En fin unas elecciones que no cambian nada excepto más desprestigio para el régimen de Maduro, que apenas pudo arrimar cerca de 30% de los votantes a las urnas, y eso en cifras oficiales; por lo que se estima que fueron muchos menos.

Al momento de escribir esta columna, las elecciones en EEUU continúan dependiendo de las cortes, la de Maduro sigue ajustando la repartición de los escaños y la consulta de la Asamblea Nacional está en proceso.

Pero todas muestran que el proceso comicial  está en problemas y hay que solucionarlo.

Estados Unidos

La extraña manera que tiene EEUU de elegir a su presidente es criticada por muchos, pero les ha funcionado por más de 200 años y esa es sin duda la democracia más estable del mundo. Tanto ha funcionado que este año, con Trump —a quien no le gusta perder y que si lo hace lo hará, como los vaqueros de las películas, disparando— es cuando algunas de sus fallas, más que todo procedimentales están apareciendo conflictivamente.  Trump se valió de esto para lanzar una serie de procesos judiciales bajo del grito de fraude y decenas de millones de norteamericanos así lo creen —2/3 de los republicanos— y aunque muchas de ellas se desestimaron esto ha creado un ambiente que es pésimo para esa democracia.  Ahora el asunto está en manos de la Corte Suprema de Justicia pues varios estados argumentan que otros estados han violado sus propias leyes en cuanto a las  normas electorales. Y piden que no se declare ganador a Biden hasta no resolver esta materia.

La elección fraudulenta

Por estos lares tropicales, las elecciones de la Asamblea Nacional promovida por el chavismo ya habían sido catalogadas de fraudulentas antes de realizarse, pues como se sabe no solo el órgano electoral (CNE) está controlado por el régimen, sino que además las direcciones de los principales partidos de oposición fueron confiscadas, los dirigentes no alineados con el chavismo inhabilitados para participar, el sistema de elección cambiado y el número de diputados aumentado —sin aprobación parlamentaria— y pare usted de contar.  Pero la más grotesco de esta patraña es que  algunos de los dirigentes opositores que se cambiaron al chavismo —conocidos como ‘alacranes’— y asumieron las direcciones confiscadas, no salieron electos y aunque otros ya habían sido reconocidos como ganadores por el CNE, se anunció que habían habido cambios, no anunciados, en las listas de candidatos y se les dieron las curules a los ‘alacranes’.

La OEA se reunió y dejó claro que esta elección no es aceptada por el organismo regional. También la Unión Europea se pronunció en esa dirección, así como el Grupo de Lima y el Grupo de Contacto (grupos de gobiernos que promueven una salida a la crisis en Venezuela) además de EEUU y los más de 50 países que apoyan a Guaidó. Incluso la doctora Bachelet, como Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, condenó, entre otras cosas, la indebida presión del gobierno sobre los ciudadanos para que votaran. La amenaza de “El que no vote no come”, como dijo el segundo del PSUV, refiriéndose a que no se les daría las infames cajas CLAP con  alimentos subsidiados. En fin unas elecciones que no cambian nada excepto más desprestigio para el régimen de Maduro, que apenas pudo arrimar cerca de 30% de los votantes a las urnas, y eso en cifras oficiales; por lo que se estima que fueron muchos menos.

La Consulta

En esta semana también los venezolanos participamos en la Consulta Popular no sin muchas voces hipercríticas del sentido de tal actividad. Que si ya se hizo una consulta para qué otra; que si las preguntas; que si el sentido de oportunidad; que si ya no podemos creer en nada ni en nadie. Pero a pesar de las voces agoreras, lo que sabe extraoficialmente  es que a mitad de la semana ya la participación había duplicado los 3,5 millones  (oficiales) de las elecciones de Maduro. Y eso que la votación por vía electrónica causó muchos problemas de sobre congestión en las diversas plataformas.  Movilizar a los venezolanos en tiempos de pandemia y crisis de nivel de sobrevivencia, y mostrar al mundo que no nos rendimos no es poca cosa —y no, esto per se no va a tumbar a Maduro.

Anti y pro Trump

Aunque entre los venezolanos hay polarizados anti y pro Trump  y hacen barra furibundos alrededor de las tensiones en el norte, son los estadounidenses quienes deberán discutir a fondo sus problemas electorales pues parece que esto será un asunto que no desaparecerá con estas elecciones. Nosotros tenemos nuestro propio rollo. En cuanto a los Colegios Electorales vs el Voto Popular, esto no es fácil de resolver. Una enmienda constitucional en esta dirección requeriría no solo que dos tercios de cada Cámara lo aprobaran sino también la ratificación de los estados. Lo que sí es grave es el desencanto por lo electoral en el país que debería ser el faro de las democracias occidentales.

¿Elecciones para qué?

Los venezolanos, a estas alturas, debemos entender que democracia no es igual a elecciones. La mayoría de las dictaduras las hacen y muchos dictadores llegan al poder por los votos. Se vota, pero no se elige. Sin embargo, es importante luchar para que se realicen y sean lo más transparentes y justas posibles. Se puede perder una elección y ganar el poder, como sucedió con el plebiscito de Pérez Jiménez. Pero cada elección es una oportunidad que hay que evaluar. No se pueden descartar de plano tampoco las negociaciones u otras estrategias. Los momentos y las circunstancias políticas cambian muy rápidamente.

La agenda internacional

La Consulta es clave para mantener la coalición internacional que se ha construido. Esta coalición no solo es importante como caja de resonancia de nuestros problemas y para mantener la presión a través de las sanciones, sino además por  el apoyo de la comunidad internacional en las horas críticas y en especial en el desenlace —y no, esto per se tampoco va a tumbar a Maduro. Además de que la Consulta consolida un liderazgo democrático que se ha concretado en un gobierno interino en la cabeza de Juan Guaidó.

Finalmente, hay que reconocer que es necesario profundizar el trabajo político en lo doméstico —ese trabajo sin  prisa pero sin pausa— y sacarse de la cabeza ese “Maduro vete ya” y ese “falta poco” infantil que desanima y desorienta, al confundir lo que todos queremos que suceda con lo que es posible que pase.

Y sobre todo aceptar humildemente que ninguno de nosotros sabe qué generará el punto de quiebre del régimen, por lo que hay que dejar de criticar a los que no piensan y actúan como nosotros. Rendirse no es una opción.

 

 

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