Alfredo Silva Estrada 1
Silva Estrada, un poeta traductor de otros poetas, he ahí el secreto para conjurar el baldón de ‘traduttore traditore’.

(…) Car l’écriture ne nous rend rien. La consumation même est imparfaite.

Jacques Dupin

Le corps clairvoyante 1963-1982

Era 1991, y era en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Alfredo Silva Estrada, restándole tiempo a su creación poética, había accedido a darnos un taller de traducción a quienes lo sabíamos el mejor —acaso el único—traductor venezolano de Montale, Tourreilles, Dupin y tantos otros poetas a los cuales solo se podía acceder en castellano a través de las versiones de Silva Estrada. Un poeta traductor de otros poetas, he ahí el secreto para conjurar el baldón de traduttore traditore. Alfredo llegaba puntual a la clase del viernes, en un taxi costeado por él mismo, ya para entonces mezquino ese Celarg que dejaba a uno de los grandes poetas nacionales sometido al poco libre albedrío de su escasísimo peculio, mientras los gerentes, funcionarios y pequeños mandamases de turno andaban, como hoy, apoltronados en carros oficiales con chofer y whisky. Alfredo jamás pidió otra cosa que la satisfacción de vernos encontrar en castellano la palabra perfecta que se aviniera a ese cuerpo no siempre receptivo del poema francés. Recuerdo, sobre todo, uno de Jacques Dupin, Saccades (Sacudidas) que nos planteaba a todos un reto como el de esos abismos frente a los cuales nos sacude por igual el temor y la atracción. Pero Alfredo, paciente, iba afinando en nosotros la gestación de ese vocablo que encajara sin violencia en el organismo viviente del poema. Saccades, sacudidas como las del bombeo de la sangre que llega al corazón, como las de los estertores finales del cuerpo, como ideas o imágenes que nos llegan de pronto y pronto desaparecen… a veces. Hecho a sacudidas, entonces, este texto que conjura, haciéndolo pasar por el alambique del lenguaje, aquello que conmociona y sacude al corazón. Aunque sea una aventura inútil, “porque la escritura no nos devuelve nada. Su consumación misma es imperfecta”.

I

Él habla del ‘disfrute’ de Semana Santa. Ah, porque Semana Santa es para ‘disfrutar’. ¡Y este pueblo se llama a sí mismo cristiano! Yo no profeso la fe católica, a mí que me revisen. Las tres R de la Amnesia Garantizada: Ron, Rumba y Relajo. ¿Disfrutar un Viernes Santo como si en lugar de haber crucificado al Redentor se hubiera crucificado al Dictador? ¿Y a cuál? A cualquiera de ellos. El Dictador es una figura antonomástica cuyo sustantivo (hombre) es sustituido por un calificativo (dictador). Es decir, alguien que ya no pertenece al género humano y que se ha convertido en una categoría social, en un flagelo.

II

Las cúpulas políticas constituidas por emergentes son más voraces, más impúdicas y más destructivas que las de los partidos tradicionales cuyo latrocinio tiene cierto caché y menos urgencia: han robado siempre y seguirán haciéndolo. Las cúpulas políticas emergentes traicionan sus antiguos ideales, reniegan de su extracción social y de su pasado y saben que su futuro es incierto. Como la marabunta, no dejan nada a su paso.

III

“Yo no le perdono que haya pertenecido a la juventud nazi, para mí eso lo descalifica”, dice con voz engolada y ronca de ron el joven intelectual refiriéndose a Günter Grass, y eso sin siquiera darse cuenta de que con la aseveración ha virado de pro Palestina a pro Israel. El pobre ignora que sin el Tambor de hojalata muchos de los libros con los que pretende nutrirse no habrían dado el salto cuántico evolutivo. ¿Se equivocó acaso la Academia sueca al otorgarle el Nobel a quien, como tantísimos otros, perteneció a la Juventudes Hitlerianas? Ratzinger también perteneció, y no transformó el pensamiento occidental; sí, claro, a él no le dieron el Nobel, solo le dieron la silla papal… una minucia.  ¿Será juzgado por su filiación política, por su adherencia castrista el Gabo? ¡A que no! Y, sin embargo, su fidelísima fidelidad no descalifica su obra.

IV

El paraíso prestado. Wörther, Premio de Literatura Stefania Mosca 2013*, es la más reciente novela de Doris Poreda. Con un lenguaje depurado, sin los sobresaltos lingüísticos a los cuales nos hemos ido, infelizmente, acostumbrando en los últimos años, la autora se interna por uno de los senderos más difíciles de recorrer, aquel que partiendo de lo personal coloca al lector frente a un espejo —universal por lo íntimo— en el que podrá reconocer la generalidad de esa condición humana que solo el ego pretende singularísima. Desgarrador por momentos, por momentos liviano, lúdico, es un texto signado por la nostalgia, no solo del otro paraíso, aquel que tuvo que dejarse atrás, sino por la añoranza de aquellas otras promesas que este que le fue prestado tampoco pudo cumplir. Entretejida con la sonoridad de vocablos en alemán, la novela nos lleva creer que entendemos esa lengua porque la naturalidad de su inserción nos hace inferir el significado y nos convierte en esos lectores activos que quería Cortazar. La obra de Poreda, dos años después de galardonada, es casi desconocida por ese público escindido en el que nos hemos convertido y que juzga sin valor todo cuanto se publique ‘del otro lado’, sea cual fuere el lado en el que la obra vea la luz. Y luz, justamente —como al joven intelectual que desacredita a Grass— es lo que nos está haciendo urgentemente falta.  Más luz, menos escisión y menos apriorismo a la hora de leer, de ver y de oír al otro.

* Poreda, Doris. 2013. El paraíso prestado. Wörther. Fondo Editorial Fundarte, Alcaldía de Caracas, pp.213.

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