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En los últimos tiempos una gran cantidad de venezolanos han recalado aquí, consecuencia directa del caos en Venezuela.

Querámoslo o no, Miami es un nombre que ha estado siempre asociado a Latinoamérica, a lo latinoamericano. Hace cincuenta años no era un peladero de chivos —aquí no hay— pero sí era monte y cocodrilos, y los viejitos gringos venían a pasar sus últimos días aquí, debido a su clima menos inclemente —aunque ardiente— que el resto de los estados pegados, tanto que se ganó el título de ‘La antesala de Dios’, pues era donde se alojaban antes del viaje definitivo.

A partir de ese hace medio siglo, la cosa empezó a cambiar gracias a los buenos oficios del Sr. Castro. Los cubanos comenzaron a huir a borbotones de la paradisíaca isla y por cercanía —está sólo a 90 millas de ella— aterrizaron o maretizaron aquí.  Era lo más cerquita que había, donde más fácil de llegar y además tenía un clima parecido. Y los cubanos se asentaron aquí para siempre, construyeron una segunda patria, una nueva capital de la cubanidad —Little Havana, la llamaron— y trataron de reconstruir su vida aquí, rehaciendo lo que habían perdido, en costumbres, propiedades, gastronomía y demás. Vinieron millones y aquí se quedaron.

Los cubanos no son muy dados a llevarse muy bien con el resto de los latinoamericanos y, de alguna forma, se fueron asentando en todas partes. Los viejitos gringos quedaron en un segundo plano. Miami se cubanizó, se convirtió en la otra Cuba, tanto que en algún momento se enfatizó en un chiste —de mal gusto, pero chiste al fin— al decir que Cuba era el país más grande del mundo, pues tenía su población en Florida, el Gobierno en Moscú y el resto en la isla.

Y Miami explotó, comenzó su crecimiento hasta hoy en día. Los cubanos pueden estar orgullosos de haber sido la materia prima que promovió eso. El pequeño Miami comenzó a ser big, y ya más nadie lo paró. Cada vez lo es más. Pareciera que no tiene fin. Miami crece y crece. Claro que lo que es propiamente Miami —o su condado Miami Dade— no se basta, y sigue creciendo hacia todas partes, hacia Broward, hacia Kendall, everywhere. Pero la fuerza de la costumbre hace que las personas digan que viven en Miami, cuando en realidad están alejados treinta minutos o una hora de ese condado. Vivir en Florida se ha convertido a vivir en Miami, y muchos lo dicen automáticamente.

Los cubanos, como todos los seres humanos, se multiplicaron y con el transcurso del tiempo se convirtieron en cubano-americanos, y fueron copando todos los puestos que la comunidad propiciaba, desde alcaldes hasta senadores. Lo que siempre le faltó fue la gobernación, nunca ha habido un Gobernador de Florida cubano o descendiente de ellos. Los gringos como que no le han permitido llegar hasta allá, un poco como que está bien, pero no se pasen.

Los políticos cubanos que han ascendido socialmente, siempre lo han hecho basados en el anticastrismo, es el combustible que los aúpa. En venderse como víctimas del comunismo cubano, aunque no lo sean, como el senador Rubio, cuya familia se asentó en EEUU mucho antes del castrismo. Pero no importa, el anticomunismo vende y muy bien, por lo menos en Florida. Y la gigantesca comunidad cubana los sigue y los elige.

Pero volvamos al Miami, el Mayami latinoamericano, como muchos le dicen.  Debido a una serie de factores, su clima privilegiado, sus playas, sus malls, su Orlando disneysiano, y por ser el punto más cercado de EEUU a todos los demás países del sur, se convirtió en el destino imprescindible de Latinoamérica. Toda América Latina se volcó acá. Era y sigue siendo el destino privilegiado e inmediato de todos los países del resto del continente. Es la meta y el sueño de toda la clase media. Es difícil encontrar a alguna familia con un cierto poder adquisitivo que no la haya visitado.

Todo esto ha producido un boom que pareciera que no va a terminar nunca. Tanto que de alguna forma se ha convertido, incluso para muchos, en una meta, más que un tránsito. Y ese fenómeno, aupado y justificado por la inseguridad económica, jurídica y política, común a casi todos los pueblos latinoamericanos, ha hecho posible el permanente crecimiento de Miami. El periodista Martín Caparrós lo definió claramente cuando dijo que Miami no era la capital de Latinoamérica, sino ‘el’ capital de Latinoamérica, todo aquél que tiene algunos dinerillos ahorrados, prefiere ponerlos a salvo y comprarse una propiedad aquí, que tenerla en cualquier otra ciudad. El éxito de Miami es el fracaso de los países del continente.

Miami se convirtió en un sitio variopinto, hay de todo. En algún momento de auge económico ruso, un sector de ellos comenzó a comprarse propiedades en la costa, y puede que se encuentre un buen número de argentinos y sobre todo brasileños, eso sí, pocos, poquísimos chinos, en proporción, tomando en cuenta que ellos son muchísimos. También una comunidad muy grande de haitianos, hasta hay un sector que se llama Little Haiti. Lo que sí es difícil de encontrar son puertorriqueños, ellos y los cubanos no se quieren, no sé muy bien por qué. El millón y pico de habitantes de Puerto Rico que salió despavorido de la isla después de los huracanes y la falta de empleo, siguió derechito a Orlando o a Nueva Jersey, pero no hicieron asentamiento aquí. Tengo la hipótesis, no demostrada desde luego, que es una competencia a ver quiénes merecen más los privilegios de ser norteamericanos. Los de Puerto Rico lo son por ley y los cubanos para no quedarse atrás tienen su Ley de Ajuste Cubano que los protege, pero allá ellos y sus encuentros o desencuentros.

En los últimos tiempos una gran cantidad de venezolanos han recalado aquí, consecuencia directa del caos en Venezuela. Cifras exactas no existen, pues muchos vienen como turista y se quedan, pero ya se habla de medio millón. Hay sitios, como Doral, que han comenzado a ser llamados Doralzuela, debido a la presencia masiva, no sólo de individuos sino de restaurantes y negocios típicamente venezolanos. Los cubanos de alguna forma han sido benévolos con los venezolanos, de alguna manera los sienten víctimas del mismo mal y eso los ha hecho ser solidarios, veamos cuánto dura ese bienvenidismo, siempre y cuando no conlleve una pérdida de poder para ellos.

En todo caso, esto no es más que un resumen a vuelo de pájaro, de lo que ha sido Miami, sobre todo en su aspecto poblacional, dejo para uno otro profundizar en diferentes aspectos de la vida aquí. Mientras tanto, creo que ya debería abrirse un espacio a la avalancha de peruanos que sospecho que también recalarán aquí.  Algunas cifras hablan de una salida de 8 mil millones de dólares de ese país andino, como en casi todos los casos anteriores, estemos seguros que la mayoría de ellos aterrizarán aquí. Porque, además, si vives en Miami ni hablar inglés necesitas. Speak English es un plus, útil pero no imprescindible.

 

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