarcó que en sus actuaciones «ustedes, los líderes, deben tener coherencia entre lo que dicen, hacen y lo que la sociedad espera de vosotros. Deben ejercer funciones de fiscalización, sin concesiones de ninguna naturaleza, de las actividades del régimen; legislar en todas las instancias sobre cuáles han de ser las políticas que convienen al país. Pero, desafortunadamente, tengo la impresión que lo que recibe el pueblo venezolano de ustedes, es todo lo contrario: una oposición enredada en sus ambiciones personales y en las propias y difíciles circunstancias por las que atraviesan las organizaciones políticas a las que pertenecen.
»Cuando ustedes asumen un liderazgo que nadie les ha otorgado, ¿cuáles son las motivaciones que los impulsan? ¿Tener poder? ¿Ganar fortunas? ¿Por prestigio personal? O ¿para cualquier otra cosa? Yo creo que esos son propósitos individuales y que no hay un propósito superior que anima lo que ustedes hacen. Entonces, ¿se trata acaso de cuidar los compromisos que asumieron para llegar al liderazgo? Me refiero a los compromisos con su organización política, con sus amigos, con sus parientes, con los que les financiaron la campaña política. Sobre este tópico debo advertirles que con el cumplimiento de esas ‘obligaciones’ aparecen las incongruencias y el tipo de conducta que aleja a la ciudadanía de la política y que contribuyen al descrédito y el rechazo del sistema democrático y de sus líderes.
»¿No creen ustedes que el desafío más grande de los venezolanos es realizar una auténtica reforma política, que comprenda lo institucional, lo conceptual y el establecimiento de principios éticos si es que quieren vivir en una democracia eficiente, justa y de equidad? Entonces, ante unas elecciones en ciernes ¿cómo son los candidatos y cómo fueron elegidos? ¿Conocen los electores a los partidos, sus plataformas y los programas? ¿Cómo le garantizan al país que no van a usar la democracia para atender los intereses particulares que se sabe ustedes defienden?
»Muchos de ustedes están en la política para ascender socialmente, para cuidarse las espaldas por los errores cometidos, para hacer dinero y tener solvencia económica, pero en ninguna parte he visto que están allí para asumir el compromiso de cambiar al país, para propender a la equidad, para mejorar la educación, la salud, el medio ambiente, erradicar la corrupción, etc. Les exigen a los ciudadanos votar, pero, a su vez, no se comprometen a ser responsables en el ejercicio del poder para salvaguardar la democracia.
»Permítanme recordarles que, por ejemplo, hace varias décadas el Pacto de la Moncloa, que en su momento se suscribió en España, logró una transición democrática que le puso fin a una dictadura que tenía casi cuatro décadas usufructuando el poder. Esta inteligente y estratégica acción del estamento político español, rehízo la institucionalidad y cambió conceptualmente la visión de la política, lo que le permitió a ese país superar el aislamiento y ubicarse en el sendero de la modernidad.
»Ustedes, a mi parecer, no están cumpliendo ni cumplen con los requisitos mínimos indispensables que exijo para darles mi asesoría, por lo tanto, muy a mi pesar me veo obligado a declinar vuestra atractiva oferta.»