Ese antiguo programa y sus protagonistas son un perfecto ejemplo de lo sucedido a buena parte de la clase media venezolana.

ESPECIAL PARA IDEAS DE BABEL. Unos años atrás, cuando aún Globovisión era Globovisión y trataba de ser uno de los poquísimos espacios donde se intentaba informar de verdad y transmitir ideas, no necesariamente acorde con las del régimen, existió un programa que llevaba por nombre el de este artículo, donde participan como entrevistadores Carla Angola, Kiko Bautista y Roland Carreño. El programa duró un cierto tiempo y ante la desaparición de RCTV y la entrega total de Venevisión al régimen, era de los pocos canales donde aparecían unas figuras que tendían a decir verdades sobre lo que estaba ocurriendo en el país.

Después de ese período, las cosas cambiaron, como casi todo en el país, nada para bien, sino para peor. El cerco informático se fue ampliando y como casi todos los medios, el sometimiento concluyó con la adquisición del canal por personajes afectos al régimen y que compartían sus intereses. El Estado le daba ciertos beneficios y ellos no se metían a fondo contra nada que significara una crítica o una duda sobre las trapacerías del gobierno. Pero bueno, eso es historia conocida por todos los venezolanos y tan evidente que no vale ni siquiera la pena señalar. Es demasiado obvio el estrangulamiento a los medios hasta convertirlos en prácticamente inexistentes. Son vitrinas del régimen, donde lo máximo que se permite son ciertos cuestionamientos de cosas nada trascendentales, con la aviesa intención de aparentar objetividad y una inexistente libertad de prensa.

Pero volvamos a la historia de nuestros tres mosqueteros Angola, Bautista y Carreño. Creo que representan más o menos, los caminos de muchos de los opositores al régimen. La primera, Carla Angola, hace varios años ya, decidió emprender el camino del exilio y desde allí, concretamente en Miami, seguir ejerciendo su tarea de periodista entrevistadora en los canales venezolanísimos que subsisten gracias a la gran cantidad de compatriotas que se encuentran por esos lares, y a los consabidos negocios que dependen de estos consumidores de la nostalgia. Bautista y Carreño, como tantos otros venezolanos, decidieron seguir en suelo patrio, el primero de alguna forma decidió ‘arrugar’ y mantenerse en el medio, anexando su figura a la de Vladimir Villegas, un personaje que ha deambulado entre un gobiernismo militante —fue hasta embajador de Chávez en México— y un opositor ligth, de esos de que yo aparento hurgar en los asuntos, pero más bien me voy por la superficie sin entrar en honduras, como aquellos antiguos ni-ni, ¿se acuerdan? De Carreño podemos decir que tiene más de un mes en la cárcel, víctima del llamado efecto puerta batiente, de soltar a unos presos y meter a otros, quizás como compensación por la escapada de Leopoldo López.

El título de este artículo, la expresión buenas noches dentro del últimamente vilipendiado castellano, se puede utilizar en dos sentidos, el primero como saludo si uno es de los que llega a algún sitio en tiempo nocturno, y el segundo más bien como despedida, uno dice buenas noches cuando se va, generalmente a dormir, o más allá, aún sin saber exactamente si hay un retorno.

Por eso creo que ese antiguo programa y sus protagonistas son un perfecto ejemplo de lo sucedido a buena parte de la clase media venezolana, aquella que lo ha perdido todo o casi todo, no sólo lo material y la tranquilidad de su futuro, sino incluso su memoria y su pasado, lo que la ataba a un territorio en vías de extinción como lo es el venezolano. Son ejemplos exactos de los tres caminos posibles en los que han deambulado los venezolanos en los últimos tiempos: el exilio, el plegarse al gobierno o el de caer preso.

La Angola se convirtió en la voz esperanzadora de milagros de muchos venezolanos que creyeron, en su momento, que todas las opciones estaban sobre la mesa, y que era inminente la caída del régimen. Con su labia y belleza habitual, penetró en los entresijos del gobierno de Trump y era frecuente entrevistadora de los principales ‘cerebros’ de la lucha contra Maduro, el botado Bolton y el desaparecido Abrams, aquel de la sonrisita cínica, que daba a entender que todo estaba bajo control y que la cosa era cuestión de días, por no decir que de horas. Abrams ha pasado ‘agachao’ —como decimos en criollo—  y no se le ha vuelto a ver, no sólo en lo que a Venezuela se refiere, sino también en su otra ‘gigantesca’ responsabilidad: Irán. El hombre como que aprendió la lección, ya que después de su participación en el rollo Irán-Contra del gobierno de Reagan, Abrams fue condenado por la justicia norteamericana y el presidente  Bush lo indultó.  Así que por ahora y con lo poquito que falta de este gobierno, mejor me desaparezco, porque total quién se acuerda de mí. Carla también ha optado por una cierta disminución de su presencia, pues aunada a los esperanzadores criollos que optaban por la continuidad de Trump, al ver tronchadas sus falsas ilusiones, han escogido el camino del semi retiro. El trump-criollismo ha recibido muchos tanganazos últimamente como para seguir haciéndolo público. Hasta a Saab lo acaban de medio liberar, casa por cárcel. Aunque aún no sabemos si la casa será en Cabo Verde o en su modesta morada de Caracas.

A Kiko lo hemos visto últimamente manejando un camionetón en Caracas con Villegas de copiloto, no sabemos si en condición de propietario de la ‘nave’ o de chofer de su jefe actual. Hay quienes deciden que están muy viejos para la gracia y que para qué seguir peleando, cuando lo mejor es continuar adelante como si conmigo no fuera la cosa. La historia de los últimos 21 años de Venezuela está llena de personajes que escogieron ese camino, la sobrevivencia sin mucho rollo, la llamaría yo. Hay miles siguiendo esta onda.

Y el que la está pasando peor es Carreño. Preso como un pendejo, como todos los presos políticos venezolanos, muchos sin saber por qué diablos están ahí, recibiendo humillaciones, vejaciones, hasta torturas, algunos por pequeñas participaciones en eventos antigubernamentales, otros sin deberla ni temerla, sino por un azar que los envolvió y les cambió aún más la vida para siempre. Aunque a los 30 millones de venezolanos eso es lo que nos ha sucedido. Unos más y otros menos. Pero aquella frase famosa de los tres mosqueteros —“todos para uno y uno para todos”— como que no se ha cumplido en este caso. Cada uno escogió su camino, como casi todos los venezolanos, unos más fregados que otros, pero indiscutiblemente ninguno feliz, nadie está a salvo.  Sólo sobrevivientes, aunque eso es algo. Esperemos que Carreño también sobreviva, es mi mejor deseo.

 

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