Hasta que unos depredadores profesionales, como Rodríguez el Zapatero o el dueto Sánchez-Iglesias, con su carga de demagogia y populismo lo echaron todo a perder.

Voy a tratar de hacer una proyección o mejor dicho una prospección partiendo del pasado. Estamos en noviembre de este redondo año del 2020.

Acaban de ocurrir las elecciones presidenciales después de un tortuoso camino. EEUU viene de una crisis profunda, no sólo por un manejo equivocado de la economía, que a pesar de las advertencias ha ido elevando considerablemente la deuda gubernamental hasta límites peligrosos.

Pero el declive fundamental comenzó a inicios de año, cuando la pandemia producto del llamado coronavirus hizo su aparición intempestiva en la realidad del coloso del norte. Ya había producido estragos importantes en algunos países europeos y americanos.  Las alertas epidemiológicas no fueron tomadas en cuenta con la suficiente preparación técnica y organizativa.

¿Cuáles países sufrieron descalabros importantes? Aquellos donde había triunfado la anti-política. Italia la primera, un país que había comenzado tiempo atrás con el ascenso al poder de un rico y triste payaso, un Berlusconi, que de alguna manera fue el antecedente de otros en el ámbito mundial. Y a partir de él, y sus desatinados emprendimientos, el país ha tenido una sucesión de errores y fallas que pareciera que no tuvieron la consecuencia de hacer reflexionar al respecto. Ingenua y torpemente, los italianos pensaron que el mal eran los políticos y votaron a este aparentemente exitoso empresario, pues sí había podido desarrollar una riqueza considerable, se suponía que también iba a desarrollar al país de la misma manera. Nadie se dio cuenta que una empresa y un país no es lo mismo. Que el beneficio individual y el bienestar colectivo son cosas diferentes. Y el hombre salió del gobierno, a pesar de los escándalos, tan o más rico que como entró. Y el país salió del hombre, menos bien que como comenzó. Italia siguió por derroteros impredecibles y la fragmentación política es tan acentuada que cuesta trabajo poner orden.

Y precisamente la falta de profesionales en la política tuvo como consecuencia la incapacidad organizativa y predictiva para enfrentar los problemas de la nación que son infinitamente más complejos que los de una empresa, por muy grande que ésta sea.

El otro caso fue España, en manos de unos incompetentes y manipuladores de baja calaña. Un país medieval y atrasado por la guerra civil y el franquismo, que producto del acuerdo de políticos del tamaño de Adolfo Suárez y Felipe González (ejecutor del gobierno durante más de una década y que transformó al país) e incluso el mismísimo Manuel Fraga, a pesar de las diferencias, echaron a andar un país hacia la modernidad y el desarrollo, no sólo económico, sino social en todos los sentidos. Mientras otros políticos como José María Aznar y Mariano Rajoy continuaron de alguna forma por ese camino, hasta que unos depredadores profesionales, como Rodríguez el Zapatero o el dueto Sánchez-Iglesias, con su carga de demagogia y populismo lo echaron todo a perder. Cómo es posible que un partido como el PSOE pueda albergar en su seno a individuos tan diametralmente opuestos.

Como resultado de todo eso, España también tuvo unas consecuencias funestas en el mal manejo de la política, no sólo con la crisis del coronavirus, sino con el emprendimiento gubernamental en general.

Y llegamos a la joya de la corona, el tan admirado y vilipendiado por igual, Estado de los Estados Unidos de América. La montaña rusa de la economía norteamericana, que como todos sabemos, ha tenido momentos de fuerte depresión, sobre todo en los gobiernos Bushistas, es decir Bush padre y Bush hijo, aunque en realidad el verdadero presidente en este otro período era Dick Cheney. Después de las Bushadas, vinieron Clinton y Obama a levantar el asunto y dejarlo encaminado. América soñó con un desarrollo sostenido y hubo algunos momentos de falsa ilusión, pero algunos especialistas estaban alertando que el manejo de la economía no estaba beneficiando sino a unos pocos, a costa de un endeudamiento bestial y que eso iba a ser perjudicial.

Y llegó el coronavirus y la economía cogió piso. No sólo la economía, sino toda la organización gubernamental que sufrió las consecuencias de la misma antipolítica. La falta de profesionales al frente de los problemas para escoger la mejor manera de enfrentarlos y corregirlos. Pero siguió imperando la improvisación. ¿Y qué sucedió? Que la bolsa se fue al piso, no sólo en EEUU, sino en muchos países del mundo con bolsas. ¿Y quién se aprovechó?  China, esa gigantesca China que por obra y ayuda de EEUU se había convertido en la segunda potencia económica del mundo.

China se compró a precio de gallina, no flaca, sino gallina en el hueso, los valores de infinidad de empresas, y créanlo o no, se convirtió para finales de este trágico año del 2020, en la PRIMERA potencia económica mundial. Así como lo escuchan, y entonces, EEUU y buena parte del mundo comenzaron a temblar y decidieron actuar y empezar a corregir los errores del pasado.

Joe Biden y su vicepresidente Kamala Harris ganaron las elecciones. No fue un camino fácil pero lo lograron y como había sucedido en ocasiones anteriores, arremangarse las mangas y comenzar a trabajar para recuperar el tiempo y los valores perdidos.

Y en el ínterin, nuestra sufriente Venezuela dejó de estar en el primer plano de los acontecimiento, el coronavirus y su desastroso tránsito por el mundo, los problemas económicos, las elecciones presidenciales y tantas otras prioridades hicieron que se olvidara ese doliente territorio cada vez más pobre, más embrutecido, más difícil de recuperar.

Créanme, si algo quisiera con todo mi corazón, es estar equivocado y que esta predicción no se convierta en realidad.

About The Author

Deja una respuesta