El esfuerzo de Yuval Noah Harari es encomiable y el fruto para sus lectores es placentero pues nos aterriza en la era la de la posverdad.

En publicaciones seriadas sobre temas complejos como lo es el de Ciencia, Comportamiento y Sociedad, es recomendable dar un paso a un lado para clarificar conceptos y propósito de la obra.

En el primer artículo centré la atención en la manipulación de la verdad, dando por entendido que, tan grave fenómeno universal y local, implicaba combatir la desinformación, las noticias falsas, la mentira y el oscurantismo, recurriendo a la ciencia. Es decir, corregir la mentira o el error involuntario al reprocesar para bien. El bien tal como lo aprecia el individuo y su entorno social.

La era de la postverdad

Yuval Noah Harari, luego de sus sucesivas y exitosas obras tituladas, Sapiens: Una breve historia de la humanidad (2011) y Homo Deus: una breve historia de mañana (2015) se decidió por dar 21 lecciones para el Siglo 21 (2018) y, recomendar, en una publicación conjunta con Jordan B. Peterson, 12 reglas para la vida. Un antídoto para el caos (2018).

El esfuerzo del autor es encomiable y el fruto para sus lectores es placentero pues nos aterriza en la era la de la posverdad. El periodo es de verdades, mentiras y las medias de ambas cual remolino sumergiéndonos en una particular incertidumbre existencial, causada por la confusión de los referentes, valores, medios y fines de la acción. Algunos se paralizan en medio de la rapidez y cantidad de los datos tal que, el mundo cercano y el global parece caótico; todo vale y consustancial a este estado de cosas, la ética y la vergüenza parecen no existir. El posicionamiento eventual de cada persona, grupo, organización e institución, se haya en un espacio borroso. La salida recomendada por Harari es disponer de buena información, constatar los hechos, invertir buen dinero y apoyarse en hechos científicos derivados de los juicios de pares y confiando en el prestigio de las fuentes de información.

La globalidad, la desinformación y las condiciones de vida como fin local

Las visiones únicas del mundo, orientadas por una verdad única a través de una agenda global en la era de la posverdad, sólo podrán implementarse en aquellos países con déficits inaceptables en sus condiciones de vida, mediante el uso de la fuerza armada e intelectual de los afiliados locales. Los impedimentos para el desarrollo local serán trincheras y murallas agigantadas por la simplificación de fines como lo es una felicidad difusa, humanamente inaceptable.

El primer paso para intentar despojarnos de esta madeja inteligentemente tejida es metodológica, dada la necesidad de adoptar una perspectiva sistémica que coloque al ser humano, a cada persona, en el centro de la preocupación moral. Interesa, así, cómo les va a las personas y no exclusivamente si son felices a su manera y contingencia. Esta perspectiva, de comprender y actuar en cada escena, implica atender a la causalidad relacional, por ejemplo, entre el individuo y la sociedad. Es de esperar que, con cada sociedad y cultura, vamos a topar con inconvenientes particulares serios. Ejemplo: cada nación tiene los políticos que merece. Tal aseveración carece de sentido dentro de las consideraciones de un sistema por cuanto, no debería haber separación entre uno y otro. José Antonio Marina reivindica el poder de un líder en su “capacidad para despertar posibilidades sociales presentes, pero dormidas”. Uno asume o barrunta que los guías deberían estar preparados para resolver los problemas de la sociedad y ella, prevenida para identificarlos y elegirlos. He aquí el gran inconveniente tratado por Zigmunt Bauman: el grado de separación entre el político y el ciudadano. En algunos países es muy pronunciado y amplio a la vez; es decir, ambos están separados por una montaña.

La enajenación de los gobernantes está omnipresente en el colonialismo, las dictaduras y el comunismo. Y no necesariamente ausente, en diferentes grados, cuando se trata de otros   tipos de regímenes. Es una realidad que invita a su superación intencional, mediante las ciencias del comportamiento, apuntando al individuo, sus interacciones e instituciones.

Aun así, las complicaciones deben estar todas en el tablero sistémico. El llamado desorden de la información no parece tal, cuando focalizamos el estado de orden del asunto. La propagación de la información invasiva se realiza vía internet en forma digital, fundamentalmente a través de las redes sociales. En estas redes sociales concurren distintas dimensiones, pero todas finalizan con la actividad de grupos y personas. Ciertamente, el poder inductor de los cambios de conducta o la adopción de algunas, no está en manos de los que se cree las tienen, sino de un pequeño número de corporaciones, instituciones e individuos quienes descaradamente controlan la circulación de datos y opiniones y, con ello el poder clave en la era de la postverdad.

El papel de las ciencias en sociedades resistentes a su influencia

La preocupación en los países desarrollados por la desinformación y el bloqueo de la información, más allá de la diatriba política, se evidencia en la abundante literatura sobre el origen, explicación y solución a los problemas creados por este fenómeno, desde la perspectiva de la ciencia natural per se o en sus relaciones con las ciencias sociales.

En materia de difusión de la ciencia, por ejemplo, Scientific American, una revista editada durante 175 años con la contribución de prominentes científicos entre los cuales se encuentra Albert Einstein, ha proliferado en los dos últimos años información conexa con las ciencias de la desigualdad, incluyendo las consideraciones psicológicas del individuo y su grupo en el ámbito de las ciencias de la conducta. En lo atinente a la desinformación y el resto de su cuerpo, encontramos: ‘Nunca ha sido más importante la ciencia de la desinformación y la mentira para conocer lo que es real’ (octubre, 2020); ‘Confrontando la desinformación y proteger la sociedad de las mentiras y la división’ (octubre, 2020) ‘Chequeando la realidad. Prioridades urgentes para el próximo presidente’ (febrero, 2021) y, ‘Cuando Like es un arma’; todo el mundo es un agente en la nueva guerra de la información. En lugar de rendirnos a la idea de un mundo posterior a la verdad, debemos reconocer el llamado trastorno de la información como una crisis de la sociedad y aportar recursos rigurosos e interdisciplinarios de investigación para combatir el problema.

Está a nuestro alcance otro elemento y recurso para ser incorporado al tablero sistémico, el otro poder de la era de la posverdad: la biología. La posibilidad de incidir en el comportamiento de individuos y grupos, a nuestro alcance directo, sin limitar la libertad. Los seres humanos disponemos de una racionalidad limitada según la cual la toma de decisiones, en condiciones donde no conocemos todo, tiene aspectos referenciales susceptibles a nuestras ganancias y pérdidas psicológicas. Nos duele mucho —entre 2 y 2.5 veces más—  perder una cantidad determinada de un algo, comparado con el placer de ganarlo. Este y otros aportes le merecieron a Daniel Kanheman, el Premio Nobel de Ciencias Económicas en 2002. Posteriormente, en 2017, este premio se confirió a Richard Thaler por la aplicación, a la toma de decisiones económicas, las influencias predecibles y sistemáticas, anticipadas por Kanheman, y la percepción de justicia, y la falta de autocontrol presentes en los individuos. La economía del comportamiento es hija de la incorporación de la psicología en las ciencias económicas y se materializa por el llamado de atención a aquellos que toman decisiones con del ‘empujón’ (Nudge). Esto es, antes de tomar una decisión seria, reflexiona, investiga, consulta un espectro tan variado, constitutiva y temporalmente como puedas,   y sobre  todo recuerda la accesibilidad inmediata a recursos  que solo piden tiemplo reflexivo de calidad, pero que,  demandan de ti una aptitud personal para vencer la resistencia a la aceptación de poder estar accionando equivocadamente.

La resistencia al cambio revelada y el valor de corregir la conducta

En la anterior publicación señalaba que la ciencia, del tipo de las antes citadas y otras, ofrece una oportunidad a ciudadanos, líderes y gobernantes. Estamos hablando de un medio para favorecer la concreción de modos de vivir codiciados y alcanzables gracias a compartir información, razonamientos y aumentar las inteligencias individuales y sociales.

En la práctica certifico lo difícil de materializar iniciativas de este tenor a la realidad de las políticas, programas y proyectos. Al conversar, entiéndase conversar como intercambiar directamente información fluidamente, sin un plan, con amigos exitosos, inteligentes e influenciadores como los califican hoy, tan pronto comenzamos la plática lo largan a uno diciendo: “eso del pensamiento rápido y lento, la economía de la conducta —cuídate de no decir conductual— y el capital psicológico, lo conozco y es genial. Una economista famosa en nuestro país, dijo algo así como “sí, parece que es así, pero por ahora todo seguirá igual”. En la actividad docente y conferencias, estudiantes e interlocutores parecen decirte, “eso es interesante, pero eso no es conmigo. Yo soy racional”. Y, este es el punto. En un proyecto con investigadores de otras disciplinas, intente introducir estas ideas y sus técnicas y no pase de hablar solo y escribir para mí: “somos profesionales de prestigio y sabemos cómo hacer las cosas”, chao contigo.

La ciencia provee también auxilio cuando pareces fracasar por creer en ella. Digo creer porque la ciencia no está libre de sesgos ideológicos y del entorno social y cultural del científico. Los que tengan oportunidad de leer algunos de los artículos acá citados podrán constatarlo por sí mismos. Separar las piedras en un camino hace al camino verdadero. En una evaluación del impacto global de las ciencias del comportamiento mostró que 51 de 135 países del globo llevaban adelante iniciativas centralizadas por el Estado. Entre ellos se encuentran: Inglaterra, Canadá, Australia, Estados Unidos de America, Francia, Dinamarca y Holanda. En Latinoamérica no se hallaron evidencias de tal actividad. Ya incluyendo la del Estado central, más los gobiernos locales y ONG, se encontraron políticas públicas de esta naturaleza en 135 pauses independientes, más Taiwán, de un total de 196 países. Latinoamérica en este segmento está limitada a Chile y Brasil. Entre las instituciones para el desarrollo encontramos al Banco Mundial y menciones recientes del Banco Interamericano de Desarrollo.

El panorama es propicio para buscar respuestas en la cultura y las condiciones sociales, económicas y políticas de estas poblaciones, incluyendo su posición geográfica, pero antes debemos conversar sobre la concepción de la razón y los motivos particulares para la acción, en el marco de cómo resuelven estos países sus problemas y sus posibilidades reales de no convertirse en culturas fracasadas bajo el peso de su historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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