En homenaje a Rufino Blanco Fombona.

“La conquista de América por los españoles (…) fue una empresa donde se mezclaron unos cuantos elementos del espíritu medieval  (el intransigente afán de propagar la fe católica, el fervor por localizar físicamente el Jardín del Edén, el vasallaje leal a la corona de España (…) y el sueño caballeresco de ganar gloria a sablazos con otros muchos de ellos de sello netamente renacentista: el ansia de lucro económico, la vocación por viajes y descubrimientos, la impía curiosidad por lo desconocido; la afición a las novedades, el individualismo emprendedor y a menudo depredador, la utilización sin escrúpulos de la técnica en las artes de la guerra y en el dominio de los vencidos, la consagración política del éxito como legitimación de los medios empleados para conseguirlo…”

Fernando Savater 

 “Le mencionaba el lauroceraso, el benjuí, el incienso, el nardo, el  espicanardo, el olíbano, el cinamomo, el sándalo, el azafrán, el jengibre, el cardamomo, la  cañafístula, la cedoaria, el laurel, la mejorana, el cilantro, el eneldo, el estragón, la malagueta, el ajonjolí, la amapola, la nuez moscada, la hierba de limón, la cúrcuma, y el comino. El Diácono escuchaba en los umbrales del delirio…”

Umberto Eco

                                                                                                                                     

  “Colón tuvo que inventar el descubrimiento de grandes riquezas en bosques, perlas y oro, y enviar esta información a España, De otra manera su protectora, la reina Isabel, podría haber pensado que su inversión (y su fe) en este marinero genovés de imaginación febril había sido un error.”

Carlos Fuentes

“Señor, la inocencia del propio Adán no fue más grande que la de estos pueblos”.                                           

Pedro Vaz de Caminha en carta escrita en 1500 al Rey de Portugal  

ESPECIAL PARA IDEAS DE BABEL.  El tema que nos ocupa ha sido ampliamente tratado por diferentes autores ibéricos, europeos y americanos (Azorín, Guillermo Morón, Francisco Herrera Luque, Guillermo Valencia, C. O. Bunge, Martín Hume, J. M. Salaverría, Fernando Savater, Carlos Fuentes, Arturo Uslar Pietri, Bartolomé de Las Casas, entre otros). Ha dado origen a las llamadas Leyendas Doradas y Negras; ha servido por igual para formular interpretaciones históricas, sociales y, en especial, psicológicas.

En relación con estas últimas destacan las reflexiones del venezolano Rufino Blanco Fombona, quien en su libro El Conquistador Español del Siglo XVI, realizó una tarea cimera y de particular significación para comprender tanto los caracteres propios de España como la particular manera de ser y entender la vida por parte de los conquistadores españoles, que es el objetivo último de sus sesudos y enjundiosos análisis.

En relación con España, Blanco Fombona asevera que, para cumplir con su cometido intelectual, es decir, “para saber qué son, en puridad, los conquistadores, es necesario conocer antes, aunque sea de modo somero, el pueblo de donde salen y la época en que aparecen”. Y más adelante, en sintético e ilustrador comentario, afirma:

“Desde ahora puede afirmarse que poseyeron, en grado máximo, la virtud muy española, del heroísmo. Fueron individualistas, españoles del siglo XVI, fueron de estricto fanatismo religioso, de una religiosidad carnicera, y tuvieron la dureza —muy racial pero también de época— que los parangona a los guerreros contra el Islam, y buscando la comparación fuera de España, a los tiranos de las repúblicas de Italia. Fatalistas, dieron al azar en sus empresas más cabida que al cálculo. Carecieron de curiosidad intelectual ante el espectáculo de civilizaciones interesantísimas que veían desmoronarse. El anhelo de obtener fortuna con poco esfuerzo, que hace de los españoles desaforados jugadores y de la lotería arbitrio rentístico, degeneró en ellos en feroz codicia, ante el espectáculo de riquezas insospechadas y les despertó auri rabida sitis. Sintieron un anhelo de aventuras remotas que los vincula a catalanes y aragoneses de las expediciones de Sicilia, Bizancio y Atenas; sintieron el dinamismo de aquella época de enormes descubrimientos: América, y poco después, los Archipiélagos de Asia; de enormes viajes, como los portugueses, italianos y españoles; de grandes guerras y decisiones violentas, hasta por cosas del espíritu como la religión. Tuvieron un orgullo de emperadores. Fueron, por último, incapaces de fundar estados pacíficos y administraciones regulares en aquellos territorios que con tan insólito denuedo conquistaron”.

Producto de estos condicionantes raciales, de estas características psicológicas, surgen entonces los Conquistadores Españoles de América que, nuevamente en opinión de Blanco Fombona,

“fueron hombres muy maravillosos, muy de España y muy del siglo XVI (…) Estudiemos al conquistador. Conociendo la psicología de su raza, comprenderemos con sólo verlo definirse por la acción, qué nexos psicológicos lo unen con el país de donde procede. Sepamos a que clase social pertenecía, cuál era su instrucción qué ideas religiosas le preocupaban, en qué grado fue codicioso, religioso, heroico, individualista, dinámico, cruel. Observemos sus oscuras nociones del Derecho, sus querellas ante la Majestad real, su nulidad como administrador, y el fin que tuvo aquella generación de gerifaltes. Descubramos la trascendencia civilizadora de su acción”.

Mucho estudio amerita su obra para entender quiénes fueron, en esencia, los conquistadores y el legado que dejaron a los conquistados quienes a rajatabla reniegan de sus hispánicos orígenes.

 

 

 

 

 

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