Taxi Teherán
Panahi, al volante, emplaza una pequeña cámara en el tablero del vehículo y registra con urgencia el espíritu de la sociedad iraní, develando sus contradicciones y matices.

Desde 2010 pesa una sentencia sobre Jafar Panahi por solidarizarse con las víctimas de las protestas de Irán, ante el fraude electoral cometido el año anterior por el régimen de los ayatolas para forzar la reelección de Mahmud Ahmadineyad.

Fue un golpe de Estado, un robo similar al perpetrado por Nicolás Maduro con el aval del CNE. Mismo guion, consecuencias parecidas. Ante la vulgar trampa estalló la famosa ‘revolución verde’, impulsada por la indignación que se manifestó a través de las redes sociales (Twitter y Facebook).

Los fanáticos musulmanes en el poder reprimieron a sangre y fuego la insurrección civil, hasta asesinar a docenas de personas y encarcelar a otras tantas (idéntico a lo ocurrido en Venezuela durante los sucesos de 2014).

Así recluyeron a Jafar Panahi en una tumba, violaron sus derechos y lo sentenciaron a una insólita condena de 20 años de inhabilitación para hacer cine. De no ser por la movilización y el repudio internacional lo mantendrían todavía tras rejas.

Hablamos de unos de los autores esenciales de la ola disidente de su país. Ganador de la Cámara de Oro de Cannes, del León de Venecia y del Leopardo de Locarno (por citar tres de la colección de premios obtenidos).

Responsable de piezas imprescindibles como El globo blanco, El espejo, El círculo, Crimson Gold y Offside, adscritas a la corriente del llamado neorrealismo persa, en sus diferentes vertientes de prosa, ensayo y poesía minimalista.

Es considerado uno de los tres pilares de la experimentación de su país, junto con Mohsen Makmalbaf y Abbas Kiarostami. Cada uno desarrolla un estilo en particular. Pero los une la vocación contestataria y la ductilidad para imbricar los códigos del documental con la ficción, al límite de borrar  sus diferencias.

Ahí radica parte del singular encanto de sus ambiguos filmes, aparentemente simples. En realidad envuelven un complejo, lúdico y abstracto juego de espejos, entre la escuela verité, el fake y el naturalismo.

A pesar de la prohibición para ejercer su oficio, Jafar Panahi sigue combatiendo la censura, desde una trinchera única y digna de ejemplo.

Encerrado en su departamento, por orden judicial, graba la sátira política y anarquista This is not a film con equipos caseros y teléfonos móviles, en una lección de austeridad, defensa de la libertad creativa y burla del chapucero sistema de vigilancia, instalado a su alrededor por los inquisidores islámicos.

Con Taxi Teherán dobla la apuesta, ingresa clandestinamente a la selección oficial de Berlín y le conceden el Oso de Oro del festival en 2015.

La película, distribuida en circuitos alternativos de Caracas, merece difundirse, verse y proyectarse, como un acto de resistencia cultural en tiempos de crisis, persecución, aislamiento y acoso fascista de cualquier forma de oposición, a través de procesos amañados por el TSJ, violencia apadrinada por el ISIS criollo y agresiones vandálicas a los medios independientes (caso reciente de El Nacional).

De apenas 82 minutos de duración, la cinta reconstruye una jornada de trabajo dentro de un taxi, manejado por el propio Jafar Panahi, quien se dedica a entrevistar a pasajeros ocasionales, a simular situaciones absurdas y a subvertir las estrictas leyes de producción decretadas por el extremismo burocrático de la nación del Medio Oriente.

Emplaza una pequeña cámara en el tablero del vehículo y registra con urgencia el espíritu de la sociedad iraní, develando sus contradicciones y matices.

Recrea secuencias con personajes auténticos e intérpretes profesionales, generando un deliberado efecto de extrañeza en el espectador.

Nos preguntamos cuáles escenas responden a un increíble diálogo improvisado o son fruto de una aguda planificación formal. Saltan las dudas, las incógnitas y de ellas aprendemos a valorar el ejercicio de depuración del valiente realizador.

Las trabas, como en algunas piezas de Lars von Trier, despiertan la conciencia, la inteligencia, el desafío al autoritarismo de la convención.

Road movie modélica y humanista, Taxi Teherán invita a abordar un viaje hacia horizontes necesarios por descubrir y reivindicar en nuestras horas bajas como civilización y barbarie.

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