Roncayolo: ‘La Ilíada’ fue la primera gran obra que leí por mi propia cuenta, cuando tenía catorce años. La releí años después y me sigue fascinando.

Luis Roncayolo es un joven escritor venezolano, caraqueño para más precisión, residenciado en México desde 2012, luego de terminar una maestría en teoría política en la Universidad de Nueva York.

El año 2020 publicó una novela y un libro de cuentos. Ambas obras las escribió en simultáneo. Sobre ese tema conversaremos luego de conocer algunas intimidades del autor. Primero, ¿por qué escogió México como país de residencia?

—Me llamó la atención México porque había hecho muchos amigos mexicanos en Nueva York. No estaba interesado en regresar a Venezuela, así que visité México y me gustó. En ese entonces su economía estaba mejor que ahora, y como sociedad, sentí que los mexicanos me dieron la bienvenida. Esta experiencia se la transmití a otros amigos venezolanos que llegaron poco después. En los últimos años ha crecido mucho la comunidad venezolana en la Ciudad de México, y ha enriquecido su ya diverso panorama.

Roncayolo obtuvo la licenciatura en ciencia política en la Universidad Central de Venezuela. Llama la atención que alguien con inclinaciones por la literatura no busque la formación académica en el mundo de las letras.

—Lo que ocurre es que yo no veo la disciplina literaria como una profesión sino como una vocación; es algo que hago porque nací con el don y me gusta cultivarlo. No existe tal cosa como una carrera universitaria para ser escritor, y creo que los que intentan hacerse escritores en la universidad cometen un error, porque la universidad nunca te dirá de qué escribir o cómo hacerlo. Te puede decir qué leer y por qué leerlo, pero no qué escribir, salvo ensayos académicos o científicos que no tienen nada que ver con la literatura, ya que ese es otro lenguaje.

Precisa que estudió Ciencias Políticas “porque me apasiona la política desde una perspectiva científica e intelectual. Tengo amigos escritores que casualmente también estudiaron Ciencias Políticas. Todo escritor debe tener algún tipo de formación intelectual, bien sea historia, filosofía, economía, derecho o ciencias políticas. Por algún lado hay que empezar a leer. Yo empecé por la política. Fue lo que me llamó la atención cuando tenía dieciocho años que, honestamente, no es edad para andar sabiendo a qué te vas a dedicar el resto de tu vida. En cierto sentido, los jóvenes improvisan cuando escogen sus carreras. Sin embargo, yo estoy muy contento y orgulloso de haberme formado como politólogo”.

Y como politólogo dice admirar a Nicolás Maquiavelo (1469-1527) Y se refiere al autor de El Príncipe en tiempo presente.

—Maquiavelo es un pensador político de enorme lucidez. No se deja llevar por abstracciones que en política muchas veces no vienen al caso. A veces ocurre que el lector casual no reconoce el valor del pensamiento de Maquiavelo porque se queda en el detalle idiosincrático de la política italiana renacentista. Esos son detalles históricos que no le dicen mucho al lector sobre su propia época. Pero el lector que logra abstraerse de los ejemplos, encuentra un sistema de pensamiento sobre la política que podría catalogarse de científico. Maquiavelo maneja una hipótesis sobre el comportamiento de los políticos que extrae de su propia experiencia, la utiliza para evaluar los ejemplos de la historia, y descubre que su hipótesis logra explicar exitosamente los acontecimientos políticos.

Agrega que “mucha gente se aferra a idealismos, y ven en la política el medio para realizar sus propias fantasías socioeconómicas. Pero esto es ponerse a sí mismos en el centro, y no a los hechos. Por más que nos desagraden los hechos políticos, la única manera de entenderlos es darle prioridad a los hechos sobre nuestras expectativas ideológicas. Eso es lo que hace Maquiavelo con gran lucidez y talento, y el resultado es una teoría que sirve para la praxis política en cualquier época y lugar. Esto permite, a la vez, tener cierta capacidad de predecir el resultado de las acciones políticas, ya que leyendo la política en sus propios términos, y no a la luz de nuestras ideologías, es relativamente sencillo entender cuándo un proyecto va a triunfar o fracasar, o lo que se necesita hacer para que un proyecto triunfe.

“Ese pragmatismo me resulta muy refrescante, porque es un antídoto eficaz en contra de las decepciones y la desesperanza que generan las falsas expectativas. El mundo moderno vive lleno de ilusiones políticas, y la mayoría nunca se cumplen. ¿Por qué? Porque la gente le presta demasiada atención a Kant, Hegel o Marx, en vez de al italiano astuto que sabe mucho más de poder que esos alemanes grandilocuentes. Por ponerte un ejemplo drástico: por hacerle caso a Kant, los ingleses y franceses dejaron a Hitler avanzar hasta que ya era demasiado tarde, y el resultado fue la peor catástrofe de la civilización europea”.

Del politólogo al escritor

Dice Luis Roncayolo que escribe porque “desde niño he tenido una creatividad muy despierta y acelerada, y fue hasta hace unos cuatro años que me senté por primera vez con el objetivo en mente de escribir para publicar”.

De esa sentada salió su novela La Estrella del Simurgh, disponible a través del portal de la editorial Grupo Dauro.

“Como escritor, lo primero que me ocurrió fue un despertar en el interés por escribir historias, de muchos tipos, pero en particular literatura histórica. Al principio eran cuentos donde yo estaba explorando las posibilidades de mi creatividad, y aplicando ciertas técnicas literarias que estaba aprendiendo de mi maestro, el dramaturgo mexicano Ricardo Díaz Muñoz. No tenía intención de publicar, al menos no en ese momento. Mi interés era escribir y qué salía de esto. Cuando sentí que tenía un estilo y una serie de temas más o menos bien definidos, concluí la historia de La Estrella del Simurgh, y tras múltiples revisiones, empecé a buscar algún sello editorial interesado en publicarla, lo cual ocurrió a mediados del 2020, y estoy muy agradecido con el profesionalismo y la rapidez de Grupo Dauro en tomar, editar y publicar mi novela”.

—¿Cuál es el tema de La Estrella del Simurgh?

—Es una novela histórica localizada en el siglo XII en medio oriente, principalmente. Se trata de un viajero que busca alcanzar el polo norte, por lo que debe cruzar muchos países y conocer a líderes de comunidades étnicas y religiosas diversas. Es una aventura mística con algunos elementos fantásticos. El punto es que el lector viaje junto con los personajes por tierras que poco después quedarían devastadas por los Mongoles. Hoy en día los países del centro de Asia son poco conocidos en nuestro contexto. Lo poco que se sabe es que allí prosperó una civilización que algunos académicos llaman la civilización Sogdiana, y que en el siglo trece fue devastada por Genghis Khan. Fue una de las regiones del mundo más pobladas por grandes ciudades, centros culturales y rutas comerciales de China, India, Medio Oriente y Europa, y quedó en ruinas. La famosa Ruta de la Seda pasaba por las metrópolis del centro de Asia. Sin embargo, algo de su memoria sobrevive; por ejemplo, en el famosísimo libro del Álgebra de Baldor muy difundido en Latinoamérica, vemos en la portada al matemático Al-Juarismi, de Jorasmia, hoy entre Uzbekistán y Turkmenistán. Pero junto con al-Juarismi hubo otros pensadores del tamaño de Platón y Aristóteles, como Ibn Sina (Avicena), Omar Jayam, al-Biruni, y muchos otros. Mi novela intenta rescatar esta civilización perdida para el público de habla hispana.

Simultáneamente escribía los cuentos que formarían Las Cuatro Esquinas del Tiempo.

—Son catorce cuentos sobre cuatro culturas distintas: el mundo grecorromano, la civilización islámica medieval, indígenas precolombinos y vikingos. Como tal no existe un hilo narrativo, como es natural en un libro de cuentos, pero todos son históricos y mitológicos hasta cierto punto. Hay unos más realistas y otros más fantasiosos. Por ahora solo están a la venta por Amazon y próximamente en librerías en Colombia.

Luis Roncayolo es hijo de Thaelman Urgelles y Malena Roncayolo, dos destacados cineastas venezolanos, le preguntamos si ese ambiente creativo influyó en su vocación de escritor.

—Mis padres tenían una biblioteca bien equipada. Sin embargo, en la universidad empezó mi pasión por la lectura porque me gustaban mucho los autores que iba descubriendo, como le ocurre a tantos estudiantes. Empecé por libros sobre política, grandes pensadores, y de allí me fui a historiadores de la antigüedad, y eventualmente a escritores de ficción. La Ilíada fue la primera gran obra que leí por mi propia cuenta, cuando tenía catorce años. La releí años después y me sigue fascinando.

—¿Qué escritores han influido?

—Nombres de grandes creadores puedo dar muchos, porque son las influencias a las que todo creador se debería someter antes de poder crear, del arte que sean. No tienen que ser necesariamente escritores porque yo sea escritor. La influencia de la pintura renacentista sobre escritores tan magníficos como Marcel Proust es algo que brinca de inmediato al lector que presta atención. La música también influye en los escritores, especialmente hoy, donde es muy común leer referencias a jazzistas y bandas de rock. Las artes se comunican. Yo no soy la excepción.

—De todos los escritores que nombra, ¿con cuál se queda y por qué?

—Es una pregunta muy difícil. En este sentido, yo soy politeísta. Creo que hay un panteón de grandes artistas donde todos están al mismo nivel. No creo que exista tal cosa como un escritor mejor que todos los demás. El planteamiento es imposible de responder porque asume que hay forma de cuantificarlo. De hecho, te podría dar respuestas diferentes dependiendo del momento de mi propia vida, o si es lunes, miércoles o domingo. Podría decirte Shakespeare por Macbeth, u Homero por La Ilíada. Son dos obras que vuelvo a leer porque me siguen apasionando. Podría decir lo mismo de tantos otros, pero Shakespeare y Homero tienen esa cualidad de ser autores fundacionales que a mis ojos los elevan por encima de los demás.

Publicado originalmente en https://informe21.com

 

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