Isabel Díaz Ayuso utilizó permanentemente en su campaña el tema Venezuela y su realidad, y creo que de alguna manera eso la ayudó a una victoria contundente.

Hace unos días aconteció en España un episodio con muchas significaciones: las elecciones en la comunidad de Madrid. En la campaña previa y en las consecuencias de estas votaciones estuvo sumamente involucrada otra realidad: la venezolana. Venezuela, su situación actual y muchos portadores de esa nacionalidad, la han convertido en un tema fundamental en la realidad española.

La lista de acontecimientos ligados a la venezolanidad en España es larga. Hay circunstancias positivas y otras negativas vinculadas en este contexto. Hay que tomar en cuenta que España y Venezuela siempre han estado cercanamente vinculadas, no sólo porque en su momento fueron colonia y colonizadores, sino por su cultura, por un idioma común y porque entre ambos países siempre ha habido un intenso volumen de intercambio poblacional.  Venezuela recibió durante la segunda mitad del siglo XX una gran cantidad de exiliados españoles, a raíz de la guerra civil, que se constituyeron siempre en la más grande porción de extranjeros en Venezuela, todos los cuales echaron sus raíces en la América de entonces y la convirtieron en su patria y la de sus descendientes.

El siglo XXI y su malhadado supuesto socialismo, produjo el camino a la inversa.  Una cantidad similar de ciudadanos venezolanos lo emprendieron, muchos aprovechándose de su doble nacionalidad y otros como simples inmigrantes en busca de una mejor vida, dada las condiciones desastrosas actuales en Venezuela.

Hay venezolanos en España de todas las categorías. Si bien la mayoría está en la búsqueda de instaurarse como habitantes normales de una sociedad hoy en día mucho más desarrollada que la destruida Venezuela, también podemos encontrar —y lamentablemente en gran cantidad— una serie de personajes siniestros que fueron, y algunos siguen siendo, cómplices y testaferros de las vagabunderías del chavismo. Las historias sobran, los escándalos vinculados a ellos han sido públicos y notorios.

En el apogeo del socialismo del siglo XXI y los delirios de grandeza de Chávez y sus socios del Foro de Sao Paulo, España siempre estuvo entre sus objetivos, para lo cual los petrodólares venezolanos sirvieron para financiar y aupar algunos movimientos políticos y sobre todo a dirigentes que aprovecharan algunas dificultades en la realidad española para incidir socialmente y lograr una especie de cuña dañina en la política. Un ideal de Castro que siempre utilizó a Chávez y el dinero que robaban para esos fines. Podemos fue el resultado de eso.

En lo que corresponde a Venezuela, ha habido dos Españas: una solidaria y comprensiva de lo que está ocurriendo y otra encubridora y desvergonzada de las marramuncias.  En este segundo caso es notoria no sólo la complicidad sino el aprovechamiento de personajes como Zapatero o el mismísimo embajador de España en Venezuela durante su gobierno, Raúl Morodó, acusado de componendas financieras más cercanas al robo que a la actividad lícita. La lista es larga y esa confabulación ha servido para incluso proteger a personas siniestras como el ‘Pollo’ Carvajal, la enfermera de Chávez y su marido y tantos otros que aposentaron sus dineros mal habidos en España, muchos convirtiéndolos en lucrativos negocios, una forma de lavar esos dineros sucios. Lamentablemente todos estos casos de complicidad han estado vinculados con elementos del gobierno o relacionados con el PSOE, donde la inacción ante muchos de estos, ha producido algo rayano en el delito. Debo señalar que muchos otros miembros del PSOE se han delimitado de esos acontecimientos y han señalado la tropelía imperante en Venezuela, Felipe González entre ellos. Todo esto demuestra que, lamentablemente respecto a lo que sucede en Venezuela, dentro de ese partido no hay una sino por lo menos dos opiniones contradictorias.

Y creo precisamente que esa connivencia entre elementos del PSOE con lo peor de Venezuela, aunado a un terrible manejo de la política —y sobre todo de la pandemia— fue lo que la gran mayoría de habitantes de Madrid le cobró en estas últimas elecciones. Algo similar y mucho más significativo fue lo que ocurrió con Podemos. Prácticamente desapareció, dejándole a una de sus sucursales —Más Madrid— algunos restos de votantes.  Para los venezolanos —para Venezuela— la desaparición de Unidas Podemos, como últimamente se llamaron, es un respiro importante. Pablo Iglesias cumplió su cometido y —como buen zángano— se retiró a disfrutar de su mansión y sus miles de euros mensuales de pensión.  Otro ejemplo más de que muchos de esos pseudo políticos lo único que buscan es el beneficio personal y para nada el de las comunidades que pretenden dirigir.

Isabel Díaz Ayuso utilizó permanentemente en su campaña el tema Venezuela y su realidad, y creo que de alguna manera eso la ayudó a una victoria contundente. Independientemente de la política que ella despliegue en Madrid, por ahora creo que los venezolanos —entre tantas noticias malas— hemos recibido un respirito, ya que muchos cómplices del horror, salieron con las tablas en la cabeza. O incluso, como en el caso de Podemos, a quienes le auguro un futuro similar al que colocaban a su término muchas películas antiguas: The end.

 

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