En 2005 le fue otorgado el Premio Nacional de Cine.

Cuando hagamos un balance del año que cruzamos —aún nos faltan un poco más de tres meses para concluirlo— deberemos coincidir en que 2020 ha sido terrible por muchas razones. No solo por la pandemia, la cuarentena, la caída de la calidad de vida, la crisis económica, la violación continuada de los derechos humanos y la corrupción del régimen de Maduro —ya de por si factores lamentables— sino también por la desaparición de notables figuras de nuestra escena: Daniel Alvarado, Elia Schneider, Carlos Villamizar y ahora Jacobo Penzo. Cuatro nombres fundamentales en el desarrollo de nuestra industria audiovisual. Hoy quiero referirme de manera especial a Jacobo Penzo porque fue mi amigo personal desde nuestra adolescencia.

Nos conocimos a mediados de los años sesenta, mientras cursábamos la secundaria. Éramos además vecinos de Los Rosales, urbanización cercana a la Universidad Central de Venezuela, a donde iríamos a estudiar después. Ya entonces Jacobo manifestaba sus inquietudes artísticas, especialmente a través de la pintura, pero no tardó mucho en decantarse por el cine y de súbito estábamos en la filmación de un documental sobre la huelga de los textileros caraqueños que luego se convirtió en un corto de ficción de escasa recordación: Historia. Junto a Iván Zambrano, Eddy León y Miguel Ángel Buonaffina conformamos el grupo En Foco, que buscaba influir en la consolidación de la Ley del Cine Venezolano, algo que sucedió muchos años después. A mediados de los setenta se convirtió en el crítico de cine de la revista Momento, donde yo trabajaba como reportero. Allí volvimos a reencontrarnos.

Su carrera verdadera como cineasta comenzó con El afinque de Marín (1980), corto que integraría el largo La propia gente, al lado de otros dos filmes breves: Miami nuestra, de Carlos Oteyza, y Yo habla a Caracas, de Carlos Azpurua. Dos años después realizó La Pastora resiste, sobre el emblemático barrio caraqueño, seguido por un conjunto de documentales hasta que debutó en el largometraje de ficción con La casa de agua (1984), con un guion de Tomás Eloy Martínez, sobre la lucha del poeta sucrense Cruz Salmerón Acosta contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Fue interpretada por Franklin Virgüez, Doris Wells, Alicia Plaza, Elba Escobar e Hilda Vera. La película se exhibió en la Quincena de los Realizadores en Cannes. Luego realizó Música nocturna (1987), En territorio extranjero (1993), duro alegato contra la explotación de los recursos naturales del país a manos de empresas extranjeras, Borrador (2006), con un tono muy personal y hasta autobiográficos y Cabimas, donde todo comenzó (2012), sobre el comienzo de la explotación petrolera en Venezuela.

Su labor cultural no se limitó a la realización cinematográfica. Fue uno de los fundadores de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC), en 1974, y la presidió de 1984 a 1986. Luego publicó en 1994  20 años por un cine de autor, 1974-1994 : apuntes para la historia de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos, con una visión recopiladora de las luchas de los cineastas venezolanos. Cinco años más tarde se convirtió en el presidente de la Fundación Cinemateca Nacional de Venezuela, cuando volvimos a encontramos en su Consejo Directivo con cineastas como Solveig Hoogensteijn y César Bolívar.

También fue el escritor de ¿Qué habrá sido de Herbert Marcuse? (publicado por Eclepsidra en 2012 en su colección El Falso Cuaderno), un conjunto de relatos muy personales que refieren las angustias y búsquedas de nuestra generación, y el titulo de poesía Rumores (2015) que no he leído aún.

Hace algunos años comenzó a comentar las películas exhibidas en los Sábados Selectos del Cinecelarg 3, que Ideas de Babel fue recogiendo con puntualidad. Su antigua visión de crítico de cine volvió a aflorar.

En 2005 le fue otorgado el Premio Nacional de Cine.

Hoy quiero destacar que Jacobo Penzo personificó la generación de directores y gente vinculada con el cine venezolano que a partir de mediados de los setenta impulsó su desarrollo: Román Chalbaud, Clemente de la Cerda, Diego Rísquez, Miguelangel Landa, Hilda Vera, Enver Cordido, Alfredo Anzola, Antonio Llerandi, Iván Feo, Solveig Hoogensteijn, Alfredo Lugo, Marilda Vera, Jesús Enrique Guédez, Carlos Rebolledo, Edmundo Aray y muchos otros que abrieron paso a otra generación de cineastas en las décadas siguientes.

Jacobo es el símbolo de una época de luchas y logros.

 

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