En Venezuela, lo mismo que en todos los demás países, no funcionan las soluciones fantasmagóricas.

El gobierno de Nicolás Maduro enfrenta el duro mundo de la realidad con una actitud animista. Las soluciones que propone frente a los problemas económicos, sociales y políticos, suelen ser quiméricas, cuando no contrarias al sentido común y a lo que recomienda la experiencia histórica.

Si suben los precios de los bienes y servicios, impone severos controles de precios. Como esos controles generan escasez, les permite a sus allegados importar con plena libertad y sin pagar los aranceles que deben cancelarse. De esta manera, favorece a los importadores y castiga a los productores y comerciantes domésticos tradicionales. Los retos del crecimiento económico los afronta proponiendo unos fulanos ‘motores de desarrollo’. Para que esos ‘motores’ sean sustentables, se requiere que la inversión fluya de manera continua y en escalas crecientes. El aparato industrial está en la lona. Las pocas plantas existentes, a pesar del esfuerzo de los industriales, se han hecho obsoletas. Los socios internacionales del gobierno no están interesados en aportar o carecen del músculo financiero para soportar el peso de las necesidades nacionales. El régimen dice que en pocos años la producción de petróleo estará frisando los tres millones de barriles diarios. ¿Cómo se alcanzará esa cifra, si hoy a duras penas se producen algo más de quinientos mil barriles? En el pasado reciente hablaba de ‘pulverizar’ el dólar a través del ‘bolívar soberano’. En la actualidad, más de 50% de las transacciones se realizan en la divisa norteamericana. Del ‘bolívar soberano’ nadie se acuerda, ni siquiera su creador, quien ahora habla de la moneda digitalizada, en un país que tiene la peor conexión a internet de todo el continente.

En ciencia y tecnología, Maduro promete que Venezuela será una potencia regional. Esto lo dice en un ambiente en el cual todos los centros de investigación científica, incluidos los de la industria petrolera, se encuentran desmantelados. No reciben financiamiento público. Los profesores e investigadores universitarios se han ido al exterior, y quienes decidieron quedarse, o no han podido emigrar, obtienen ingresos miserables. Más bajos que en cualquier otra nación del planeta.

Cuando se refiere a la Covid-19, da saltos espectaculares. Desde el frasquito con gotas milagrosas, hasta garantizar que todos los venezolanos estarán vacunados en 2021. Los datos existentes señalan que del lote de vacunas que ingresó al país, una fracción importante se destinó a inyectar  al círculo de hierro formado por la nomenclatura oficial, dejando el residuo a algunos abnegados miembros del personal de salud. Los privilegios que en Perú y Argentina se convirtieron en escándalos de opinión pública, costándoles los cargos a varios ministros y el desprestigio al expresidente Martín Vizcarra, aquí han sido promovidos impunemente por la cúpula gubernamental. El Covax, fondo creado con el propósito de que la vacuna se distribuya con equidad en el planeta, ha dicho en varias  oportunidades que el gobierno de Maduro no ha cancelado sus obligaciones con el organismo y, por lo tanto, que no puede garantizar el envío de la medicina a Venezuela.

No existe área o actividad en la cual Nicolás Maduro no proponga una salida fantástica, sin ninguna conexión con la situación real, los antecedentes y el entorno. El estado de los servicios públicos —agua, electricidad, transporte público, vivienda, salud, educación y acceso a internet— es encarado con actitud que desconcierta por su mezcla de cinismo y descaro. ¿Acaso no se ha enterado de que durante más de dos décadas la gerencia pública ha sido sustituida por un estamento de funcionarios cuya obligación no consiste en evaluar el funcionamiento de esos sectores, proponer correcciones eficaces y evaluar el impacto de los cambios, sino ir a cada mitin, concentración o movilización organizada por el PSUV? ¿Maduro no sabe que la decapitación de los gerentes, técnicos y personal de apoyo profesional independiente, condujo a la entronización de una burocracia comprometida, no con el país sino con el alto gobierno? Desde luego que lo sabe, pero no está dispuesto a reconocerlo, ni a asumir las consecuencias de los desaciertos de esa política de aniquilación del aparato gubernamental, antes al servicio de la nación.

En Venezuela, lo mismo que en todos los demás países, no funcionan las soluciones fantasmagóricas. La superación de los conflictos presupone una visión estratégica de largo plazo, con acuerdos que incluyan la participación de numerosos sectores sociales. Suena a lugar común, pero no encuentro otra manera más didáctica de expresarlo: el esfuerzo, la constancia y la disciplina tras la meta de objetivos comunes resulta esencial. Por ejemplo, para abatir la inflación y recuperar la economía con tasas de crecimiento que reduzcan la informalidad y la pobreza, se requiere el esfuerzo del gobierno, los empresarios nacionales y foráneos, los trabajadores organizados en sindicatos, las universidades y centros de capacitación laboral, los institutos de investigación tecnológica.

La construcción de ese tejido de relaciones y apoyos conjuntos no tiene nada de mágico. Será el resultado de un proyecto de reconstrucción basado en concesiones y acuerdos permanentes.  El gobierno de Maduro está muy lejos de poder materializar ese ideal.

@trinomarquezc

Publicado originalmente en https://politikaucab.net

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