Frances McDormand y Chloé Zhao recibiendo sus premios de la Academia.

Tierra de Nómadas. Traducción literal de una reflexión excepcional y por excepcional entiendo el plantearnos algo evidente, tan preciso y cercano que no nos dábamos cuenta.

Y quiero recordar a Octavio Paz cuando decía “los americanos del norte son crédulos y los americanos del sur son creyentes”. Diferencia, si creemos que esta reflexión es verdad, determinante en el acontecer de ‘un continente’ o ‘un contenido’, como quizás este film nos trae a esa realidad. O al menos a tratar de entenderla.

Y forma parte del azar —que como todos sabemos no existe— que sea una china —Chloé Zhao— quien nos remite a esta lección espejo, a esta ‘realidad’ evidente pero escondida de los sueños develados de una verdad norteamericana evidente… y como todo espejo nos pone al revés de lo que veíamos ser.

Nomadeland es, a mi entender, ante todo una metáfora, una metáfora endiablada del sentido del ser norteamericano, del sentido del ser siempre un extranjero, un recién llegado, en tu propia tierra. A no confundir con la metáfora cabrujiana de ‘estar siempre de paso’ como nos definió a los venezolanos (americanos del sur y por lo tanto creyentes, como señale antes). No, en cambio ellos llegaron para quedarse y quererse en su propio desconcierto. Más cercano a la situación de ‘crédulos’ que implica la voluntad de creer en el camino que estás haciendo y quienes te acompañan: yo extranjero me apropio del camino y su espacio para ser Yo. No es un avatar que ‘ese país’ dueño del sueño americano está afirmado, confirmado, convertido en el camino de los que lograron llegar a él. Los que lograron formar un cuerpo con ese su espacio. Y es una china en circunstancia quien se los cuenta, se los evidencia, se los demuestra en los más simples ideogramas* de su propio lenguaje ancestral.

Una creadora china y una actriz —Frances McDormand— a todas luces de orígenes escoceses o irlandeses,  seducidas por ese eterno caminar hacia adelante, aunque sea dando vueltas sobre sí mismas hasta encontrarse… quizás, allí donde se acaba el camino. La muerte.

Aseverando quizás que ese es el verdadero sueño americano, nómada en su espacio, viajero de sí mismo, una movilidad que permanece hasta en los que no saben que  son nómadas y pasan de una casa a otra, de una cafetera a otra, de un estado a otro, de una circunstancia a otra continuamente. No hay sino que leer The New York Time, para aceptar la sospecha que entraña la película. Todos aquí en EEUU somos nómadas. Nómadas de nuestro sueño como única manera de construir una realidad que me pertenezca.

*imágenes que hablan.

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