La banalidad del mal como inspiración: Castro y Chávez.

Al enjaular a la directiva de Fundaredes, el régimen castrochavista certifica de nuevo su fija naturaleza totalitaria, represivo método igualmente fascista en izquierdas y derechas.

En los tres volúmenes de su obra Los orígenes del totalitarismo (publicados entre 1951-1955) Hanna Arendt horadó los cimientos teóricos que sustentan las prácticas del racismo antisemita, la expansión de los imperialismos colonialistas y con más énfasis en el siglo XX los totalitarismos de Stalin y Hitler. Hoy agregaría los de Fidel Castro-Hugo Chávez, pues se trata del mismo régimen con sus variantes de geografía, historia, tradición y costumbres sumando los invasivos medios tecnológicos de la era Ciber.

Monarquía, dictadura, teocracia, tiranía y autocracia son gobiernos autoritarios centrados en la voluntad personalista del hereditario rey, el caudillo populista, el sacerdote opresor, el déspota sanguinario, el líder narcisista abusador y todos ellos se sirven del poder absoluto marcado por sus propias leyes que justifican como dinastía intocable, mandato popular, ordenamiento divino sagrado y deber patrio. Separados o en fusión los une idéntico propósito: imponer su voluntad mediante las armas bélicas otorgadas a esclavos, súbditos, huestes, organismos, partidos y cofradías religiosas, mafias particulares hoy transnacionales en nombre de dioses terrenales y celestiales. Son mayoría planetaria al servicio de neoimperialismos convictos y confesos en auge.

El castrochavismo configura esos rasgos en la totalicracia regional: racismo ideológico que discrimina como traidora de la patria a la democracia presidencial y parlamentaria, un fin al que se llega por medio del voto negociable con promesas incumplidas una vez obtenido el derecho a disponer totalmente de las instituciones, vidas privadas, bienes del Estado y de la sociedad. Los sucesivos montajes electoralistas son el instrumento principal de esa instalación invasiva macabra —venta de territorios nacionales y propiedades públicas a terroristas y narcotraficantes, torturas, prisiones, masacres, ejecuciones, hambrunas— infierno fabricado por élites criminales. Pudiera desaparecer si al generalato los enfrenta un numeroso grupo de cuadros medios de la misma fuerza armada o por un aliado poder foráneo especialista en comandos de intervención quirúrgica precisa para su entrega a tribunales penales de rango internacional.

La revolución soviética sacó a Gorbachov y luego de simulacros resucitó al zarismo mezclado con la KGB, modelo de ida y vuelta calcado por Cuba, Nicaragua, Bolivia y los ya en puertas a lo ancho y largo de este hemisferio. Totalicracia negociada. ¿Lo saben ambos opositores del nuevo CNE anticonstitucional escogido por sus adversarios y los jefes partidistas adictos al voto que no elige, los exdiputados y dirigentes que vuelven para postularse en un sufragio ilegítimo contra su enemigo armado hasta las uñas, los funcionarios defensores de los derechos humanos a nivel de la ONU, el modernizado mercader PSOE que preside a la Unión Europea? Si no lo saben, ejercen cargos inmerecidos y si lo saben pero limitados a denuncias inservibles, acaban complicitados.

En el caso de Estados Unidos de Norteamérica y su democracia ejemplar, hoy en peligrosa crisis, siguen pasivos por descuido, desinterés o malos cálculos y no procede a salvaguardar con hechos concretos su llamado por los comunistas “patio trasero”, mientras se concentra en también negociables sanciones financieras a 14 multimillonarias fichas criminales del régimen que día a día acrecentan sus delitos de lesa humanidad. Esa tardanza y la inoperancia de la OEA, que para ser operativa debería configurarse solo con países democráticos, favorece a la totalicracia latinoamericana. Los Gulags y Auschwitz ahora son La Cabaña habanera extendida hasta la Patagonia con su centro neurálgico en el caraqueño Fuerte Tiuna por ahora carnal del Palacio de Miraflores.

Por cierto, especialistas en la materia opinan que el trozo del ‘patio trasero’ que corresponde a la ex Venezuela es cada día más apetecible para Estados Unidos si se cumple el plan demócrata de reparar la infraestructura de sus estados, pues su actual petróleo obtenido por el sistema fracking ocasiona severos problemas climáticos y para ese megaproyecto no abastecería sus requerimientos por lo que recuperada la democracia venezolana su mene cercano más barato sería buena inversión de beneficio para dueños y clientes. Es que la política y el interés van al campo todos los días.

Volviendo al tema de esta nota. Lo advirtió hace setenta años Hanna Arendt en todos sus publicados estudios. Su frase “la banalidad del mal” significa burocratizar militarmente el odio político discriminatorio en todos los ámbitos estatales y privados como ley de leyes. Es así como la totalicracia elimina de raíz el sistema democrático infiltrándolo sin pausa en su columna básica, se apropia del poder electoral directo y secreto de la auténtica voluntad mayoritaria, lo compra con sobornos, ofertas y dádivas, le transforma el voto en herramienta de su propia destrucción.

En el paisaje inmediato no asoma ningún equivalente a Winston Churchill, capaz de accionar una fuerza militar de países libres aliados, factor imprescindible para liberar a Centro y Suramérica de este pulpo que avanza destructor, solución que sin falta requiere del país considerado primera potencia mundial.

Filósofos, economistas, politicólogos, historiadores y psicoanalistas lo analizaron a fondo y está registrado: democracia y totalicracia nunca jamás pueden coexistir.

alifrei@hotmail.com

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