Hamlet de William Shakespeare no solo ofrece el soliloquio más famoso de la historia del teatro —ser o no ser—, también obsequia agudas observaciones en su escena segunda del acto tercero.

Es normal que el actor lea el texto de una obra y, al hacerlo, se vaya figurando cómo interpretar su posible personaje. El dominio del oficio le guiará para llegar a una correcta interpretación aunque, dicen los expertos, los verdaderos clásicos tienen poderosos entrelíneas que, si se leen con devoción, pues convierten al actor en el personaje. Sin embargo, hay al menos un clásico no solo con mágicos entrelíneas, sino con líneas claras y concisas, contiene indicaciones propias de un método actoral.

Hamlet de William Shakespeare no solo ofrece el soliloquio más famoso de la historia del teatro —ser o no ser—, también obsequia agudas observaciones en su escena segunda del acto tercero, que aquí me permito traducir y versionar:

(Un salón de castillo. Entra Hamlet, con algunos comediantes)

Hamlet:

Reciten el recitativo, os lo ruego, tal y como yo lo se los he declamado: con lengua ligera, soltura y naturalidad, pues si lo hacen a voz en grito, como acostumbran muchos de nuestros actores, preferiría dar mis versos al pregonero del pueblo para que los voceara.

Guárdense de no aserrar demasiado el aire con la mano; úsenla con gracia tanto en medio del propio torrente como en la tempestad, y aún en el torbellino de la pasión. Siempre se debe mostrar la templanza que hace suave y elegante a la expresión personal.

¡Oh!…  me hiere el alma oír a un alborotador con peluca desgarrar una pasión hasta convertirla en guiñapos, hiriendo los oídos incapaces de apreciar otra cosa que incomprensibles estornudos, pantomimas y barullos. ¡De buena gana mandaría azotar a ese energúmeno por exagerar cuando representa a Termagante! ¡Esto es ser más ‘herodista’ que Herodes!¡Evítenlo, por favor!

Comediante I:

Así lo prometemos a su alteza.

Hamlet:

Tampoco sean demasiado tímidos; en esto la discreción de cada quien debe ser tutora. Que la acción corresponda a la palabra y la palabra a la acción, poniendo especial cuidado en no traspasar los límites de modestia de la naturaleza; porque todo lo que se exagera con el propósito de representar, va en contra de presentar, por decirlo así, un espejo a la humanidad: reflejar la virtud con sus propios rasgos, al vicio con su verdadera imagen, y a cada edad y generación, con su fisonomía y carácter.

Si se recarga la expresión o si esta languidece, por más que ello haga reír a los ignorantes, no podrá más que obrar cual justa tumba: la censura pesará más en estima de ustedes, que todo un teatro de ignorancia.

¡Oh…! he visto a ciertos comediantes representar…  y los he visto elogiados en tan alto grado que, por no decirlo en términos profanos, no teniendo ni postura ni acento de cristianos, ni de gentiles, ni tan siquiera de hombres a pesar de que tanto se pavoneaban y vociferaban, pues llegué a pensar en algún artífice de la naturaleza que los hizo hombres, y al hacerlo no los hizo bien… y por ello terminaron imitando abominablemente a la naturaleza.

Comediante I:

Espero que mucho de esto se haya corregido entre nosotros, señor.

Hamlet:

¡Corríjanlo del todo!, y no dejen que quienes hacen de graciosos y payasos ejecuten más de lo que les esté indicado; porque habrá algunos de ellos que ofrecerán carcajadas para hacer reír a un grupo de espectadores imbéciles, aún cuando en aquel preciso momento, algún otro punto esencial de la pieza reclame más atención. Esto es indigno y revela la más lamentable condición en los tontos que la practican… Ahora, ¡vayan a prepararse!

(Los comediantes salen)

Fin de la escena y, también, de la nota.

Apostilla:

Termagante: nombre dado en la Europa Medieval cristiana a un heroico ser imaginario, muy estimado por los musulmanes.

Gracias Wikipedia.

Publicado originalmente en https://pasionpais.net

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