«¿Qué ha cambiado en relación con las elecciones fraudulentas del pasado 6 de diciembre de 2020?»

Por estos días gran parte del debate político se centra en el tema de las elecciones regionales de gobernadores y muchos me preguntan mi parecer sobre ese evento, ¿Vas a participar? Es lo primero, luego vienen argumentaciones en pro y contra.

Los que de buena fe plantean participar argumentan el tema de no dejar los espacios, defender el voto, etcétera. Los demás insisten en llamar abstencionistas a quienes siempre —yo el primero— hemos ejercido y defendido el voto como forma de lucha desde el día 1 de mi trayectoria política. Incluso debo reiterar casi hasta el cansancio que en 2017 demostré con actas originales en mano haber ganado la Gobernación de Bolívar —triunfo que igual me fue desconocido y arrebatado a la fuerza, dejando todo claro: en dictadura, el voto no vale nada— y creo que precisamente esto me da la autoridad moral para opinar con pleno conocimiento de causa en este tema, porque como se dice popularmente: «Tengo los pelos en la mano».

Mi opinión sobre ese proceso es que con las actuales condiciones, las elecciones regionales no tienen ningún incentivo, ni ganancia para la lucha por la libertad y la democracia que hoy estamos librando, y sé que el pueblo venezolano está muy claro, porque frente a esta cadena de falsos eventos electorales que se han venido dando en Venezuela, los ciudadanos no han participado, han dejado solos a los farsantes y además entienden —con la claridad la cruda realidad que padecemos a diario— que aquí no habrá votos de verdad para nadie, salvo que sean votos para sacar a Nicolás Maduro del poder que usurpa.

¿Qué ha cambiado en relación con las elecciones fraudulentas del pasado 6 de diciembre de 2020?, ¿Las regionales ponen fin a la usurpación? ¿Detienen la crisis política, social, humanitaria que estamos viviendo? Y por último y no menos importante: ¿están esas elecciones regionales sin condiciones de ningún tipo, están alineadas con los resultados de la «Consulta Popular» del pasado 12D?

Frente a estas interrogantes veo unas elecciones regionales muy útiles para darle oxigeno a la dictadura, para aparentar «normalidad democrática» y lograr un mayor atornillamiento de Maduro y su pandilla en el poder que usurpan.

En este debate, son dos los argumentos más recurrentes, utilizados por quienes plantean la necesidad de participar: 1. ¿Cómo ejercemos la defensa del voto si no es votando?, y 2. ¿Cómo defendemos la institucionalidad si no defendemos los espacios? Sobre el particular me permito responder con todo respeto a quienes de buena fe plantean estas interrogantes: el voto no se defiende votando como sea, o como decida el dictador llevarte a votar en las condiciones que a él le dé la gana, el voto se defiende de verdad exigiendo reglas claras y democráticas para que el voto tenga el poder de elegir, de no ser así el voto se convierte en ficción, en fantasía, y después de 22 años de trampas, de horror, destrucción total, miseria, y dictadura, no estamos para cuentos infantiles.

Por tanto, pelear por condiciones electorales libres, justas, transparentes y verificables, no es un capricho ni es abstencionismo, es sencillamente el deber ser, es lo que nos corresponde hacer a los demócratas, convencidos además, a contrapelo del argumento abstencionista, que solo así los venezolanos podremos juntos salir de esta tragedia en la que se ha convertido la vida de todos, luego de más de dos décadas padeciendo esta dictadura perversa y criminal.

En cuanto a los espacios que «debemos defender», basta darle una miradita a lo que ha pasado con los actuales gobernadores adecos de ‘oposición’: no pueden dirigir la policía de sus estados, no manejan presupuestos y no pueden ni siquiera atender el ornato de sus ciudades, les impusieron la figura inconstitucional de los fulanos ‘protectores de estado’ que se convirtieron de hecho en los verdaderos gobernadores, autoridades e interlocutores válidos de cada estado frente a Nicolás Maduro, y son quienes reciben alguna migaja de recursos, el reconocimiento de la dictadura y finalmente ‘ocupan’ los tan discutidos espacios que algunos insisten (por ingenuidad o complicidad) que supuestamente debemos defender.

Son, en criollo puro, gobernadores pintados en la pared, y ante estas condiciones vale la pena preguntarse ¿de qué vale un gobernador? A precio de dictadura: vale cero.

Termino estas líneas, siguiendo la vieja y sabia premisa de que toda regla tiene su excepción: porque sí pudiese haber la posibilidad de hacer consideraciones sobre estas elecciones regionales si y solo si las mismas formen parte de un cronograma electoral que incluya para el año 2022, las elecciones presidenciales libres, justas, transparentes y verificables que Venezuela necesita y los ciudadanos exigimos.

La puerta queda abierta, la mesa está servida para los que queremos que Venezuela alcance la urgente y necesaria solución política y para los que no.

 

 

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