La primera impresión que un analista tiene frente a los resultados del 3 de diciembre es que aquí no ha pasado nada, que aquí no hubo elecciones y que simplemente terminó una fiesta. Si uno enciende ese medio noticioso se dará cuenta de que todo sigue igual: no recuerdan haber manipulado y desinformado, ni recuerdan haber dicho que las líneas de los dos aspirantes se habían cruzado. Los “entrevistados predilectos” siguen en pantalla como si nada. Los secretarios generales de los partidos declaran los lunes con la más absoluta normalidad: Puchi habla en nombre del MAS, reducido a la nada, un partido que no existe. Planas habla en nombre de COPEI, un partido que sacó 200 mil votos, un partido que obtuvo una votación inferior a la del Partido Comunista de Venezuela; este último hecho estadístico motivaría una renuncia masiva de la dirección partidista en cualquier país, un llamado a la unión de todos los socialcristianos dispersos en tres sectores. No, el MAS reducido a la nada sigue hablando como un vocero calificado de la vida nacional. No, COPEI, un partido inferior en votación al PCV, sigue siendo COPEI. Los cadáveres están regados por el piso, –me refiero a innumerables partidos que no existen- pero allí están, siguen siendo los líderes de la política nacional, la “alternativa” frente a Chávez, la “oposición”, el chiripero que logró la “unidad”. Uno tiene derecho a preguntarse que clase de poder hace de este país una fotografía inamovible.

El país de la oposición parece dividido en tres sectores. El primero, el de los deprimidos, que toman Lexotanil en cantidades industriales; el segundo, el de los indignados que creían en una victoria y se ocupan de insultar a Petkoff, Borges y Rosales; el tercero, el de los oportunistas que creen llegado el momento de hacerse de un liderazgo pasando por encima de los cadáveres que contribuyeron a matar y, de hecho, proclamándose candidatos presidenciales para el 2012. El país del gobierno, uno evidentemente mayoritario, declara calmo por boca de sus voceros, comenzando por el presidente Chávez quien, a pesar de su retórica habitual, hizo un discurso moderado e inteligente el día de la celebración de su victoria. Lo criticable es que los voceros oficiales no se hayan lanzado con todas sus fuerzas contra los extremistas que se dedicaron a atacar sedes de la oposición en un par de ciudades y los hayan metido presos para demostrar una intención reconciliatoria. No se escucha en los “voceros de la oposición” ninguna autocrítica. Más bien dicen lo contrario: todo fue perfecto, tuvimos un gran candidato, todo es ganancia. La ganancia que han obtenido es de ver al chavismo pasando del 60 por ciento por vez primera, de ver al chavismo ganando todos los estados, de ver al chavismo disparado hacia los diez millones de votos que conseguirá, sin duda alguna, si estos voceros de los partidos inexistentes siguen dominando la escena pública. No se refugien en el ventajismo oficial, en las presiones o en el miedo. Pronuncien una autocrítica, admitan que el candidato era imperfecto, acepten que nunca tuvieron una propuesta de país, acepten que la imagen que transmiten es de contrarrevolución en un momento en que la revolución continúa.

Si bien Chávez cambia de piel con periodicidad de reloj, hay que aceptar que tendió la mano en su discurso de celebración. Lo que puede haber molestado es su insistencia en que vamos hacia “el socialismo del siglo XXI”. Pues bien, ese es el mandato que tiene de la voluntad popular. Nos hemos quejado siempre de que los aspirantes presidenciales ofrecen programas que no cumplen. Ahora tenemos uno que sí lo va a cumplir, es más, tiene la obligación de cumplirlo por un mandato expreso de la voluntad nacional. Frente a ello hay que oponer ideas, no demagogia o populismo. El caso del trueque es emblemático: se han lanzado contra Chávez por traer al debate este tema calificándolo de regreso al mundo precolombino o paleolítico. En artículo publicado en estas mismas páginas hice el análisis serio del asunto, explicando como efectivamente el trueque ha regresado como organización de un sector parcial de asociados que lo practican, desde Estados Unidos hasta Japón, pasando por el comercio internacional. El trueque forma parte de una economía inclusiva que de socialista no tiene nada, porque me niego a admitir que todo lo que sea inclusivo y de justicia pertenezca al socialismo cuando muy bien puede y debe ser parte esencial de una democracia del siglo XXI.

El gobierno tiene serias obligaciones. Debe mantener el tono conciliatorio que ha prevalecido en sus voceros y debe meter en cintura a los grupos violentos que hacen de las suyas con absoluta impunidad. Chávez, en particular, debe bajar la retórica y recordarse de algo que hasta ahora no ha hecho, gobernar. Chávez debe ordenar por decreto la libertad de todos los presos políticos y si no los quiere llamar de esa manera busque otra forma, pero póngalos en libertad. Chávez debe saber, y lo ha dicho, que el resultado electoral ha acabado con el aventurerismo. En efecto es así. Quiéranlo o no estamos ante un gobierno perfectamente legítimo que ha obtenido una resonante victoria electoral. Debe actuar en consecuencia, pues están derrotados los que pudieron haber tenido la idea de derrocar al gobierno por la fuerza. A pesar de los mastines que siguen insistiendo hay que recordar que se apagarán, que hay una expresa voluntad nacional que incluye, y me permito recordarlo expresamente, una decisión de participar libremente en procesos electorales y de vivir en libertad. Chávez debe saber que su política de inclusión social no puede continuar siendo una contradicción, pues mientras procura incluir al mismo tiempo uniforma de rojo. El principio correcto de inclusión se desvirtúa y prostituye cuando se viste de rojo, pues pasa a convertirse en sectarismo. Es pues Chávez el que más tiene que aprender y corregir.

Hay principios claves en este aspecto. La creación, por ejemplo, de los Consejos Comunales es estupenda, como estupendo es el principio de la contraloría social, pero si para integrase allí hay que ser “rojo rojito” estamos ante una aberración. Chávez huyó hacia delante con esta frase que en mal momento pronunció el ministro Ramírez, y uno lo entiende por efectos de campaña electoral, pero debe omitirla, debe olvidarla, debe recordar que intenta un proceso profundo de cambios y no un exterminio de una parte de la población.

Si eso es lo que Chávez debe entender, casi no nos atrevemos a decir lo que la “oposición” debe entender. Es exactamente la misma que ha sido derrotada. Siguen con sus manipulaciones y torpezas. Pero intentémoslo: deben aprender que el trabajo político debe estar relleno de ideas, de un proyecto de país, de una idea de grandeza; deben entender que estamos ante un proceso irreversible: Venezuela nunca jamás será la de antes, lo que quiere decir que Chávez, para bien o para mal, es un líder histórico excepcional que ha hecho imposible el retorno al pasado. Deben entender que no se pueden seguir refocilando detrás de siglas sin votos. Deben dejar de escribir “obituarios a la república”, como ha hecho en mal momento un periodista, porque aquí la república sigue viva. Deben entender que el trabajo político es de todos los días y de todas las horas, que hay que aprender a comprender al pueblo y que hay que saber interpretarlo no manipularlo. Deben aprender a leer y saber de las ideas que se mueven en el mundo contemporáneo. Sobre todo, deben dejar de ser contrarrevolucionarios y ponerse a la cabeza de cambios sociales. Aquí hay una revolución y lo que deben hacer es oponer ideas a las ideas, sin sentido retrógrado sino empujando hacia delante.

Chávez debe terminar de meterse en la cabeza que la revolución venezolana no tiene ningún parecido o semejanza con la revolución cubana. Chávez debe recordar que no puede salirse de los límites de la democracia porque este mundo de hoy no lo va a permitir, muy a pesar de los columnistas de prensa locales que se han lanzado contra los corresponsales y enviados de prensa extranjeros porque no dicen lo que quieren oír. Chávez quiere hacer la revolución en democracia, pues bien, que aprenda a vivir en democracia. Chávez tiene el desafío, que he señalado muchas veces, de una contradicción insalvable entre revolución y democracia. Deberá resolverlo y he ahí el reto fundamental que debe agobiarlo desde el punto de vista ideológico. Democracia es administración de intereses contrarios, revolución es la imposición de una tesis. No le pido respete privilegios, (tampoco los de sus partidarios, privilegios que crecen a ojos de todos), le pido resuelva este inédito enigma. Es también el reto de la oposición, que ahora debe mantenerlo en este campo democrático, contrariamente a lo que yo mismo dije hace un par de años. Es allí el punto donde debemos entendernos, sin ceder en los principios, cediendo sí en lo accesorio. Quiere hacer una reforma constitucional para, entre otras cosas, establecer la reelección indefinida. Esa es una perversión a la que me opondré, pero, al mismo tiempo, hay que admitir que eso indica una voluntad de permanencia en democracia. Seguramente reformará la Constitución para hacerse reelegir, lo que de ninguna manera quiere decir que lo logre. Deberá ganar elección tras elección, lo que veo muy cuesta arriba, pues si no aprende a gobernar y a rodearse de gente capaz será derrotado. Por supuesto, elecciones libres y limpias, sin presiones ni compras de conciencia, no a la manera de Saddam Hussein. Y, claro está, si aquí logra organizarse una oposición conforme a los tiempos que corren. ¿Por qué no una derecha moderna? No estoy diciendo de ningún modo que aquí todos seamos de izquierda. Lo que es inadmisible para este país de hoy es una derecha recalcitrante y atrasada. Acostumbro a decir que nada se parece más que una centroizquierda buena y una centroderecha buena. Los principios que manejo para una democracia del siglo XXI tienen similitud inclusiva con los planteamientos del socialismo del siglo XXI, sólo que le pido a Chávez que no los destruya y los haga inviables rellenándolos de sectarismo, de color rojo, de culto a la personalidad o de manifestaciones totalitarias. Le admito a Chávez sus condiciones de líder y de gran comunicador, pero le pido que tome conciencia de la oportunidad que la historia le ha puesto en las manos y no las desperdicie convirtiéndose en un intento fallido o en otro gobierno que haya que anotar en la lista de gobiernos rechazados por la conciencia del hombre.

Lo que Chávez debe tener siempre presente es que este país no le aceptará brotes totalitarios, de restricciones de la libertad, presos por razones políticas. Tiene derecho a la realización de su proyecto, lo que le recordamos es que existen virtudes capitales, como la tolerancia, como la democracia, como la libertad del hombre. En consecuencia, debe dar pasos claros en este sentido.

Y la parte grande del país que se le opone debe recapacitar. Debe aprender a producir líderes modernos y capaces, debe saber que la posesión de un pensamiento coherente es indispensable. Debe saber que la “unidad” de ese chiripero derrotado no es la vía para construir una oposición, indispensable, por lo demás, como contrapoder y como balance frente a un gobierno que tiende a irse de bruces. Debe esperar y adoptar una propuesta seria que se le haga, una propuesta de país, una propuesta que tenga en la base adopción de un nuevo siglo y no carantoñas con los detestables privilegios que siguen en el camino manipulando e interviniendo.

Debemos ser otro país. El gobierno y la oposición han errado. Es mi deber restregárselos en el rostro. No vivo de la esperanza, muy bien definida por el premio Nobel, el estambulí Pamuk, como un estado infantil que se mantiene vivo por un desbocamiento de la imaginación. No. No soy hombre de esperanzas, soy un combatiente del pensamiento que cree que las ideas tardan pero llegan a destino.

tlopezmelendez@cantv.net

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