We steal secrets the story of wikileaks 1

Han corrido muchos ríos de tinta sobre WikiLeaks en los últimos tres años. La mayor filtración de documentos confidenciales de la historia ha desatado una vorágine de difusión, enfocada a dar respuesta a toda una demanda alimentada por el interés de una cuestión de tal calado. Desde artículos de opinión hasta ensayos, desde un documental –estimable, realizado por la televisión sueca: WikiRebels: The Documentary (2010)– hasta una película de ficción que se estrenará en breve –El quinto poder (2013), de Bill Condon–. En el medio, Alex Gibney. A través de un documental titulado We Steal Secrets: The Story of WikiLeaks (2013), el realizador americano presenta un repaso por la historia de la organización y la vida de su líder: Julian Assange. Desde sus comienzos hasta su declive. La relación de los hechos, grosso modo, es la que sigue. En 2010 fueron filtrados cables de información con miles y miles de documentos confidenciales sobre Estados Unidos, principalmente sobre las guerras de Irak y Afganistán, así como de sus relaciones diplomáticas con terceros. La plataforma que difunde esta información es WikiLeaks, y lo hace gracias a los datos facilitados por Bradley Manning, un soldado norteamericano con acceso a documentación privilegiada. Manning es «desenmascarado«Â por un amigo, Adrian Lamo, con quien compartía sus secretos. Assange, durante la trifulca, pega un salto mediático alcanzando cotas de «estrella de rock»Â con denuncias mediante, por abusos sexuales en Suecia. Huye del país nórdico –por miedo a que lo extraditen a Estados Unidos, matizable– y a día de hoy se encuentra en la Embajada de Ecuador en Londres. Este es, al menos, el esquema estructural y cronológico que se sigue, en torno al cual se articulan las cuestiones con enjundia reflexiva.
Con ese esqueleto factual en la cabeza, uno de los primeros asuntos reseñables que se ponen sobre el tapete, no es otro que ilustrar las dos corrientes contrapuestas en materia de confidencialidad informativa. Por un lado los partidarios del flujo absoluto de información, por el otro los defensores de la privacidad institucional. El objetivo de los primeros no es otro que el dominio público de los asuntos políticos. El miedo de los segundos es la, para ellos, caótica destrucción de la frontera entre lo público y lo privado. La tesis que deja entrever Gibney, evidencia que ni el pánico a la desaparición de los secretos de unos, ni el afán de transparencia de otros son enteramente antagónicos, bajo el axioma de un Assange administrador de secretos. Se hace una inmersión, también, en los titubeos éticos y morales ante la posibilidad de, con la publicación de información privilegiada, poner en peligro la vida de personas inocentes –como ocurrió con algunos cables sobre Afganistán, en ellos se publicaron unos 100 nombres que deberían haber sido ocultados–. O también la duda razonable de si Assange protegía a sus informantes o tan solo salvaguardaba la integridad y la viabilidad de WikiLeaks. Otro de los contenidos abordados con relativa originalidad es el carácter contradictorio y ambiguo del líder de WikiLeaks, su actitud autoritaria y paranoica. El director, ayudado por el testimonio de un ex colaborador nos dibuja el perfil de un hombre que se convirtió en una «estrella de rock»Â â€“comparación harto exagerada, pero muy aclaratoria– que no supo lidiar con la fama y la presión inherente a la importancia de las revelaciones proporcionadas por su web. Se auto divinizó, empezó a creerse el centro de todo. Hasta el punto de ser víctima de la «conspiranoia»Â â€“quién no lo sería en un caso como este–. Assange parecía dar, con su comportamiento excesivamente desconfiando, los primeros pasos de su decadencia. Incapaz de separar su lucha personal en Suecia con la cruzada llevada a cabo contra WikiLeaks. Sentó así, las bases de una doble moral que le impulsó a dar portazo a su portavoz, Daniel Domscheit-Berg, por «deslealtad, insubordinación y desestabilización en tiempo de crisis», una frase paradójicamente extraída de la Ley de Espionaje de 1917 de Estados Unidos. Negligencias y contradicciones que abrieron el debate y suscitaron la disidencia, desviando la atención de los documentos hacia una contienda de demagogia desinformativa.
El material utilizado para la cinta consta de imágenes inéditas de Assange –no una entrevista con él, debido a su excesivo y desorbitado coste–, reproducciones de chateos entre Manning y Lamo, charlas con antiguos colaboradores, el testimonio de una de las chicas suecas que interpusieron la denuncia contra el hacker australiano, por abuso sexual. Es rico y amplio. Abarca todos los actores implicados y todos los hechos posibles. Por momentos con un toque maniqueo, excesivamente polarizado, dejándose llevar por el exceso sensacionalista, en todo caso ilustrando perfectamente el carácter profundamente ambiguo, confuso, dicotómico del complejísimo espectro comunicativo y por extensión de la historia de WikiLeaks: las ocultaciones, las medias verdades, los rumores, los malos entendidos, las mentiras, el relativismo moral. Todo está ahí, pero no todo se percibe. Resulta farragoso, sobre todo para quien no esté familiarizado con el tema. Las dos horas son escasas para la avalancha de datos que se ofrecen, sería más apropiada y rigurosa una pequeña serie documental. Con el fin de profundizar en ciertos aspectos y aliviar la densidad de algunas partes del metraje. Tampoco aporta nada nuevo, nada que no se haya dicho, que no esté escrito. No obstante su conformación estimula el interés, en virtud de una dramatización nada desacertada de la historia. Se conjugan muy bien los factores y actores protagonistas, hasta el punto de elucubrar una suerte de relato bíblico en el que se encuentra el judas, el mesías crucificado y el demiurgo. Una película documental muy bien construida, con carácter divulgativo, entretenida e interesante a partes iguales, pero escasamente novedosa. Trata de seguir esa vocación del documental como agitador de conciencias y caldo de cultivo de interrogantes. ★★★

Andrés Tallón Castro.
crítico de cine.

Estados Unidos, 2013, We Steal Secrets: the Story of Wikileaks. Director: Alex Gibney. Productora: Universal Pictures. Fotografía: Maryse Alberti. Música: Will Bates. Presentación: Sundance 2013.

About The Author

Deja una respuesta