Requezes: «El deterioro del sistema de recursos humanos en Pdvsa se produjo en forma gradual y se desarrolló en forma paralela al proceso de partidización de la industria».

Esta conversación con el gerente venezolano de larga trayectoria en el manejo de los recursos humanos de empresa públicas y privadas, especialmente enel área petrolera,  se llevó a cabo en Madrid, en 2003. Venezuela ya transitaba las rutas del chavismo, había sucedido el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y Pdvsa comenzaba su declive definitivo. Esta es su segunda y  última entrega.

Si hubiese que evaluar el grado de compromiso de esas directivas de Pdvsa con la gente y el sistema de RRHH. ¿Cómo posicionaríamos a cada una de ellas? ¿Podrías evaluar su compromiso del 1 al 10?

Las directivas que presidieron Pdvsa durante los diez años que forme parte de ellas (84-94), mostraron un altísimo compromiso con el personal de la industria y con el sistema de RRHH. La mejor prueba de lo que afirmo es que puedo contar con una sola mano aquellos proyectos presentados por la función de recursos humanos al Directorio de Pdvsa que fueron rechazados. Si consideramos el carácter intangible de la función de recursos humanos y la orientación rentista que priva en todo Directorio de Pdvsa que le obliga a solicitar una estimación de tasa interna de retorno a cada proyecto, tendremos que concluir que la experiencia mencionada fue muy positiva.

¿Cuándo, porqué y cómo se produce la ruptura con el sistema de administración de RRHH, ese alejamiento del compromiso y respeto de una manera de seleccionar a la gente? ¿Fue de un solo plumazo o un proceso paulatino?

El deterioro del sistema de recursos humanos en Pdvsa se produjo en forma gradual y se desarrolló en forma paralela al proceso de partidización de la industria. Uno de nuestros mejores líderes formado en las filas de la función de recursos humanos, Alberto Quirós Corradi, fue muy certero al pronosticar en los años cercanos a la nacionalización que eventualmente la partidización de la industria se originaría desde adentro. Yo agregaría que quizás el ‘talón de aquíles’ del sistema meritocrático de administración de recursos humanos consiste en que aquellos integrantes, bien sean trabajadores, militares o clérigos, que llegan a conocer que no tienen potencial para escalar dentro de la jerarquía de la organización a la velocidad deseada buscan apoyo en elementos exógenos que, teniendo poder para hacerlo, intervienen para burlar los principios, valores y pautas de esa meritocracia. Y sabemos que en política no hay regalos.

En Pdvsa comenzó a sentirse esa irregularidad en la década de los ochenta, con efectos destructivos en el sensible sistema de recursos humanos. Como parte de este proceso gradual de destrucción del sistema de recursos humanos, ‘el puntillazo’ se produce durante la siguiente década cuando un cambio de partido de Gobierno propugna un cambio total del Directorio. Era reconocido internamente que el cambio de sus miembros era lógico y oportuno, pero lamentablemente los nuevos directores que fueron designados por el nuevo partido de gobierno no figuraban en la lista de candidatos que Pdvsa, respetando las pautas, tradición y procesos del sistema meritocrático, presentó a la consideración del Presidente de la República, único autorizado y responsable para hacer esas designaciones. La inoportuna designación de los vicepresidentes de las filiales, todos con indiscutibles condiciones y potencial para ocupar esas posiciones directivas de Pdvsa más adelante en su carrera, pero no en esa oportunidad, dio un golpe mortal al sistema meritocrático al ‘baipasear’ a los candidatos a quienes les correspondía esos nombramientos de acuerdo con el programa de sucesión de la industria. Este desafortunado incidente tuvo un grave efecto de resonancia, cuyas vibraciones llegaron hasta el último nivel jerárquico de la industria petrolera y en su trayecto impactó negativamente el nivel de credibilidad en el sistema. Es cierto que el sistema meritocrático tolera ‘baipases’ en casos excepcionales, pero por diseño rechaza ‘baipases’ colectivos. De esa fecha en adelante el trabajador petrolero perdió toda confianza en un sistema que llegó a ser el eje de la filosofía de administración de personal de la industria.

¿Cómo caracterizarías ese periodo de rupturas? ¿Cómo comienzo del fin?

Las designaciones hechas en el período mencionado no fueron solo designaciones políticas, como podrían calificarse una que otra designación hecha en fechas anteriores; estas fueron designaciones para partidizar a la industria, hechas directamente por el ministro del ramo quien posteriormente no titubeó en pasar facturas que mermaron fatalmente las finanzas de la industria. Desde adentro y con apoyo del Ejecutivo se destruía el blindaje que el mismo legislador del 75, los partidos políticos y la propia industria petrolera habían diseñado e instrumentado para protección de la industria y para beneficio de la Nación.

¿Hablas de un harakiri petrolero? ¿Crees entonces que tuvimos un suicidio colectivo?

La patología que la industria petrolera mostraba después de ese lamentable incidente era susceptible de remediarse, pues se disponía entonces de suficientes anticuerpos como para que una buena terapia intensiva les permitiera hacer el milagro. Pero no sucedió así, sino que el paciente continuó agravándose con una acelerada reducción de anticuerpos y la consiguiente multiplicación de infecciones.

Cuando las actuales autoridades del país llegan al poder en 1999, consiguen una industria petrolera con sus finanzas menguadas, con directivos petroleros que no comulgaban con sus planes políticos y deciden cambiarlos con políticos de su confianza. También se consigue con niveles gerenciales que habían sido ya diezmados y peligrosamente debilitados con la justificación de una serie de reorganizaciones que resultaron ser dogmáticas, incapaces de reconocer la trascendencia de preservar el blindaje contra la invasión política-partidista.  Sólo los cuadros técnicos estaban prácticamente intactos.

La nueva directiva de Pdvsa, al confrontarse con una larga paralización nacional de actividades que prácticamente inmovilizó la industria petrolera y que respondía más a motivos políticos que laborales, reaccionó irreflexivamente y decidió terminar lo servicios de cerca de 40% de la fuerza laboral de la industria petrolera, a sabiendas de que tal decisión incapacitaría a la industria para continuar operando con un aceptable nivel de eficiencia. Parecía un acto de sadismo, que antes de intentar una sanción que propiciara la rectificación de los ‘parados’ se fue directo a la sanción máxima. La misma empresa, aún más, la misma directiva estaba llamada a sufrir las consecuencias de tan irreflexiva decisión, la decisión de terminar en un corto tiempo e indiscriminadamente los servicios de 700 de sus 1.000 ejecutivos, 12.000 de sus 20.000 gerentes, técnicos y profesionales y 4.000 de sus 25.000 obreros. Daba la impresión que ante un sentimiento de impotencia, de incapacidad, de vergüenza, de incomprensión, de derrota, la empresa decidió inmolarse. Los directivos podían haber reconocido su incapacidad para corregir la situación y haber renunciado a sus cargos; hubiera equivalido a un suicidio, pero en su lugar decidieron infringirle una sanción mortal a toda la empresa y escogieron el ritual japonés del harakiri. Con ello tiraron por la borda lo que algunos han estimado en 225.000 años de experiencia; una experiencia única y valiosísima en un país donde no abunda.

¿Crees en la resurrección personal?

Si, creo en la resurrección… el Día del Juicio Final.

¿Y en la de Pdvsa?

La Pdvsa que nosotros conocimos no volverá a existir. Yo agregaría afortunadamente, porque soy de los que piensan que las instituciones que logran trascender en el tiempo son porque cambian en forma permanente para adaptarse a las nuevas situaciones, preservando siempre su misión y sus principios medulares. Eso sucedió en Pdvsa durante sus primeros veintitrés años. Pdvsa, la que conocimos, cuidó y perfeccionó su ‘disco duro’ mientras hacia las modificaciones que los tiempos aconsejaban. Lamentablemente, en 1999 borraron ese ‘disco duro’.  Quedó el nombre, pero la empresa es otra.

¿Le entregamos la industria a las concesionarias de nuevo? ¿Es cuestión de principios o de pragmatismo?

La concesión petrolera es un concepto caduco y no lo veo resurgiendo en una Venezuela moderna y totalmente distinta a la de comienzos del siglo pasado. Tarde o temprano, sin embargo, nuestro gobierno tendrá que sentarse a negociar con los agentes de los centros financieros internacionales y con las grandes empresas petroleras multinacionales para asegurar el capital y la asistencia técnica que nuestra realidad exigirá cada vez más; ese mismo capital que producía nuestra industria petrolera y esa misma asistencia técnica que le proveían los 18.000 venezolanos que en un momento de locura fueron despedidos. El agravante de tal liquidación es que al desviar el capital que la industria necesitaba para seguir desarrollándose y al decapitarla, el gobierno perdió la capacidad de negociación que necesitará para sentarse con los bancos y las transnacionales.

¿Cómo ves a Pdvsa a lo largo del siglo XXI? Lo pregunto por lo de la energía, alguien, creo que fue Yamaní comentó que la Edad de Piedra expiró y no fue por falta de piedras.

Para mi hay dos escenarios petroleros posibles: uno donde el gobierno ni lava ni presta la batea y otro donde un gobierno progresista se pone a tono con las nuevas realidades.

En el primer escenario, el gobierno mantiene el control de la empresa estatal como proveedor necesario y único de los ingresos que necesita la ‘revolución’, mantiene solo el nivel suficiente de producción sin ningún intento de maximizar la rentabilidad de la industria petrolera y desprecia el talento y la experiencia petrolera local. Es decir, una mala versión del caso de Libia. En ese escenario, Pdvsa se limitaría a ser un productor de divisas a corto plazo (cash cow), eliminaría gradualmente los actuales convenios de producción con empresas multinacionales, se apoyaría sobre tecnología muy costosa de esas mismas empresas y se convertiría en un gran centro de corrupción nacional. La Pdvsa que resulte de este escenario tendría una vida útil muy corta y retrotraería la economía nacional a épocas casi pre-petrolera.

En el segundo escenario donde el gobierno se ‘pone a tono con las nuevas realidades’, Pdvsa pasaría a ser una empresa estatal de energía, con una producción propia de petróleo marginal, con la responsabilidad de desempeñar un importante papel de coordinación y control en materia energética, con nuevas responsabilidades en el campo, en una Venezuela donde gran parte de la producción y refinación de crudo y la colocación mundial de sus productos estaría en manos de empresas multinacionales. Estas empresas multinacionales se convertirían en importantes contribuyentes al fisco nacional y, en función de sus costos, conformarían sus cuadros gerenciales, profesionales y técnicos con el personal petrolero venezolano disponible, competente y productivo. La Pdvsa que resulte de este escenario sería una empresa rectora de energía, que lograría aumentar la producción nacional de crudo y productos a través de empresas privadas nacionales y extranjeras, sería también factor de desarrollo nacional y por esa vía empezaría a borrar el nefasto Factor Venezuela (Juan Pablo Pérez Alfonso) que ha propiciado en buena parte nuestro subdesarrollo.

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