La ciudad comunal seguramente agravará todos los problemas existentes en el país.

En medio de la Covid-19, la crisis económica que no cesa, la hiperinflación, el caos de los servicios públicos, la migración continua, la inseguridad personal por el dominio de bandas armadas y, ahora, el  conflicto en el estado Apure, a Nicolás Maduro no se le ocurre otra idea más interesante que desempolvar el proyecto de la Ciudades Comunales y presentarlo en la Asamblea Nacional oficialista.

En un país donde no funcionan los  dispensarios, ni el alumbrado público, ni el aseo urbano y ni siquiera los semáforos, el jefe del Poder Ejecutivo está muy interesado en que los habitantes se organicen en comunas, antiguo sueño de Hugo Chávez, quien asomó la iniciativa en la fallida reforma constitucional de 2007.

Los obedientes diputados maduristas ya discutieron la primera versión del proyecto, que consta de 59 farragosos artículos. Ahora están ‘consultando’ al pueblo. En la Exposición de Motivos se insiste en que la ciudad comunal constituye la base de una nueva organización político territorial, cuyos principios se orientan a la construcción del socialismo, el autogobierno comunal y el fortalecimiento del poder popular, con el fin de desarrollar la democracia directa y participativa de la cual habla la Constitución.

En ninguno de los artículos de la CRBV se habla del poder popular, ni del modelo socialista. En esa carta se dibuja una nación laica, diversa, inclusiva. Ni capitalista, ni socialista, ni comunista. Al referirse al modelo económico, se destaca el carácter mixto de la  economía, con la participación y cooperación del sector público y privado. En cambio, en el proyecto de Ciudades Comunales se bosqueja una sociedad confesional, donde quien no es socialista pierde sus derechos civiles. La ciudad comunal es como una especie de monasterio medieval, dirigido por monjes encargados de vigilar la correcta aplicación de los principios socialistas. Carlos Marx no se habría atrevido a escribir un texto tan monacal.

El proyecto de ley es un bazar de ideas decimonónicas. Resulta que entre los valores socialistas se encuentran la honestidad, la solidaridad, la inclusión, la democracia y el respeto a los derechos humanos. Irreal percepción de lo que ocurre en Venezuela desde hace más de dos décadas. La honestidad no es un valor que guíe el ejercicio de la función pública. Cadivi y Pdval quedaron impunes. Lo ocurrido con la modernización del tendido eléctrico es otro ejemplo de lo turbio que ha sido el manejo de los fondos públicos. Los informes de Transparencia Internacional Venezuela son demoledores. En una nación donde rigió por años la Lista Tascón y se exige el Carnet de la Patria para conseguir las bolsas Clap y vacunarse contra la Covid-19, hablar de inclusión y democracia  resulta una ironía obscena. De los derechos humanos, basta con citar el caso de Fernando Albán. En realidad, las Ciudades Comunales están concebidas para segregar y excluir a todo aquel que no se identifique con el credo socialista.

La escogencia de la complicada burocracia que se propone para cada ciudad comunal —Arts. 8 y 14— se realizará sin respetar el derecho al voto popular directo y secreto, establecido en la Constitución y en la Ley del Sufragio. La elección de los representantes comunales es de segundo grado y en asambleas, a mano levantada. La propiedad privada también es colocada en entredicho. Uno de los objetivos de la comuna consiste en combatir  el ‘espíritu  capitalista’ y sustituirlo por el ‘espíritu socialista’. Con ese fin, se estimulará la ‘propiedad social directa’, Arts. 56 y 57.

La Ciudad Comunal es un proyecto concebido para desmontar la descentralización, tal como esta fue diseñada por la Copre hace un poco más de tres décadas. Las gobernaciones y los municipios son anulados. En la práctica perderían toda importancia. Maduro retoma los conceptos contenidos en la ‘Nueva Geometría del Poder’, proclamados por Hugo Chávez en 2007. Se empodera a los consejos comunales dotándoles de recursos financieros e, incluso, de una policía comunal —versión venezolanizada de los CDR cubanos—, cuya misión real consiste en espiar a los opositores del socialismo; es decir, del gobierno.

Más que contribuir a crear un Estado comunal, el proyecto introducido en la AN se dirige a crear un Estado descomunal, más autocrático y centralista que el  existente en la actualidad. A través de las ciudades comunales se atomiza la fuerza de la ciudadanía. Se le fragmenta en miles de micro organismos, mientras las instituciones regionales (gobernaciones) y locales (municipios) se debilitan, y la cúspide del Estado (el Ejecutivo) se fortalece con el fin de convertir al Presidente en omnipresente.

La ciudad comunal seguramente agravará todos los problemas existentes en el país. No es una solución, sino un divertimento del gobierno. Un guiño a los sectores más radicales del oficialismo, que acusan a Maduro de neoliberal. No le auguro un destino luminoso a ese desatino. Sin embargo, está allí. Pronto será aprobado por  la AN. Conviene desenmascararlo y enfrentarlo desde ahora. ¡No al socialismo a juro!

@trinomarquezc

Publicado originalmente en https://politikaucab.net

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