Amazon es una empresa que ha convertido a Jeff Bezos, su creador, en el hombre más rico del mundo, y la lógica nos diría que sus trabajadores deberían ser entonces los mejor pagados del mundo.

Hay algo en lo que los comunistas y los empresarios coinciden: el odio a los sindicatos. Los primeros los eliminan y los segundos tratan de persuadirnos de que no son necesarios. Los comunistas usan sus mecanismos agresores y asesinos y los empresarios tratan de convencer a los trabajadores de que ellos están mejor sin los sindicatos. Ambos dicen que protegen a los trabajadores, pero no es cierto.

Todo esto viene a colación debido a que hace unos días se realizó un referendo en una de las múltiples sedes de Amazon, en Alabama, donde se les consultó a los empleados si querían un sindicato o no. Setecientos y pico dijeron que sí y mil setecientos y tantos que no. Triunfó el miedo.

Sencillamente Amazon —el segundo empleador más grande en EEUU— los convenció que no dieran ese paso, que no les convenía, que los trabajadores estaban bien como estaban y que para qué se iban a poner con esa de estar armando un sindicato. Y los empleados decidieron democráticamente que no. Hasta aquí todo bien. Pero…

Para los empresarios, los sindicatos siempre han sido incómodos, por decir lo menos. Fíjense que tienen entre sus objetivos las mejoras de las condiciones de los trabajadores. Y créanme, dicen ellos, que les estamos ofreciendo lo mejor posible, si no les damos más es que no podemos, como empresa siempre hemos deseado el bienestar de los nuestros, y ustedes son como una familia… y todo lo demás.

Pero da la casualidad que tratan de convencer a los trabajadores que no se afilien a nada que los proteja, que no lo necesitan, pero entonces —y he aquí el cinismo— las empresas sí lo hacen, se reúnen en unas especies de sindicatos empresariales, llamados ‘cámaras de comercio’, asociaciones comerciales y cosas por el estilo. Los empresarios apoyándose mutuamente para defender sus intereses, pero ustedes no hagan lo mismo, porque lo de ustedes es otra cosa. En algún momento ser pro sindicato era como ser comunista, un horror. Incluso Hollywood y sus influencias, les hizo su dañito a las asociaciones sindicales, mostrándolas como mafiosas y territorios de los gánsteres. Basta recordar la película Nido de ratas de Elia Kazan con Marlon Brando como protagonista, o cualquiera de las miles en que Robert de Niro siempre actúa de malandro.

En los años cincuenta del siglo pasado, un tercio de los trabajadores de EEUU estaban sindicalizados, hoy en día sólo 10%. Los empresarios han hecho muy bien su trabajo, como Amazon. Amazon es una empresa que ha convertido a Jeff Bezos, su creador, en el hombre más rico del mundo, y la lógica nos diría que sus trabajadores deberían ser entonces los mejor pagados del mundo. Pero no, es que la cosa no es tan fácil, me dirán algún pro-empresario. Veamos la realidad, los trabajadores de Amazon ganan unos 15 dólares la hora, la empresa recalca que eso es más del doble de lo establecido por la ley —miserables 7,25 la hora—. Hagamos unos cálculos elementales.

Si un trabajador de Amazon, gana 15 dólares la hora, trabaja 40 horas semanales, durante las 52 semanas del año, eso significa que gana US$ 31,200 al año. En EEUU si ganas menos de US$ 50,000 al año, estás considerado en un cierto nivel de pobreza y la extrema si andas por los 30,000. O sea, que los trabajadores de Amazon andan ahí ahí. Y, si a ver vamos, en esos 31,000 no estamos considerando los descuentos, seguros, etcétera.

Nicholas Goldberg, en Los Angeles Times, escribe: “American workers around the country need and deserve a union movement protecting them at a moment of historic income inequality and economic fragility” (Los trabajadores norteamericanos alrededor del país necesitan y merecen un movimiento sindical que los proteja en este momento histórico de ingresos desiguales y fragilidad económica). Alguien estableció una proporción muy interesante, el salario mínimo por hora se fijó en 2009.  Si tomáramos en cuenta el valor de mercado de las empresas para ese momento y su crecimiento hasta hoy en día y le aplicáramos el mismo crecimiento al salario mínimo, este debería estar en 2021 en US$ 44 la hora. El porcentaje de trabajadores con ese sueldo es ínfimo. El economista norteamericano y Premio Nobel, Paul Krugman, ha manifestado la necesidad del establecimiento de sindicatos como contrapeso al capital. Es más que evidente que el capitalismo no se autocontrola, la voracidad empresarial no tiene límites, y si no, pregúntenle a Jeff Bezos.

En términos generales Amazon es una empresa que no produce, sino que distribuye lo que otros hacen, es una empresa repartidora, por llamarla de alguna manera.  Reparte de todo por todas partes, cuanto objeto exista. Lo único que no reparte con la misma asiduidad son los dólares.

El inmenso abismo que existe hoy en día en EEUU entre los poquísimos que tienen mucho y los muchísimos que tienen poco, está creando una conflictividad latente que puede ser muy peligrosa y destructiva. Y contrariamente a lo que los empresarios dicen, un movimiento sindical sano y coherente, puede ser un factor de equilibrio para tratar de zanjar ese abismo. El American dream, donde grandes porcentajes de su población podían acceder a un estilo de vida mejor, ha ido disminuyendo hace décadas, y muchísimas voces sabias están haciendo un llamado de alerta.

Un sindicato puede ser un mecanismo —si no se malogra por el camino— para crear mejores condiciones laborales, para ayudar en todos los aspectos a que ese trabajador encuentre los incentivos necesarios para seguir ejerciendo sus tareas satisfactoriamente, entendiendo que las mejoras de su empresa incidirán también en las suyas personales. Y por otra parte protegerlos en sus carencias. Si tomamos en cuenta que EEUU tiene una terrible deuda con su población en lo que respecta a la seguridad social, a la protección de los más necesitados, en salud, educación, vivienda, alimentación. Un movimiento sindical sólido y coherente sería positivo.

A manera de ejemplo, desde que vivo en este país me he dado cuenta de un detalle, quizás menor pero muy significativo, que muchos incluso no han deparado en él, y que me parece sencillamente un horror. El país, como todos sabemos, está lleno de automercados. Pero salvo los de la cadena de origen alemán Aldi, ninguno les suministra sillas a sus cajeros. Pareciera una tontería, pero un movimiento sindical que propiciara mejoras tan elementales como esa, creo que sería muy importante. Son detalles simplemente humanos, muy significativos, que a veces los empresarios se saltan a la ligera. Será que piensan que un trabajador sentado rinde menos.  Incluso en algunos trabajos le limitan los viajes al baño, algo así como que un trabajador meón o con diarrea no es productivo.

Como recomendación final traten de ver una película realizada en 2014 por el actor y director mexicano Diego Luna, llamada Chávez. Aclaro que nada que ver con el monstruo que parió Venezuela, sino que es la historia de César Chávez, que en los años sesenta encabezó un movimiento a favor de la creación de un sindicato que protegiera a los trabajadores agrícolas en California de las injusticias de sus patronos.

Hay dos imágenes que me vienen a la memoria al respecto. Los trabajadores agrícolas, mayoritariamente latinoamericanos, ejercían sus labores bajo el inclemente sol californiano. En los alrededores de las cosechas, los patronos —que por cierto combatían fieramente la posibilidad de la creación del sindicato— colocaban unos vehículos con pimpinas con agua y, aunque ustedes no lo crean, les cobraban a los trabajadores cada vaso de agua que consumieran. Imposible mayor humillación y deshumanización. Para luchar contra esas injusticias es que existen los sindicatos.

Desde el año 2014, el presidente Obama decretó el 31 de marzo de cada año, como día festivo federal, para celebrar el nacimiento de César Chávez, y su legado por los derechos civiles y al movimiento de los trabajadores.

Y como dato gratamente curioso, en una mesa en la parte trasera del escritorio presidencial en la Casa Blanca, además de colocar las consabidas fotos familiares, una de las primeras cosas que hizo el presidente Biden, fue ubicar un busto de César Chávez. Un gesto que dice mucho. Ojalá ayude a que se acabe el miedo.

No podemos olvidar que el comienzo del fin del comunismo en la Europa oriental se debió a la lucha encabezada por Lech Walesa, quién terminó siendo presidente de Polonia y Premio Nobel, un sindicalista.

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