Votar es, sin duda, una herramienta para conquistar el cambio, pero no la única.

El siguiente texto es producto de una conversación con el sociólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela, articulista y coeditor de Ideas de Babel.

“No”, dice. “No creo que votar sea, ahora mismo, una opción que nos favorezca, aunque, paradójicamente seamos abrumadora mayoría”, desliza defendiendo la bandera de la unidad como estrategia lógica, fundamental, ineludible, perentoria, existencial.

“No estamos organizados para la defensa del voto; en realidad, no estamos organizados los que queremos cambio y democracia: el que 27 grupos, partidos, asociaciones en oposición a este gobierno incapaz y tiránico suscriban un documento a favor de la abstención ¡y falten unas 25 organizaciones políticas más! da cuenta, más que de pluralidad, de que estamos atomizados”, admite con pesar Trino Márquez. “El problema no es que falten las firmas del resto de las fracciones sino precisamente confirmar que nos disolvemos como conjunto en tantas voces acaso inabarcables”.

Con los dedos de una mano puede contar el profesor titular del doctorado de Sociología de la Central —y él mismo doctor en Sociología— las grandes tendencias políticas que tienen representación en el planeta: socialdemocracia, socialismo moderado, liberalismo, verdes ecologistas, socialcristianismo. “¿No comparten pensamiento y creencias varios de los partidos que batallan por ser ahora mismo en Venezuela?”, lanza la pregunta. “Creo que la meta inmediata es sumergirnos en la causa de la lucha política por el cambio de rumbo del país y por un cambio en nuestra manera de participar y construirnos espacio y piso político, para convertirnos en una fórmula orgánica y abierta, pero potente y sin dispersiones”, libra por todos.

Cierto, reconoce. Si antes las dictaduras inhabilitaban a las agrupaciones políticas ahora las expropian. Los poderosos han hecho con los partidos lo mismo que con el edificio La Francia —para el chavismo todo lo que brilla es de ellos y todo lo que tocan lo vuelven… opaco—, con la empresa Fama de América o con tantas haciendas ahora improductivas. Pero esos partidos avasallados son, más que esa patente y un logotipo, espacios que deben exudar vida propia, ser hervidero de ideas y también escuelas de formación política así como plataforma de conexión social y ciudadana.

“Contra viento y marea, tenemos que estar en La Dolorita y en Niño Jesús, en Propatria y Casalta, y en cada resquicio del país como voceros de las carencias, de la miseria, de la debacle, ser la voz del país que padece inmensamente y estar conformados por eso que se ha llamado siempre cuadros”, dice reconociendo asimismo el esfuerzo y lo arduo y cuesta arriba que es cualquier empeño. Y claro, subraya, hay que insistir en imantar a los militares que son el sostén del poder, “no Bernal ni Moreno, son las armas”.

Convencido de que en todas partes se cuecen habas y de que los políticos no están a salvo del trauma, ni blindados contra la crisis, ni son excepción —muchos asambleístas no reciben ni siquiera sus sueldos—, hace hincapié en que hay que persistir junto a los comprobadamente honestos, a la vez que hay que desdeñar la antipolítica, que no nos puede horadar más, y por supuesto vencer la desesperanza. Ah, y recomienda dejar a un lado la ilusión óptica de la inminente llegada de los marines o salvadores: no más. Lo que toca es asumir ¡que sí se puede! Si la represión es cruenta y aviesa, pues responder organizándonos mejor. No descartar la clandestinidad. No, no es fácil, nos enfrentamos a dos pandemias, por lo que tenemos que comprometernos, no darnos por vencidos y formarnos, agrega. Debemos leer y beber en los libros, los que registren el fin de las utopías y de todos los ismos y los que contengan sueños nuevos cosa que los debates contengan enjundia.

El panorama local —y mundial— revuelto como está, nos necesita preparados, cultivados, concientizados. Requerimos de líderes audaces, no impositivos, claro, y sin duda creativos y visionarios, no apenas mediáticos, con todo y lo desconcertante de las circunstancias que nos han tocado, y pese al talante abrasivo de los abanderados del rencor, “rencor que devino suicidio”. Así, con tantos flancos que atender, entre ellos sobrevivir, no cejar. “Los partidos ahora mismo parecen peñas o clubes de amigos: cuerpos que están conducidos por cabezas que no tienen extremidades, no hay brazos operadores, ejecutores, y son tantos los grupos con que contamos, con perdón por la comparación, que son muchas más las cabezas de ratón que las colas de león”, desliza Márquez. “Imagínate a todos anhelando representación directiva, imagínate 50 líderes reunidos…”, toma la foto.

De ahí la conveniente articulación política por afinidad ideológica o de pensamiento. Que no es reduccionismo ni la pretensión de llevar todo a blanco y negro o a la desaparición de los matices, pero no puede parecernos desatinado entender que, transfigurados en la larga suma de organizaciones que somos —justo cuando cojean los gremios, los sindicatos y las federaciones—, se dificulta el urgente acoplamiento para el avance. “Para remar debemos hacerlo al unísono y en la misma dirección, no hay otra alternativa”, asesta. “¿Cómo llegar si no a algún destino?”

La historia política del país tiene sobreabundancia de urnas. Su historia heroica, remota pero siempre a pata de mingo, así como la reciente, son un continuo de asonadas, runrunes de sables, confrontación u opresión. De igual manera contamos un suculento número de urnas electorales que contienen votos usufructuados, ganados contra viento y marea, esquivos, reinterpretados y claro victoriosos. ¿No es posible un giro del devenir?

Por el derecho a votar fue derrocado un presidente, el general Isaías Medina Angarita. Por falsear unos escrutinios se rayó en 1957 otro general, Marcos Pérez Jiménez, en cuya dictadura, por cierto —como en la de Pinochet, a quien tumbaron los votos cuya cuantía no quería reconocer—, no mermó la economía, al contrario, pero sí dirigió el deliberado asalto a las libertades políticas y los derechos ciudadanos. En nuestro más recientes y tan largo penar de botas que arrasan todo a su paso, esa que detentan el récord latinoamericano de instaurar un régimen decidido a estropearlo todo, tanto la economía como las instituciones y la política —“no hay parangón, Alan García estropeó la economía pero no la democracia, solo Cuba había logrado arrasar con todo: lo uno y lo otro”, Satán los crea y ellos se juntan—, los tantos comicios celebrados han sido drama, frustración y también victoria pírrica y de mierda, pero victoria al fin.

“En 2005 nos abstuvimos y perdimos la Asamblea; en 2015 ganamos las parlamentaria pero hicieron una constituyente paralela, amén de que el madurismo se apresuró a nombrar la nómina del Tribunal Supremo de Justicia que destituyó a los diputados de Amazonas, despojándonos de la mayoría absoluta. En 2018 nos abstuvimos y Maduro se erigió presidente con la anuencia de cuatro gatos. Ahora…”. Sí, el debate electoral tiene absoluto sentido.

“El electoral y el nuestro, el de los opositores: vimos a Maduro y a Cabello integrando la convención del PSUV aun cuando sabemos que cada uno quiere el coroto, Maduro para eternizarse y Cabello para sustituirlo y claro también gozarlo a perpetuidad. Son rivales pero no se desconocen. Los opositores, que somos los que defendemos la democracia y su pluralidad esencial, le rehuimos, claro, a la posibilidad de constituirnos en algo tan siquiera parecido a aquello: un monolito regido por un mandamás que dice chito a los subyugados”, pinta el panorama, “pero estratégicamente, repito, necesitamos reagruparnos y consolidar consensos desde las diferencias, y no solo en el plano electoral”, dice cantando la fuerza es la unión.

“No digo que tengamos que pensar todos de igual forma, por favor, pero el país necesita respuestas enfocadas para sus necesidades, que permitan resolver su mengua y rebasar este trance de miseria que nos acoquina”, consigna. “Chávez, con toda y su aura carismática, necesitó de apoyo partidista y afinada organización, primero el MBR 200, luego la V República y ahora el PSUV”.

Articulista de La Patilla, Noticiero Digital y coeditor de Ideas de Babel, Trino Márquez, como catedrático, tiene los puntos claros, pues consolidar los partidos y que se consolide la unión. Esto es que se nos ensamblemos en pos del objetivo común —el cambio del modelo fallido, la recuperación de la democracia y de sus instancias y las instituciones— y seamos una vigorosa oposición galvanizada. Toca entonces estudiar las prioridades. Y la convocatoria a elecciones. Una alianza para rechazar los comicios pide Juan Gerardo Guaidó como próxima campaña. Trino Márquez, izquierdista reseteado y miembro de Cedice, cree que si eso convoca y aglutina, bien, “porque además se ha hecho, innegablemente, un trabajo muy importante en los escenarios políticos de medio mundo, y ese apoyo, que no es intervención, tenemos que sostenerlo, por lo que resulta contradictorio acudir a elecciones convocadas por un presidente, cuya legitimidad desconocemos, y así también la comunidad internacional”, le queda claro.

En las antípodas, los que están en la llamada mesa del diálogo deben sumarse a la discusión: dialogar no es silencio, cree Trino Márquez, y deben incorporarse no solo al debate electoral y restearse con el proceso —el del voto— sino alzar la voz a favor de los presos políticos; denunciar el despojo del que han sido objeto los partidos; hacer causa común con los refugiados en las embajadas, Roberto Enríquez, de Copei, y Freddy Guevara, de Voluntad Popular; espantarse por las atrocidades ecológicas, administrativas y económicas que tienen lugar en el llamado Arco Minero y por la presencia de la ELN en nuestro territorio; poner el grito al cielo por la debacle de Pdvsa y la hiperinflación que nos hambrea; igual o más por la deserción escolar, a sabiendas de que la educación es la vía expedita para superar la pobreza; en fin, tomar partido y ejercer como opositores. “No oigo a Timoteo Zambrano, a Claudio Fermín ni a Felipe Mujica decir esta boca es mía”.

Tiempo de expropiaciones simbólicas y reales, los derechos y las instituciones —hasta a los Tupamaros les habrían jugado quiquirigüiqui—, Trino Márquez aboga por el reencuentro más amplio posible de los que son, y la participación franca de los que están. Votar, ya vamos viendo. “No sé si cambie de opinión: votar es una opción que se sustenta sobre argumentos tan válidos como la de no votar; ha causado mucha estupefacción lo ocurrido en Bielorrusia tras la acción decidida de un puñado de mujeres alzadas contra el tirano Lukashenko, pero si vamos a vernos en ese espejo, basta ver nuestra trayectoria y todo lo que hemos hecho ya antes”, apunta, “igual insisto en que, ahora mismo, acudir a las urnas, con las condiciones que tenemos, un gobierno ilegítimo al cual no reconoce la comunidad internacional, con los partidos decapitados como han sido, aun cuando implica tenacidad nuestra es, cuando menos, confuso”.

Votar es, sin duda, una herramienta para conquistar el cambio, pero no la única, y si vamos a usarla así como está disponible: menguada, con la punta roma, vaciado su peso y si además va a apalancar al gobierno ¿vale la pena la inversión de tiempo, del dinero que no se tiene y de esfuerzo? La discusión está servida.

Publicado originalmente en www.eneltapete.com.

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