Las movilizaciones y protestas sociales durante el 2021 volvieron a los niveles prepandemia.

Cuando las hipótesis sobre una recuperación económica volvían al ruedo y la esperanza en la vacuna encendía expectativas, la información sugiere, una vez más, que el optimismo debe revisarse fríamente.

Las proyecciones de la OCDE apuntan que a los países emergentes les tomará entre uno y cuatro años recuperar el PIB per cápita que tenían en la prepandemia. El camino será más largo de lo esperado.

Al pensar la recuperación, a menudo solo se pone el foco en la economía, como si fuera el único ámbito donde la pandemia hubiera impactado. ¿Pero cuál ha sido el impacto social y político de la pandemia en América Latina? ¿Cómo queda el vínculo entre la sociedad y la política luego de esta crisis?

La crisis del covid-19 llegó en el momento en que se estaba gestando la tormenta perfecta, con tres corrientes de descontento en alza: malestar social, desafección política y pesimismo económico.

El malestar social se explica por un deterioro estructural en las condiciones materiales de existencia. A finales del 2010, América Latina cerraba una década en la que se redujo sustancialmente la cantidad de personas que vivían en pobreza (del 43,9 % al 31,7 %). Diez años más tarde no hubo avances sino retrocesos. Durante el 2020, más de 20 millones de personas vieron empeorar críticamente su situación social. Para encontrar un índice de pobreza igual al actual (33,7 %) hay que irse 12 años atrás.

América Latina (18 países). Personas en situación de pobreza y pobreza extrema, 1990-2020

Fuente: Cepal.

 

A los crecientes niveles de pobreza hay que sumarles mayor desigualdad. Lo que abruma es la permanente y creciente distancia entre los que más tienen y los que menos tienen. Los actuales niveles de pobreza extrema (12,5 %) son los mismos que hace 20 años atrás. El problema es que se acumulan años de marginalidad estructural y una baja expectativa colectiva de una mejora de la vida en sociedad.

De acuerdo con los últimos resultados publicados por la Encuesta Mundial de Valores, más del 80 % de los latinoamericanos consideran que la distribución del ingreso en su país es injusta y hay una creciente cantidad de personas que declaran que su ingreso no les alcanza para cubrir sus necesidades.

A la percepción de injusticia distributiva y la escasez económica, hay que agregarle la ausencia de un proyecto colectivo en común. América Latina acumula malestares; al social se le suma el político. ¿Dónde canalizar el descontento o esperar una salida, cuando más del 80 % tiene poca o nula confianza en los gobiernos, en los partidos o en el parlamento?

Aprobación media de los gobiernos, confianza en los gobiernos y en los partidos políticos

Fuente: Elaboración propia, basada en Latinobarómetro.

¿Dónde se expresan los reclamos cuando las instituciones públicas y los representantes no generan confianza? En la calle. La ruptura de la confianza entre los partidos y la sociedad llevó a que durante el ciclo 2015-2020 la región registrase un nuevo periodo de protestas sociales y polarización política. [1] Durante buena parte del año 2020 la pandemia impuso una pausa social y política, incluso cierto reverdecer de los gobiernos durante el primer semestre. La pausa trajo expectativas optimistas, y la vacuna, el avistaje de «luz al final del túnel». Meses después, la realidad se encarga de volver humoradas a los presagios optimistas.

Las movilizaciones y protestas sociales durante el 2021 volvieron a los niveles prepandemia. Que sea cada vez más frecuente que la sociedad salga a la calle no solo habla de un malestar social sino de la ausencia de un vehículo de expresión institucional. Estos reclamos no consiguen ser representados por el sistema de partidos existente ni por los liderazgos vigentes.

Un dato del último estudio de la Encuesta Mundial de Valores ilustra el punto. El 80 % de los latinoamericanos creen que su país es gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio, número que aumentó en 20 % en comparación a la anterior medición. Mientras los gobiernos entienden a la política como el medio que usa una sociedad para conseguir sus fines, la sociedad ve a la política como el medio que usan los políticos para reproducir su propio orden.

En este contexto, hablar de la pospandemia es querer mirar adelante sin mirar el presente. Una esperanza vaga, algo ciega pero llena de sueños, se mantiene encendida en una región donde la realidad es un astringente de ilusiones. El optimismo que profesan algunos gobiernos debe ser procesado a través de la lente de sociedades con malestar creciente y expectativa menguante.

Nota:

[1] Según datos del Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED), en el último cuatrimestre de 2019, América Latina tuvo un pico de protestas y movilizaciones que se contabilizaron en 4.694 eventos. La información puede consultarse en acleddata.com.

Augusto Reina. Politólogo. Consultor político. Director de Doserre. Presidente de @AsacopArgentina. Coautor del manual de marketing y comunicación política «Acciones para una buena comunicación de campañas electorales» (KAS, 2013).

Publicado originalmente en https://dialogopolitico.org

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