La Venezuela que emerge, después de conocer los resultados de las mas recientes encuestas, es cualitativita y cuantitativamente diferente. En efecto, la hegemonÃa numérica que el régimen usufructuó por tres lustros llegó a su fin; ahora su ventaja se reduce a unos cuestionables cientos de votos. Igualmente, la hegemonÃa polÃtica que mantuvo tanto tiempo en las manos del que se fue y del heredero y que les permitió manejar al paÃs como feudos personales, se ha esfumado. No puede ser de otra forma, son demasiados los errores y omisiones del gobierno que han llevado al paÃs al borde milimétrico del colapso total. Las grandes falencias del heredero, sus profundas limitaciones, su falta de conexión con todos los ciudadanos, erosionaron el inasible legado recibido y han ocasionado también, desde el interior del régimen, rechazos a su liderazgo. Ahora el equivocadamente ungido deberÃa reconocer, mirar y tomar en cuenta la opinión de mas de la mitad del paÃs que no comulga con los fundamentos del ideario comunista de sociedad. Las circunstancias presentes le imponen al Presidente, de manera terminante, revisar y replantear la filosofÃa y operatividad del modelo socialista y establecer mecanismos de diálogo con el mundo opositor. De no hacerlo la inviabilidad y falta de legitimidad de origen y desempeño de su gobierno, con certeza profundizarán la parálisis y el caos en que se encuentra el paÃs y abrirá las puertas para una eventual búsqueda de soluciones no democráticas.
El presumible resultado electoral del venidero 6D no es de ninguna manera un triunfo asegurado para la oposición, ni tampoco la resolución inmediata de los problemas que confrontamos. El Gobierno y la oposición deben promover, por el bien del paÃs, la reconciliación y la paz y ello supone fortalecer institucionalmente a la democracia y el Estado de Derecho tan vilipendiados durante los últimos tres lustros, construir y fortalecer instituciones polÃticas y judiciales que sean respetadas y creÃbles para la solución de conflictos por la vÃa no violenta y establecer un consenso sobre los medios que resultan inaceptables emplear para la protección de los intereses propios por legÃtimos que éstos sean
Desde hace poco, hemos empezado a vivir una nueva era que irrumpe y destroza los paradigmas del pasado que nos impedÃan, a ambas partes, ver la realidad, tal cual es. La verdadera revolución que necesitamos es la de nuestro pensamiento. Sólo una transición del pensamiento hacia una nueva forma de ver el desarrollo democrático, humano y sustentable, capaz de administrar y resolver sus conflictos de manera institucional y sin violencia, es la única forma en que podemos resolver situaciones de confrontación y garantizar la paz en el mediano y largo plazo. Cuando hay voluntad polÃtica, incluso los obstáculos que parecen insalvables pueden tener una solución aceptable para las partes. La reconciliación no es un asunto que podamos postergar para etapas venideras: debe ser el centro y esencia del proceso de reconstruir hoy el paÃs y la convivencia entre los venezolanos. Esa es, a mi juicio, la gran tarea que tiene por delante el liderazgo del paÃs. Es la responsabilidad del gobierno y de la oposición que debe ser abordada de inmediato en un clima polÃtico en donde está claro que hay una gran confrotación y la nefasta posibilidad de que millones de ciudadanos seamos perdedores si la intolerancia, la falta de visión y el odio fratricida sean los inspiradores de la conducta de los lÃderes del debate nacional.