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¿Hasta cuándo la humanidad va a seguir viendo pasivamente estas películas, estas historias de terror cada vez más espeluznantes?

Desde hace años anda rodando por el mundo una película llamada República Bolivariana de Venezuela. Lamento decirles que esa película es un vulgar remake de otra más antigua, originaria de la década de los sesenta del siglo pasado, llamada Cuba.

Tienen el mismo guion, aunque difieren en los protagonistas, pero la historia es la misma: terror, miseria, muerte, corrupción, asesinatos, droga, dictadura, en fin, destrucción, por definirla en una sola palabra. Si vemos las dos películas en paralelo, tienen pequeñas diferencias, pero esencialmente es la misma, una repetición más actualizada de la que comenzó el siglo pasado. Quizás la de Venezuela tiene, o mejor dicho, tuvo, más color, producto del desarrollo de la tecnología. La de Cuba era más en blanco y negro. Pero cuando uno las ve, se da clara cuenta de que es la misma cosa.

Desafortunadamente estás películas de terror tienen aún muchos admiradores. En España, en Europa y muchos otros países donde se han realizado otras con características similares. Tan parecidas, que muchas veces he estado tentado a decir que son franquicias. Aunque los franquiciantes no pagan por sus beneficios. Son tan independientes que no se ven sujetos a las leyes internacionales de derecho de autor.

Si hacemos un recorrido por el mundo de hoy, veremos que algunas parecidas se han realizado en Siria, Zimbabue, Angola, Guinea Ecuatorial, Bielorrusia. Hace algunos años se intentaron otras versiones pero no fueron terminadas totalmente y sufrieron de un cierto abandono.  Libia, Irak, Argelia y otras que escapan a mi memoria.

Algunas trasnacionales con mayor poder económico han estado haciendo versiones más modernas de esa historia, quizás con más recursos, a lo mejor más ambiciosas, con protagonistas más universalmente aceptados; esas películas son quizás más diferenciadas, con otros matices, en diferentes idiomas, pero esencialmente es el mismo guion.

Los nombres de esas superproducciones actuales pueden variar, dependiendo de su ubicación geográfica y de su idioma original, pero el nombre para puntualizarlas puede ser Rusia, China, Turquía. Incluso hoy en día se sabe que estas trasnacionales financiaron algunos cortometrajes que tocaban el mismo tema, el Brexit y la Independencia catalana; que son dos ejemplos de películas en pleno desarrollo aunque aún no sabemos cómo será su final, sí seguirán el guion original o buscaran otro desenlace para sus filmes.

Existe una cantidad de actores frustrados que no alcanzaron el protagonismo permanente en sus versiones locales. Tienen nombres artísticos, pero así como las grandes estrellas del cine son identificados por sus apellidos, se les puede nombrar de la misma forma: Da Silva, Correa, Kirchner, Zelaya, Lugo.

Algunos de estos protagonistas, que fallaron en sus intentos, trataron de incorporar coprotagonistas a sus películas que le dieran variedad y feminidad a la historia, pero fracasaron en su versión al compartir el protagonismo y la película se vino abajo por falta de interés. Recuerdo vagamente el nombre de algunas de ellas: Rouseff, Fernández, Castro Sarmiento (para diferenciarla de los protagonistas de la película original).

No puedo dejar de señalar que han habido otros intentos de hacer películas similares pero debido a que no son países con una sólida industria cinematográfica se han limitado sus esfuerzos y quizás han logrado pequeños cortometrajes que de alguna manera recuerdan a la historia original. Morales y Ortega son dos nombres que rondan por mis recuerdos.

En fin, la investigación cinematográfica es larga y debido a que la industria del cine sigue proliferando en el mundo, su presencia lamentablemente sigue vigente.

Ante los gustos del público o, mejor dicho, los gustos impuestos al público, cabe preguntarse. ¿Hasta cuándo la humanidad va a seguir viendo pasivamente estas películas, estas historias de terror cada vez más espeluznantes?

Antonio Llerandi es director y productor de cine venezolano. Coautor, con Iván Feo, de la adaptación del clásico País portátil de Adriano González León. Su más reciente film, codirigido por Belén Orsini, es Cabrujas en el país del disimulo.


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