Derrota
¿Hasta qué punto vamos a escoger a unos alcaldes de la gente?

Me cuenta una amiga, asidua a los mercados de cielo abierto que instala la alcaldía de su municipio, que fue testigo de cómo un dirigente político —inhabilitado por el TSJ— recorría cada uno de los puestos del mercadito para estrechar manos, sonreír y presentar al candidato al que, según él, los electores debían favorecer con sus votos en los próximos comicios.

El aspirante, un muchacho que, según ella, jamás había visto, caminaba tímido al lado de su ‘portaaviones’, que hablaba por él, lo arropaba con su discurso y lo ensalzaba mencionando los logros de su gestión como concejal en pleno ejercicio de sus funciones. Insiste ella que ni siquiera el nombre del candidato le sonaba familiar. Cuando el dirigente se le acercó para invitarla a votar por su pupilo, no aguantó la tentación de confrontarlo para conocer las razones por las cuales debía votar por ese desconocido que, resulta, al parecer, tiene ya un buen rato como concejal. Mi amiga le insistió que le diera argumentos convincentes para ir de nuevo a votar, aun cuando las condiciones siguen siendo las mismas: el mismo régimen, el mismo TSJ, la misma ANC, el mismo CNE, los mismos partidos, el mismo discurso… ¡el mismo fraude! El dirigente no hizo más que sonreír, decirle que no podíamos perder espacios y elogiar el color amarillo de su camisa.

Así de arcaica sigue la política en Venezuela. A escasos días de unas nuevas elecciones, a pocos días de que finalice el año, el balance hasta la fecha sigue siendo negativo. Hemos perdido un año, que nos dejará un mal sabor y un saldo sumamente trágico. Este 2017 se recordará por mucho tiempo porque, políticamente hablando, el año se escurrió. Y la correlación de poder no varió en absoluto en comparación con la que teníamos en 2016: no varió ni con las manifestaciones, ni con las protestas sangrientas del fatídico período abril-julio, ni con la misma participación en la trampa electoral para ir a unas regionales. Sin embargo, lo que dicen los entendidos en la materia es aún más trágico, porque el saldo de hoy nos indica que Maduro mejoró su posición, gracias a las grandes fracturas entre las oposiciones.

Incluso, me atrevería a decir que Maduro está más boyante que en 2015. Cosa que es una gran frustración para todo el país opositor. El almanaque del 2017 se nos desdibujó, más que cuando nos llevaron nariceados a enfrascarnos en el Referendum Revocatorio. El objetivo político-electoral de Maduro y el madurismo nos está conduciendo a una evidente asimetría entre lo que pudiéramos llamar ‘concentración de poder centralizado, presidencial o presidencialista’ —o como ustedes prefieran clasificarlo— aspecto sumamente preocupante de cara a unas próximas elecciones municipales.

En la medida en que el sistema electoral venezolano siga siendo controlado y manipulado a su antojo por el madurismo, no existirán probabilidades de cambio mediante el sufragio. Aún peor si ese control absoluto continúa también legitimándose por parte de las oposiciones. Venimos consuetudinariamente cayendo en el aspecto polarizante: electoralmente nos llevan a una trampa, sin tomar en cuentas las condiciones que evidencian que no importa que millones de personas voten porque, realmente, no eligen.

¿Hasta qué punto vamos a escoger a unos alcaldes de la gente? ¿Elegiremos a unos alcaldes de las burocracias partidistas, que han sido impuestos a conveniencia, engañando una vez más al colectivo nacional? Necesitamos un contra poder para que salgamos de esta polarización. Necesitamos un cambio en la correlación de fuerzas. Porque, de seguir aplicando el mismo esquema, seguiremos alimentando el mismo modelo que favorece a quien tiene el poder.

Lo he dicho en repetidas ocasiones: vamos a un nuevo proceso electoral sin cambiar nada de lo que hemos hecho en elecciones anteriores. Seguimos manteniendo el modelo político institucional y burocrático, nacionalista, centralista, presidencialista. Estamos retrocediendo con cada evento electoral y favoreciendo al régimen.

El analista Rafael Iribarren señala, a propósito de las próximas elecciones, que “con estas oposiciones, con sus partidos y líderes —solo ficciones, mediáticamente nacionales, con la misma forma de hacer política— seguiremos resbalándonos. Solo con un nuevo sujeto político, con la ciudadanía de base movilizada como contrapoder ciudadano, regional, local frente al poder central, abriremos una ruta para salir de la crisis. La posibilidad real de ir hacia una salida de la crisis nacional está en los liderazgos y en los movimientos locales y regionales, en la inteligencia y voluntad política ciudadana, en la gente en los Estados, municipios y parroquias”.

El 10 de diciembre el régimen pretenderá apoderarse de las 335 alcaldías que aspiran lucir nuevos regidores. Y lograr lo que, hasta ahora, han logrado: mantener bajo su control absoluto, moviendo las piezas a su antojo, la correlación de fuerzas. Coincido de nuevo con Iribarren cuando afirma que “en este proceso para elegir alcaldes, se visualiza la determinante básica de la inconsistencia; propiamente, de la mala calidad de las oposiciones y sus políticas. El desfase absoluto entre sus retóricas e impulsos ‘políticos’; siempre candidaturales, partidistas, mediáticas, retóricas, y las dinámicas sociopolíticas concretas, la intensa realidad nacional de luchas y confrontaciones cotidianas, por todo, en todo el país; de la gente con el poder”.

@mingo_1

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