El ‘reflujo’ consiste en el retorno de personas que —luego de haber regresado a Venezuela a pie desde Colombia, Ecuador, Perú o Chile— están volviendo junto a sus familiares por segunda vez a esos países.

Una joven venezolana fue violada por su empleador en Argentina. Otra, asesinada por una mujer celosa, en Ecuador. Hacia el norte del continente, una señora falleció de hipotermia en México al intentar cruzar el Río Bravo en su caminata hacia Estados Unidos. Un trabajador informal fue asesinado en Perú por unos delincuentes cuando se negó a pagar ‘vacuna’. Un grupo de venezolanos fue rescatado al borde de la muerte al terminar de atravesar el desierto de Arica, última estación en el viaje a Chile. El gobierno de este país sureño decidió deportar a más de cien venezolanos que habían ingresado de forma ilegal a esa nación.

Noticias como estas, que presento de forma sucinta, aparecen cada vez con mayor frecuencia en los medios de comunicación. Se complementan con las imágenes satelitales de largas filas de venezolanos que emprenden kilométricas caminatas para llegar a Colombia con el fin de quedarse allí o continuar hacia las naciones del Sur.

Este cuadro lo provocaron más de dos décadas de políticas económicas desacertadas y un giro hacia la dictadura. Crisis económica y autoritarismo se han combinado para inducir un éxodo jamás visto en una nación que no ha sido invadida por un país extranjero o ha vivido una guerra religiosa, étnica o de cualquier otro tipo; ni una sequía, inundaciones o alguna otra catástrofe natural. La mezcla de irresponsabilidad, improvisación, caos y corrupción —llamada antes socialismo del siglo XXI, pero que ahora el gobierno no se atreve a calificar— han sido peores que los desajustes de la naturaleza.

La diáspora se mantendrá a pesar de la pandemia desatada por la Covid-19. Así lo revela el último informe del Centro de Derechos Humanos de la UCAB, que registra las violaciones a los derechos humanos sufridas en distintos países por los venezolanos que cruzan el continente a pie.

A pesar de las dificultades, numerosos entrevistados consideran que vale la pena el esfuerzo. La gente prefiere asumir el riesgo de enfrentar las penurias asociadas con la huida, que quedar atrapada en una nación donde la inflación anda desatada, el ingreso fue devorado por el aumento incontenible de los precios, no se consigue un empleo estable y bien remunerado, los servicios públicos han colapsado, hay escasez de gasolina, la internet falla constantemente y los jóvenes tienen que vivir con sus padres porque no pueden costearse una vivienda propia. La gente piensa que es más probable que se reactiven las economías de los países vecinos a que lo haga la venezolana, sometida al yugo de unos improvisados que llegaron al poder con el único interés de eternizarse en él.

El estudio de la UCAB muestra otros dos ángulos muy preocupantes. Uno, el surgimiento de un nuevo fenómeno al que llaman reflujo. Consiste en el retorno de personas que —luego de haber regresado a Venezuela a pie desde Colombia, Ecuador, Perú o Chile— están volviendo junto a sus familiares por segunda vez a esos países. Otro, el aumento en las rutas de niños de ambos sexos y adolescentes sin compañía de adultos.

Otra investigación reciente importante es la realizada por Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, compuesta por agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales, en la que fueron encuestados migrantes y refugiados venezolanos que sufrieron desalojos en Perú, Colombia, Ecuador, Brasil, Panamá, Guyana y República Dominicana. Este trabajo consistió en 1.021 entrevistas: 50.4% a personas que habían sido desalojadas y 49,6% a quienes estaban en riesgo de ser echados. De los desalojados, 38,4% se encontraban de nuevo en peligro de ser sacados.

Hay que subrayar que la mayoría de  los venezolanos prefieren encarar el peligro del desalojo —u otros equivalentes— antes que retornar al país. “Incluso en condiciones muy difíciles para buscar alternativas ante los desalojos, los refugiados y migrantes de Venezuela consideran que se tiene más riesgo si se retorna al país de origen”. La gran mayoría, 73%, piensa que el retorno a Venezuela representa un serio peligro para sus hogares.

Entre esas amenazas se encuentran: no conseguir trabajo para la subsistencia de la familia (52%); que el hogar se encuentra en peligro por la inseguridad personal (45%); y el riesgo inminente de la salud (24,1%). Colocados ante este panorama, solo 8,1% tiene intención de regresar a la nación.

Emigrar es una tragedia. Venezuela, otra.

Publicado originalmente en https://politikaucab.net

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