Banco Central de Venezuela 1
Ninguno de los factores asociados con el Banco Central se ha salvado de la razzia: ni el bolívar, ni el capital humano, ni las reservas internacionales, ni las variables macroeconómicas, ni las instalaciones.

El Banco Central de Venezuela dejó de ser un banco central desde hace bastante tiempo. Así como el chavismo destruyó a Pdvsa, la CVG, la Petroquímica, la Cantv, el Metro de Caracas, la Electricidad de Caracas, las Fuerzas Armadas  y todos los demás símbolos de la modernidad y el tránsito de la Venezuela rural y atrasada a la Venezuela urbana y moderna, también acabó con el BCV,  institución que concretó la unidad del Tesoro Nacional y acabó con la dispersión y el desorden en las finanzas públicas existentes antes de su creación.

A pesar de que la Constitución de 1999 —en su artículo 318— establece la autonomía del BCV, fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro quienes eliminaron su independencia, convirtiéndolo en un organismo subordinado a los caprichos de Miraflores.

El BCV dejó de cumplir las funciones básicas para las que fue creado: no se ocupa de lograr la estabilidad de precios, ni preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria, a pesar de que las dos reconversiones —2008 y 2018— le tumbaron ocho ceros a nuestra moneda, en un período de crecimiento de los ingresos petroleros; es uno de los responsables fundamentales de la hiperinflación porque no detiene la emisión inorgánica de dinero; no controla el gasto excesivo del Gobierno, quien ha contado con la aprobación de la directiva del BCV para perpetrar toda clase de desmanes; no propicia los equilibrios macroeconómicos, uno de los cuales es mantener la relación adecuada entre la masa monetaria y la generación de bienes y servicios; no ejerce funciones de coordinación de la política económica para “alcanzar los objetivos superiores del Estado y la Nación”, Art. 318; no participa activamente en el diseño y ejecución de la política cambiaria y la crediticia y la fijación de las tasas de interés; permitió el saqueo del Fondo de Estabilización Macroeconómico; ha autorizado el endeudamiento del régimen en el plano nacional e internacional de forma escandalosa, en una etapa en las que han abundado los recursos fiscales provenientes del crudo; no ha salvaguardado las reservas internacionales del país, patrimonio que se ha reducido en más de dos tercios durante la última década.

El BCV —junto al Instituto Nacional de Estadísticas— es el responsable de informar acerca del comportamiento de los principales indicadores económicos, sociales y financieros del país, pero desde hace varios años no suministra esos datos. Esta tarea la cumplía con eficacia porque contaba con un grupo de profesionales y técnicos de alto nivel, muchos de ellos de izquierda, por cierto. Ese cuerpo fue desarticulado. El clientelismo dinamitó a la meritocracia.

El Presidente de la institución tiene que ser designado por la Asamblea Nacional. Sin embargo, Maduro y el TSJ le arrebataron esa competencia al Parlamento. Ahora, ese funcionario, por órdenes de Maduro, ni siquiera acude a las comparecencias a las que los diputados de la  Asamblea Nacional le convocan. Desconoce la autoridad de la mayoría de los parlamentarios de la Asamblea. Viola, en consecuencia, “el principio de responsabilidad pública” señalado en el artículo 319 de la Constitución.

Nicolás Maduro convirtió el BCV en una sucursal de Miraflores. La transformó en una factoría para cometer actos ilícitos: traficar clandestinamente con el oro y otros minerales preciosos, ocultar o maquillar las cifras del comportamiento económico, eludir los controles institucionales, destruir la meritocracia, manipular los bonos públicos. Hasta la sede del Banco, edificio que debería ser patrimonio nacional, se ha deteriorado.

Ninguno de los factores asociados con el Banco Central se ha salvado de la razzia: ni el bolívar, ni el capital humano, ni las reservas internacionales, ni las variables macroeconómicas, ni las instalaciones.

Ahora que Estados Unidos sanciona al BCV, que le prohíbe transar con dólares norteamericanos, Nicolás Maduro sale a quejarse. Dice que en todos los países el banco central “es sagrado”. ¡Ah, sí! Pues quienes comenzaron a derrumbar esa institución, ciertamente sagrada, fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro. De qué se queja, si lo que restan son despojos de un banco central que fue modelo de independencia, autoridad,  firmeza y  seriedad.

Las sanciones no resolverán nuestro drama, pero van a impedir que el régimen siga beneficiándose del asalto a la nación.

@trinomarquezc

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