Agentes de las Faes en Caracas, Venezuela. (Román Camacho / Zuma Press / CONTACTOPHOTO)

El ataque desatado por el gobierno contra la oenegé Azul Positivo representa una muestra de su paranoia y evidencia los niveles a los cuales está dispuesto a llevar la represión contra cualquier forma de organización social independiente, que no se ajuste al control directo de la burocracia estatal o de su brazo secular: los consejos comunales.

¿Qué peligro puede representar para la permanencia de Nicolás Maduro en Miraflores la existencia de una organización dedicada a facilitarles la vida a los enfermos de sida? Ninguno. Solo unas mentes desquiciadas por el afán de perpetuarse en el poder, pueden inventar que esa agrupación es un instrumento de penetración de la CIA y del imperialismo norteamericano. Nadie en su sano juicio es capaz de convertir esos abnegados servidores en traidores a la patria.

Algo similar ocurre con el periodista Roland Carreño, quien de ser un simpático comunicador dedicado a comentar con humor el acontecer nacional y develar los últimos gritos de la moda masculina y femenina, fue convertido de la noche a la mañana en un peligroso terrorista, agente de oscuros intereses nacionales e internacionales orientados a dinamitar las elecciones montadas para el 6 de diciembre pasado. ¿Cómo puede ser terrorista un hombre público, ampliamente conocido por la opinión pública, militante de Voluntad Popular, partido diezmado por la persecución implacable de los órganos de seguridad? Carreño fue convertido en ejemplo de lo que puede ocurrirle a cualquier ciudadano común y corriente que se oponga al gobierno en una nación donde el Estado de derecho fue pulverizado.

Azul Positivo y Roland Carreño —para solo citar dos de los casos más recientes— ilustran la vocación coercitiva cada vez más clara de Maduro y el grupo que lo rodea. Si los miembros de una ONG, solidaria con quienes padecen la temible enfermedad del sida, y un famoso periodista son difamados y encarcelados, qué puede esperar cualquier otra agrupación o un modesto ciudadano descontento con las disparatadas políticas del gobierno. La represión se orienta a desmovilizar y desincentivar cualquier intento de organización popular, de deseo de militancia en una agrupación opositora o al simple ejercicio de la ciudadanía.

La desmovilización mediante el uso de la represión ha sido muy exitosa en los barrios más populares. De acuerdo con las encuestas de Consultores 21, 56% de las personas que dicen tener motivos para protestar por la pésima calidad de los servicios públicos, o por la escalada de los precios de los productos de primera necesidad, no se revelan por temor a ser castigados por alguno de los órganos de seguridad del Estado o por los colectivos. Los barrios constituyen el primer círculo concéntrico de la violencia y el terrorismo de Estado. Maduro puede admitir que se produzcan movilizaciones, tomas de calles y protestas en las urbanizaciones del este de Caracas, pero no donde la pobreza le pincha el espinazo a la mayoría de los pobladores. Esta puede ser la chispa que encienda la pradera y barra con todo.

La represión en este círculo convivió durante algunos años con el acoso sin tregua a los partidos políticos, a los cuales descabezó. Ya Primero Justicia y Voluntad Popular, las dos organizaciones emergentes de mayor proyección durante las dos últimas décadas, fueron desmanteladas. De ellas solo quedan algunos valientes militantes que se resisten a ser asfixiados por la razia. Desde los barrios pobres —donde la coerción es permanente— y los partidos, el régimen fue escalando hacia nuevas cotas. Ahora todo lo que parezca o sugiera algún grado de oposición frontal y sin concesiones a Maduro, está siendo atacado. Medios de comunicación, periodistas que trabajan por cuenta propia y oenegés. La meta consiste en silenciar la sociedad. Apagar las voces disidentes. Impedir toda forma de organización ciudadana autónoma. El control del Estado debe continuar con el dominio de la sociedad civil.

En este punto introduzco un matiz. Maduro aspira a someter los sectores que potencialmente pueden convertirse en opositores. Pero, no desea construir una sociedad armónica y pacífica. Esa anomalía que representan las bandas organizadas que dominan territorios inhóspitos en la Cota 905, en Petare, en el 23 de Enero o en El Valle, le conviene mantenerlas. A esas pandillas hay que agregar El Tren de Aragua y otras bandas criminales que mantienen a la nación en zozobra, desestimulando la formación de la ciudadanía, factor clave en la recuperación de la democracia.

Eliminado el consenso, el modelo de Maduro se construye a partir de la ampliación continua de los círculos represivos. Este es el esquema que debemos entender, enfrentar y superar.

Publicado originalmente en https://politikaucab.net

About The Author

Deja una respuesta