Las tres posturas están simbolizadas en tres imágenes: Vladimir Padrino López, Juan Guaidó y Claudio Fermín.

Mienten descaradamente, o por lo menos extraen conclusiones que se prestan a la manipulación, aquellos analistas —pienso en el caso de Jesús Seguías— que equiparan las intimidaciones proferidas la pasada semana por el ministro de la Defensa con la actuación de los sectores democráticos que se niegan a participar en las elecciones legislativas del próximo diciembre en las condiciones convocadas por el Consejo Nacional Electoral de Maduro.

Estos analistas, obviamente con intenciones proselitistas, afirman que ambas posturas —la del militar y la de los civiles— coinciden en el propósito de intentar impedir a toda costa que se realicen elecciones con participación popular. Y esto no es, para nada, cierto: la oposición democrática no persigue los mismos fines que Padrino. Con serenidad, sosiego, hechos y conceptos, intentaré demostrar por qué lo afirmo con tanta seguridad.

Comienzo. Primero, el general —que no por casualidad se llama Padrino— es uno de los pilares fundamentales en la continuidad del régimen y trabaja, al menos mediante sus insultos intimidatorios, para que los ciudadanos dispuestos a participar en unas elecciones votando por la resistencia democrática no lo hagan. Creando desconfianza en el acto electoral, independientemente de las condiciones en las que sea convocado. Es decir, promueve el abstencionismo. “Para qué van a votar si las Fuerzas Armadas bolivarianas nunca reconoceremos un gobierno que no sea rojo”, insinuó.

En cambio, segundo, la resistencia democrática —así lo ha explicado desde el primer día de su gobierno interino, más simbólico que real, Juan Guaidó— trabaja con un propósito muy preciso: lograr que se realicen elecciones libres. Es el mantra: fin de la usurpación- gobierno de transición- elecciones libres.

Es decir, hace todo lo que está en sus manos y establecido en la Constitución Nacional para encontrar una salida democrática al gobierno de facto y no la guerra civil que el chavismo alienta al negarse a entregar el poder que ya perdió.

En consecuencia, promueve la convocatoria de elecciones. Pero, y allí está la diferencia, no cualquier tipo de elecciones: queda claro que son ¡elecciones libres! Es decir, elecciones de verdad, no un simulacro. En caso de que esas condiciones no se den, la línea es no avalar a priori un fraude, ni ser cómplices de un acto inconstitucional, que violenta aún mas la institucionalidad democrática.

“O son libres, hechas en igualdad de condiciones para ambos, con un árbitro verdaderamente neutral, garantía de observación internacional independiente, legalización y cese a la intervención de todos los partidos políticos democráticos, libertad de los presos políticos, y no utilización de los recursos del Estado a favor de los candidatos de gobierno, o no son elecciones democráticas”, se ha repetido de este lado hasta el cansancio.

Y allí está, tercero, la diferencia con los otros sectores aparentemente de oposición —digo aparentemente porque en esta postura coinciden gente de conducta intachable como Emiro Rotundo en sus escritos en El Nacional, con partidos de tasca y maletín como el MAS— que, bajo el argumento de que es necesario encontrarle una salida pacífica y urgente a la crisis, sostienen que es necesario participar en las elecciones sin importar las condiciones en las que sean convocadas. Es la postura que unos llaman ‘colaboracionista’,pero que en mi caso personal prefiero, para ser más respetuoso y objetivo, llamar ‘electoralista’.

Entonces son tres posturas: la ‘abstencionista’, que desconfía o hace desconfiar en las elecciones como alternativa de cambio y en consecuencia solo prevé la salida violenta o la continuidad del régimen. La de la oposición agrupada en el G4 y encabezada por Guaidó, que vamos a llamar ‘constitucionalista’: la salida electoral, pero mediante el voto condicionado a las convocatorias de elecciones libres. Y la ‘electoralista’ o ‘pragmática’, que pone en segundo lugar el orden constitucional, empezando por el método por el que fue elegido el nuevo CNE, y la posibilidad real de triunfo, en pos de una salida de emergencia a la crisis.

Lo más importante para tomar partido es evaluar las consecuencias de cada postura. Tres escenarios posibles. Uno, ni eleccionistas ni constitucionalistas van a elecciones, el PSUV vota en solitario con el CNE de Maduro como único acompañante. Dos, hay elecciones libres, con un CNE imparcial, en donde participan todas las fuerzas políticas, incluyendo el PSUV, por supuesto. Y tres, con el CNE de Maduro como árbitro, las elecciones ocurren y participan el gobierno y aquella parte de la oposición que hemos llamado ‘electoralista’.

Resultados previsibles. En el escenario uno: la casa gana, pero queda herida de fraude porque jugó sola. Hay continuidad, pero no salida a la crisis. En el dos, los sectores democráticos —especialmente si van unidos—, de acuerdo a todas las mediciones de opinión, arrasan en las elecciones. Comienza el proceso de transición. Otro tema es saber si ‘César Augusto’ Padrino y sus tropas lo reconocen.

Y en el tres, el frente electoralista pierde. Obviamente disminuido por la ‘prédica Padrino’ y la división interna, solo recluta los votos de una parte minoritaria de la población opositora, un diez por cierto, calculan los sondeos. La casa gana. El régimen queda avalado, al menos en su publicidad como gobierno democrático. No hay transición. El régimen sigue imperturbable. Claudio Fermín y Eduardo Fernández entran al gobierno.

Las tres posturas están simbolizadas en tres imágenes. La del gobierno, en la toma televisiva de un militar —Padrino, cincuentón, en cadena nacional, látigo en mano— amedrentando electores. La de los partidos agrupados en la Asamblea Nacional, en la figura de un diputado joven, Juan Guaidó, reclamando airado, en la calle, sobre un automóvil, la realización de elecciones libres. Y la de los electoralistas, en la voz suave, educada y melosa de un Claudio Fermín más apaciguado aún, obviamente cansado pero activo, convenciéndonos a todos, desde un spot publicitario, que seamos buenos chicos y salgamos a votar. Vale.

Publicado originalmente en www.fronteraviva.com.

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