Me da entonces la impresión que lo que está sucediendo es que están importando kryptonita, para terminar de acabar con todo.

Averiguón y jurungón como soy, me entero que Superman y yo tenemos la misma edad. Pues él apareció como personaje en junio del mismo año en que yo nací en agosto. Su nacimiento fue en un programa de radio y recién cuando habían transcurrido seis años fue que se convirtió en un individuo visible gracias a los comics, suplemento o comiquitas o tiras cómicas, como les decimos en castellano, o en el horrible tebeo como le dicen los españoles, así con esa b que ni siquiera nos permite asociarlo con te veo.

Bueno, individuo no. El individuo era Clark Kent. Superman era —es— un súper héroe, un tipo arrechísimo, que puede con todo, que siempre está a favor del bien, que derrota a los malos. Nadie puede contra él, pero hay una sola cosa que lo destruye, y de qué manera: la kryptonita. Lo desarma completamente, le quita todos sus poderes.

Y yo crecí entendiendo que esa cosa babosa (yo la veía babosa) y verde era lo peor que podía existir en el universo, pues era capaz de acabar con algo tan grande como era Superman. De alguna forma he aprendido, con el correr de los años también, que hay otra cosa terrible que puede destruirnos como individuos, incluso como sociedades: la economía.

Recordar la kryptonita, me ha hecho aborrecer toda mi vida, cualquier cosa que me suene a cripto, a encriptar. Por eso nunca he podido poseer bitcoins y mucho menos petros. Una criptomoneda a mí me suena horrendo, algo escondido y tenebroso.  Y cuando trato de encontrar la definición de encriptar: —“ocultar datos mediante una clave para que no puedan ser interpretados por los que no la tienen”— entonces me digo: ¡Recórcholis, pero eso es lo que llaman “la economía”!

Leyendo al azar me topo, por ejemplo, con el siguiente texto: “Se entrecruzan desequilibrios monetario-fiscales con expectativas ‘mal alineadas’ y con un brutal desarreglo externo y cambiario, lo cual hace pensar que un programa exitoso de combate a la inflación requiere no de una, sino de varias anclas. Un ancla institucional (para quebrar expectativas), un ancla monetario-fiscal y un ancla cambiaria”, entonces me digo, esto es la kryptonita humana, una cosa que yo no sé muy bien qué es, que encima no entiendo, pero que indiscutiblemente sirve para volverme leña.

Yo di clases durante veintisiete años en la Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, claro pero de Matemática, que es algo mucho más sencillo que la Economía, y les digo esto porque creí que yo sabía algo del asunto, pero me doy cuenta que no, que como casi todos los mortales, lo único que entiendo es que hay una cosa que se llaman monedas —dinero, pues— que los que lo tienen sobreviven, los que no, no, y los que tienen mucho los llaman millonarios. Creo que es más o menos como se dividen los diferentes grupos sociales en Venezuela.

Todo esto viene a colación porque recientemente una serie de voces, aparentemente serias, de doctos sabios, en nuestra destartalada Venezuela, están hablando y afirmando que “la economía venezolana está teniendo un repunte”, gracias a las habilidades especiales de negociación y disposición por parte de todas las organizaciones políticas. Me da entonces la impresión que lo que está sucediendo es que están importando kryptonita, para terminar de acabar con todo. Porque cómo se entiende —o cómo se compagina— un repunte económico, con 90% de pobreza  comprobada. A menos que estamos hablando de una mejora para ese 5% de la población que goza de los privilegios de poseer riqueza —desde luego en dólares— y que disfruta de lo que la inmensa mayoría no puede ni siquiera soñar con tener.

Los vendedores de ilusiones hablan entonces de que a partir de ahora vendrá un proceso de crecimiento económico, gracias al cual el país se recuperará. Porque se supone que al haber dejado Venezuela de ser un país petrolero, ahora sí la economía se construirá sobre bases sólidas y duraderas. Un país donde no existe ninguna libertad, donde la ley y su aplicación es sólo para los pendejos, donde las supuestas autoridades hacen lo que les da la gana, donde se roban o expropian lo que les gusta, donde toda medida económica es para controlar, ¿es posible que tenga algún desarrollo económico? A menos de que se esté hablando de la kryptonita, pues leo en Wikipedia que “la kryptonita se ha convertido en sinónimo de una extraordinaria debilidad explotable”. Eso es lo que somos, una masa gigantesca de una “extraordinaria debilidad explotable” por parte del grupito de avezados ladrones que se cogieron el país. En Venezuela, como casi todas las demás cosas, la economía también es criminal.

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