En lo económico no solo es la ley de la oferta y la demanda que ha llevado a varios gobiernos a pagar sobreprecio, sino también la utilización de técnicas de mercadeo, positivo y negativo para controlar el mercado.

Como buscando la piedra filosofal o la fuente de eterna juventud, los gobiernos del mundo van en busca de una vacuna contra la covid-19. Ya en los países desarrollados, en especial aquellos con laboratorios de alta tecnología, sus ciudadanos han comenzado enrollar sus mangas para recibir la posición salvadora.

En occidente los laboratorios que están produciendo las vacunas son privados, aunque han sido financiados por los gobiernos, mientras que en países como China y Rusia, han sido las empresas gubernamentales o semigubernamentales, en todo caso bajo el control de ellos.

Con la alta demanda de las cinco vacunas aprobadas el asunto rebasa el tema científico. Entramos en la ley de la oferta y la demanda, así como en la utilización de ellas como arma política por algunos gobiernos, en especial por los que controlan a las compañías que producen las vacunas. Es la diplomacia de las vacunas.

En lo económico no solo es la ley de la oferta y la demanda que ha llevado a varios gobiernos a pagar sobreprecio, sino también la utilización de técnicas de mercadeo, positivo y negativo para controlar el mercado.

Esto podría explicar lo que sucede con la vacuna AstraZeneca, que ha recibido una propaganda negativa a raíz de que fue suspendida su aplicación en varios países, primero por no cubrir a los mayores de 65 años y luego por complicaciones relacionadas con la coagulación. Aunque ambas cosas han sido resueltas, esto ha bastado para que se cree una visión negativa de la vacuna inglesa y esto afecta al mercadeo internacional de la vacuna más barata y más fácil de manipular.

EEUU y los europeos para favorecer a sus ciudadanos han restringido el uso externo de sus vacunas con controles de exportación. Mientras que los rusos y los chinos, e incluso los indios y ahora los cubanos utilizan las suyas en una diplomacia de vacunas, a fin de ganar influencia política y económica en el mundo.

Las vacunas son las municiones de esta nueva guerra o diplomacia. Así por ejemplo China e India han donado vacunas a fin de aumentar y consolidar su influencia en Asía. Rusia y China se han afincado en el continente africano con ventas y donaciones. En particular China ha donado vacunas a 53 países en desarrollo y vendido a 27. Mientras occidente se ocupa primero de sus ciudadanos, los chinos, rusos e indios distribuyen vacunas para obtener influencias sin haber resuelto las necesidades urgentes de sus ciudadanos. Algo que los gobiernos democráticos no podrían hacer sin poner en peligro su permanencia en el poder.

Aterrizando en Venezuela vemos como esta guerra de vacunas nos afecta. Aparte del uso de la pandemia como mecanismo de control político interno, tenemos nuestra propia realidad polarizada, con un régimen que pone por encima de la salud y bienestar de los venezolanos su permanencia en el poder. A Dios gracias, este primer obstáculo ha sido medianamente vencido pues ha habido un acuerdo entre el régimen y el gobierno interino de Juan Guidó para que podamos tener acceso al Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (COVAX  por sus siglas en inglés) que maneja la Organización Mundial de la Salud / Oficina Panamericana de la Salud (OPS), que nos daría acceso a unos 12 millones de vacunas. A estas se suman a los 10 millones que el régimen dice haber comparado a los rusos y el medio millón que regaló China. Pero aún falta más del doble para inocular con dos vacunas a toda la población. ¿De dónde saldrán las faltantes vacunas?

Ya Delsy Eloina Rodríguez, la ministra múltiple, ahora vicepresidente, informó que las vacunas vendrían de China, Rusia y Cuba. Por cierto, el régimen castrista vacunó a toda la población de La Habana, sin pasar por la aprobación al menos de la OMS. ¡Qué bárbaros! Nosotros también seremos conejillos de india de los cubanos, como fuimos de los rusos.

Además, el régimen prohibió la vacuna más barata y más fácil de manipular —la de AstraZeneca— con base en rumores que no fueron comprobados oficialmente. Incluso Europa —que la había suspendido— volvió a usar la vacuna. Y tuvo el tupé de informar a la OPS que no aceptarían la vacuna AstraZeneca, complicando aún más el problema para Venezuela.

Pero hay más. Sorpresivamente, en la patria del socialismo del siglo XXI, el sector privado tendrá una importante participación. La organización empresarial Fedecámaras informó que se comprarán cinco millones de vacunas rusas, de ellas un millón será el diezmo para el gobierno.

Por ahora esta guerra o la diplomacia de las vacunas la están ganando los gobiernos no democráticos que no se deben a sus ciudadanos y pueden usar su producción para comprar influencias en el mundo.

Así los venezolanos, como muchos ciudadanos del tercer mundo (¿o cuarto?), le deberemos la vida a rusos, indios, chinos, cubanos y a la Organización Mundial de la Salud, esa que ha sido muy criticada por el manejo de la pandemia. Una deuda que seguramente pagaremos muy caro. Esperemos que EEUU y Europa puedan recuperar el tiempo perdido para el bien de la humanidad.

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