Suite francesaFue a principios de los años noventa del siglo pasado cuando la hija mayor de Irène Némirovsky leyó por primera vez un manuscrito redactado por su madre medio siglo antes. La escritora judía francesa alcanzó a escribir las dos primeras novelas —de las cinco que había planificado— sobre la ocupación nazi de Francia. En 1942 fue arrestada y murió en Auschwitz. No obstante este hallazgo extraordinario cincuenta años después, Suite française solo fue publicada por la parisiense Gallimard en 2004. Se convirtió de inmediato en un fenómeno literario traducido a varios idiomas.

Una década después, el director británico Saul Dibb (La duquesa, 2008) acometió su adaptación parcial para centrarse en la historia de amor imposible entre Bruno, un teniente alemán, y Lucile, una mujer francesa, en medio de las terribles condiciones morales a los que el ser humano se ve sometido. Suite francesa ofrece una detallista ambientación de la época y un desarrollo dramático clásico para narrar conflictos í­ntimos sumergidos en trágicos momentos de la historia. El odio entre invasores e invadidos no impide que la mujer joven y el oficial, vinculados al principio por la m{usica, vayan sintiendo una atracción profunda. La historia de amor está perfectamente contada y la tragedia se desencadena con una lógica implacable.

A pesar de no ser totalmente fiel al original literario, esta coproducción canadiense-británica-francesa logra captar y transmitir la esencia de su planteamiento medular. Describe no solo los ambientes de la ocupación sino sobre todo las sorprendentes conductas humanas ante situaciones muy difíciles en una guerra. Sobre todo, el film atrapa la inmensa poesí­a contenida en el texto literario. Lo consigue a través de un muy expresivo uso de la música —de allí el tí­tulo de la novela y el film— y de la magní­fica fotografía de Eduard Grau. En un periodo histórico caracterizado por la brutalidad surge el arte como instrumento capaz de salvar la incomunicación entre los nazis dominantes y los franceses dominados. Bruno y Lucile constituyen esa capacidad para encontrarse en los opuestos. El film adquiere esa estructura musical como forma de catalizar las emociones más allá de las razones.

 

Además de estos aspectos formales, se percibe en el film de Dibb una muy adecuada falta del maniqueí­smo. No hay buenos del todo frente a malos del todo. No hay sóo blanco y negro, hay mucho término medio. Sus personajes varí­an en su manera de actuar o de concebir las relaciones humanas. No siempre se manifiestan de igual manera el sentido heroico de la Resistencia francesa o la brutalidad despiadada alemana. Suite francesa propone una visión auténtica y desapasionada del comportamiento del ser humano. Irène Némirovsky murió sin conocer las consecuencias definitivas del Holocausto y, sin embargo, en 1942 abrió una compuerta para el perdón. Saul Dibb, sesenta años después, simplemente reubica esa narración desde una perspectiva que permite comprender cosas muy difíciles de aceptar.

Una consideración aparte merecen sus intérpretes principales: Michelle Williams, Margot Robbie, Matthias Schoenaerts y Kristin Scott Thomas. Actuaciones que surgen del interior de sus personajes.

SUITE FRANCESA (Suite française), Canadá, Francia y Reino Unido, 2014. Dirección: Saul Dibb. Guion: Matt Charman y Dibb, sobre la novela de Irène Némirovsky. Producción: Michael Kuhn, Andrea Cornwell, Xavier Marchand y Romain Bremon. Fotografía: Eduard Grau. Música: Rael Jones. Montaje: Chris Dickens. Elenco: Michelle Williams, Margot Robbie, Matthias Schoenaerts y Kristin Scott Thomas, entre otros.

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