Dólares 1Existe un consenso muy extendido entre los economistas del país sobre la suerte que correrá el nuevo sistema de divisas propuesto por el zar de la economía nacional, el incombustible y proteico Rafael Ramírez. Los economistas le asignan una baja probabilidad a que el Sicad 2 funcione como mecanismo para estabilizar el mercado cambiario en Venezuela. La principal de ella es que el gobierno nacional no está haciendo nada para reducir el déficit del sector público consolidado de 15% sino que, por el contrario el BCV, lo continúa financiando mediante la impresión de dinero inorgánico.

A estas alturas escandaliza que el gobierno se obstine en rechazar algo que para resto del mundo evidente: que no se puede apagar un fuego (la escalada del dólar en el mercado para lelo) arrojando sobre él más material combustible (BsF). El gabinete económico continúa en denial sobre la naturaleza de la crisis financiera. No existe hoy en Venezuela una fuente de dólares en la magnitud suficiente capaz de saciar la demanda de divisas del país que está represada desde 2013. Las reservas internacionales líquidas del BCV están en la lona (en torno a los 2 mil millones de dólares), y el flujo de caja de PDVSA continúa severamente comprometido con las importaciones prioritarias a Bs. 6,30 por dólar —fundamentalmente del sector público— y con las que se canalizarán a través del Sicad 1. Y, por supuesto, no hay que olvidar que PDVSA deberá enfrentar los pagos de intereses de su propia deuda financiera, y financiar sus operaciones.

El gobierno espera que el sector privado sea la otra fuente de dólares que alimente el Sicad 2. Habría que preguntarse entonces: ¿es realista restablecer la confianza del sector privado después que el Gobierno incumplió con los compromisos comerciales asumidas por las empresas privadas con la anuencia oficial de Cadivi? Ingresarán esos dólares a Venezuela aún a riesgo de que mañana se aplique en el país una suerte de corralito al estilo argentino? No parece muy factible que alguien se atreva.

Como si todo lo anterior no constituyese de suyo un panorama extremadamente complejo para cualquier gerencia de crisis macroeconómica, se ha repotenciado riesgo de que se produzca en Venezuela una debacle del sector bancario. Ello es así porque con una inflación que arranca en 56% en 2013, la inflación esperada para 2014 podría alcanzar el 90% lo que obligará al gobierno a elevar las tasas de interés bancario sobre préstamos ya otorgados, muchos de los cuales no podrán ser pagados, poniendo en peligro los balances financieros de los bancos venezolanos. ¿Se producirá un desplome del sector bancario nacional? Definitivamente no es descartable este escenario. De hecho su probabilidad ha aumentado considerablemente.

Como hemos visto entonces, el panorama financiero de Venezuela en 2014 es en extremo delicado. Más aún cuando se observa al gobierno naufragando políticamente y con medio país alzado.

Nadie podrá acusar a los economistas de Venezuela de no haber advertido a tiempo al gobierno de la crisis que se cocinaba al calor de su irresponsabilidad macroeconómica, y que hoy finalmente llegó para quedarse.

 

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