Carlos Fuentes dijo alguna vez que los escritores son una suerte de oráculos que tratando de exorcizar algo, al fin lo profetizan. Cicatriz, la primera novela de Juan Carlos Sosa Azpúrua, se convierte en un espejo de imágenes distorsionadas, que devuelve el intrincado universo del poder en la sociedad contemporánea. Editada por el sello Planeta, el relato del autor —experto petrolero y docente universitario; egresado de Harvard y director de Petroleum YV Group, una de las revistas más prestigiosas sobre materia energética en América Latina— da cuenta de una trama del ejercicio del poder detrás de poder; aquel que como un sustrato de los sistemas políticos, articulan la verdadera pirámide que controla el destino de la humanidad.

El verdadero poder del planeta

Como una suerte de círculos concéntricos, se dispara el universo de intriga de la corrupción del negocio petrolero. La cicatriz es una especie de marca indeleble que se imprime en la psique y en el alma. Un tatuaje que determina el accionar y el ejercicio del libre albedrío de los seres humanos, su sombra. Un thriller donde danzan macabramente todas las formas posibles de expresión del poder, tramado a partir de la vida de tres mujeres, desde cuyos haceres y devenires el autor va develando la trama de los grandes centros de poder del mundo: el del conocimiento —lo que los griegos llamaron techné—, el del espionaje, los pactos políticos, el económico, el sexo, la corrupción. Va desnudando el entramado del poder. Y decimos desnudando porque el componente erótico es determinante para comprender la novela, pues en el recorrido el autor plantea la lucha entre esos dos principios, eros y thanatos, como dos fuerzas poderosas que halan a los personajes hasta romperlos.

Esta sutil madeja se teje desde la vida de tres mujeres, que bien podrían ser el eco de una triada de diosas griegas: Hécate (Delfina), Afrodita (Miranda) y Era (María), aparentemente insignificantes, pero que a lo largo de la historia revelan cómo sus vidas se entrecruzan hasta ser alcanzadas por el gran factotum

¿Habrá oportunidad para la redención de alguno de estos oscuros personajes? Venezuela —golpeada por una larga década de franca lucha contra el autoritarismo— es halada por dos polos opuestos que se repelen. En una esquina, el poder de los Estados Unidos con su tradición de instituciones, empresas del conocimiento, inteligencia, etc. En la otra: la URSS que, aun fragmentada, sigue siendo el lado contrario, pero igualmente poderoso de la eterna guerra de los imperios. ¿El botín? El petróleo.

Al fondo de todo el país, sus contradicciones, la tragedia de ser un país mediano que se ha desarrollado pensándose el ombligo del mundo. Detrás de toda novela hay un país, dirá Rodolfo Izaguirre, un imaginario para comprender la identidad.

Yoyiana Ahumada: ¿Cuándo y por qué decidió escribir este libro?

Juan Carlos Sosa Azpurua: A raíz de las elecciones presidenciales de 2006, quedé muy afectado al presenciar como nuevamente al país se le evaporaba una oportunidad de oro para salir de la barbarie. Necesitaba escapar, oxígeno, contemplé marcharme de Venezuela, ya que tenía la posibilidad de irme como profesor a Oxford, y de repente me puse a escribir. Inicialmente publiqué un ensayo titulado ¿Y ahora?, donde abordé el drama venezolano desde una óptica muy íntima, bastante reveladora de aspectos privados de mi vida. El ensayo, que inicialmente fue concebido como un ejercicio para mí mismo, decidí publicarlo y, al hacerlo, sentí una sensación muy grata de desahogo, especialmente porque el mismo impactó a mucha gente y le dio la vuelta al mundo a través de la Internet. De repente me di cuenta que aquello que siempre había representado una pared de concreto para decidirme a escribir la novela, que desde los quince años soñé escribir, había desaparecido. El prurito de no revelar nada sobre mí, de no exponerme al escudriñamiento de terceros, me di cuenta que había desaparecido. Ya no me importaba en lo más mínimo ese aspecto. Entonces, en enero de 2007, me senté frente al monitor y comencé a tejer la historia que derivó en Cicatriz. Quise, con narrativa de ficción, retratar a la sociedad venezolana y también al mundo que estamos viviendo. También tenía como objetivo hablar de los fantasmas existenciales y el cómo los mismos marcan nuestras vidas.

YA: Además de la experticia sobre el negocio y el manejo del mundo petrolero, ¿hizo alguna investigación para escribir el libro?

JCSA: No mucha. Leí todo lo que pude sobre el funcionamiento de las agencias de inteligencia más importantes del mundo; estudié a fondo el asunto de las operaciones psicológicas, los experimentos de la mente y temas relacionados al trauma prolongado. Todos los demás temas me salieron con gran naturalidad, ya que se ajustaban más a mis experiencias vitales y no requirieron de ninguna investigación. Además de estar vinculado al mundo de la energía, a raíz de los sucesos de abril de 2002, conformamos un equipo de abogados para llevar los casos de derechos humanos a todas las cortes del planeta. Durante esa época conocí a fondo el mundo de la alta política, el sector militar, los intereses económicos que están en juego en países como el nuestro, los medios de comunicación y su manejo de las noticias, las agencias internacionales: ONU, OEA, Corte Penal Internacional, etc. Esas vivencias, y las reflexiones que me generaron, de alguna manera se ven reflejadas en Cicatriz. Además, vengo de una familia muy polifacética, donde el poder, la literatura y los viajes siempre han estado presentes.

YAS: En su novela está presente la estructura del best seller y el Thriller.

JCSA: Uno está influenciado de mil maneras. Soy un lector empedernido desde que tengo uso de razón, y leo de todo. Desde filosofía y psicología, historia, hasta poesía, literatura infantil, clásica y contemporánea. Con Cicatriz quise experimentar nuevas formas de expresión, mezclar géneros, usar el lenguaje como expresión anímica, atmosférica, psíquica, evolutiva, costumbrista, erótica, vulgar, elevada; buscar la conexión con mi lector a través de un lenguaje directo, evitando acartonamientos o artificios, usando el lenguaje apropiado para los escenarios y personajes descritos. Al querer colocar a mi lector en el ambiente de la avenida Casanova y el Rincón Hedonista, hacerlo con un lenguaje que inspirara vulgaridad…al colocar a mi lector en Lowell House o el Tíbet, hacerlo con un lenguaje más sofisticado, en el primer caso, y poético, en el segundo. No soy lector de thrillers, aunque me encantan algunas cosas de Stephen King y algunas de Michael Crichton. En todo caso, me gustan las novelas que absorben y para eso el ritmo y el suspenso son elementos esenciales. Así que procuré en todo momento que Cicatriz tuviera un ritmo dinámico y mucho suspenso, pero no la encasillaría en un género determinado. Me gusta pensar que logré una mezcla original y mía. Cicatriz tiene dosis de thriller, pero con reflexiones filosóficas y lenguaje que llega a lo poético.

YA: Hay un juego con la poesía, casi como una suerte de oasis a lo largo de la trama.

JCSA: La poesía es la manifestación más bella del espíritu humano. En consecuencia, la poesía es libertad y mi libro, al final, es sobre el tema de la libertad. La Libertad del ser humano.

YA: La mirada sobre Venezuela es algo lapidaria, sobre todo frente a las élites dirigentes. ¿Es su manifiesto de autor frente al país?

JCSA: Aunque sé que muchos escritores no están de acuerdo con esto, pienso que todo comunicador —y un escritor lo es— tiene una dosis de responsabilidad para con su entorno. Para mí es vital que conozcamos lo que somos para poder elevarnos a otras altitudes. En Cicatriz quise hacer una autocrítica como venezolano y como ciudadano de este mundo. Por eso escogí el tema del poder.

YA: Se puede redimir de la maldad a través del amor. ¿No cree que es muy idealista?

JCSA: No, esa es mi concepción de la vida. Creo que los seres humanos tenemos potenciales infinitos, estoy convencido de eso, aunque algunos lo consideren ingenuo, pienso que el transhumanismo y la posibilidad de evolucionar como especie debe ser un objetivo de vida. Además, sin idealismo la vida es muy aburrida. Para que algo sea real, primero tiene que ser ideal.

YA: Usted se define como escritor, ¿ya está trabajando en su próximo proyecto y continuará el petróleo y el poder como sus temáticas?

JCSA: Creo que siempre he sido escritor. Escribo desde los siete años: cuentos, poesía, ensayos, artículos. Fundé un periódico en el colegio, una revista en la universidad y actualmente soy editor de la revista más influyente de Latinoamérica en temas de energía y geopolítica internacional. La novela es el peldaño que me faltaba y no lo pienso dejar. Algunos creen que para ser escritor hay que estar consagrado. Yo creo que el escritor nace escritor y lo siente así desde que toma conciencia de sí mismo…y ese es mí caso, no me da ninguna pena decirlo y odio las falsas modestias. Aun no comienzo un nuevo proyecto, aunque ya me están picando las manos y la mente. Pero primero quiero ver que este hijo, mi primogénito, comience a caminar seguro por la vida, y para eso tengo que trabajar. No creo que con la publicación de la novela termine el proceso, creo que termina cuando el objetivo se cumple, y mi objetivo es que Cicatriz sea leída en todo el mundo. Cuando eso comience a ocurrir tendré la paz necesaria para producir algo nuevo.

No creo que uno escribe para sí mismo, si fuera así, no hubiera publicado. No creo en los escritores que dicen que el éxito comercial no es importante, yo creo que sí lo es. Precisamente porque me tomo en serio el tema de la literatura, creo que todo escritor merece vivir de sus arte y oficio, y para eso tiene que ser leído, y las cosas no suceden por magia, hay que ganárselas, y para eso uno se tiene que involucrar y trabajar de la mano de la editorial para lograr objetivos en ese sentido.

YA: ¿Y en cuanto a la temática?

JCSA:: Como temática, siempre escogeré algún aspecto de la psique humana que me apasione, que son muchos. El petróleo y el poder fueron, al final de cuentas, una herramienta para escribir sobre el ser humano y ese será mi tema recurrente, el ser humano… y hay infinitas herramientas para hacerlo.

Pocos meses le costó verter su mirada de venezolano profundamente tocado por la realidad del país. La literatura nos pone a salvo de la locura, dicen. Hombre de medios —columnista de El Universal—, antes de verter las aguas bautismales sobre su ópera prima emprendió una eficaz campaña de mercadeo directo, convocando al conversatorio hastaaquellas personas que no conocieran del libro; y manteniendo el “hilo de contacto” a través de un espacio creado en Facebook: http://www.facebook.com/group.php?gid=31967866928.

Sus esfuerzos de comunicador le trajeron como resultado que la primera edición de Cicatriz está moviéndose de manera particularmente intensa en el mercado y el gusto de los lectores.

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