Vivir de imaginar 1
Celebramos su planteamiento didáctico y educativo de preservar la memoria del país.

Vivir de imaginar lleva por título el documental biográfico dedicado a las leyendas venezolanas Alejandro Colina y Alfredo Cortina.

Dividido en dos, el largometraje narra la biografía de cada personaje. La primera hora se consagra a profundizar en la obra del escultor. La segunda contribuye a honrar el legado del locutor.

Sin llegar a ser una película perfecta, cumple su cometido con creces y merece ubicarse en lo alto del podio del cine nacional proyectado durante el año 2016.

La voz de César Miguel Rondón enhebra ambas historias, dotándolas de sensibles matices sonoros (de la vigorosa narración omnisciente a la personal evocación irónica).

También suma la espléndida música original, compuesta para ilustrar las escenas del conjunto. Dependiendo de la secuencia, alcanza notables registros épicos, trágicos, sarcásticos y líricos. La instrumentación orquestal llega a un grado de máxima complejidad en la vibrante descripción de la prolífica propuesta estética del artista, a quien con fortuna se le baja del pedestal de los héroes intocables, de los semidioses de mármol, para comprender toda la dimensión del perfil humano y psicológico del hombre, detrás de la construcción de piezas monumentales, titánicas, megalómanas y retadoras de las condiciones del contexto.

Maestros, críticos, analistas, especialistas y familiares brindan testimonios de gran valor ético y conceptual.

El director los enmarca en ajustados planos medios, dentro de entornos vinculados al hilo del discurso. Por la cercanía, incrementan la identificación de la audiencia con los entrevistados de lujo. A la distancia del estudioso del género de la no ficción, los encuadres cabalgan sobre la montura adocenada del reportaje para televisión.

En cualquier caso, siguiendo el canon tradicional, las llamadas “cabezas parlantes” sintonizan con la esencia verité de la ejecución, realzada además por el adecuado empleo de recursos como el paneo, el foco selectivo y el desplazamiento de cámara, hacia los lados y de forma ascendente. Técnicamente solo tenemos reparos con la edición de fotos mal recortadas.

De igual modo, consideramos fallidas las recreaciones teatrales, a la manera de Noticiencia, hechas con actores profesionales.

Para el final, algunos aspectos sujetos a discusión. La ausencia de una reflexión cuestionadora del problema de la creación al servicio del poder, del Estado, del gobernante, del mecenas de turno. El tema de la relación con Juan Vicente Gómez fue tratado superficialmente.

Debió someterse a debate la fijación de Colina por los próceres de la Independencia, los trabajos de encargo, las idealizadas visiones del indigenismo, los mamotretos kitsch al gusto de los militares acuartelados.

¿De aquel precedente de glorificación patriótica y aborigen no vendrá la actual distorsión de la antropología bolivariana? Siempre preferiremos al Colina introspectivo, abstracto y goyesco, asolado por demonios y fantasmas de serie negra.

En cuanto a Cortina, lo mismo. Cero interés por ofrecerle una pequeña resistencia. Pionero de la radio. Irrefutable su inmensa entrega por el oficio. Acertadas sus últimas y lapidarias declaraciones en contra de las derivas y desaciertos de las emisiones esquemáticas de la contemporaneidad. Pero Cortina es, de nuevo, uno de los padres del populismo comunicacional del milenio.

Asuntos serios por meditar. Vivir de imaginar nos reconcilia con un pasado, cuyo borrado pretenden imponer los tiranos del presente.

Celebramos su planteamiento didáctico y educativo de preservar la memoria del país.

En paralelo, invitamos a evaluar su paradoja, la de elevar un par de estatuas en un parque ecuestre ya saturado de mitos e ídolos. No obstante, su naturaleza civil los ennoblece.

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